La liberalización de la autopista AP-7 nos ha cambiado las vidas, para lo bueno, y para lo malo. Ya no echamos mano de la tarjeta para pagar el peaje, pero el tráfico ha aumentado (y más que lo hará). Los afectados de 40 años de peaje, los residentes entre las comarcas de Las Marinas y Las Riberas) necesitaban estos días de júbilo, después de asistir, impotentes, a prórrogas, de la concesión y al aumento de peaje por encima del IPC para ir a las grandes capitales de la Comunitat, o visitar el norte.
Los debates del día después hace tiempo que están a la orden del día. Que si peajes blandos, duros, más accesos a la AP-7; financiación de infraestructuras pendientes... No ha habido colectivo afectado que no se haya manifestado de cómo debe ser el futuro de la autopista.
Por una parte, la comisión técnica formada por CEV y Cámara, que sí pidieron peajes y que la recaudación fuera para financiar el déficit de infraestructuras que sufre, principalmente, la provincia de Alicante y sus conexiones por el norte y por el sur. Otros 40 años años de peaje a cambio de disponer tren de la costa; tren del aeropuerto, terceros carriles en la A-70 y alguna variante o acceso más. Operación arriesgada, por la volatilidad política y falta de consenso que pueda generar, pero con fundamento. A ello habría que añadir un matiz importante: el grueso de los ingresos debería correr a cargo del usuario de largo recorrido, o vehículos determinados, a cambio de que el doméstico, el situado entre las comarcas de las Marinas, La Safor o La Ribera, no pagara, o lo hiciera a través de un precio muy simbólico.
Los hoteleros de la Comunitat, Hosbec, se han posicionado a favor de los peajes blandos. Sin más finalidad que seguir filtrando el acceso a la autopista AP-7 y, por lo tanto, reducir la densidad que pueda alcanzar en estos primeros meses y mejorar los tiempos de los recorridos a los aeropuertos. La propuesta podría tener base de consideración si lo recaudado tuviera algún destino o contraprestación. Pero no, que sepamos. Otra cosa bien diferente es que el Gobierno lance el debate de quién y quiénes tienen que asumir el mantenimiento de las carreteras gratuitas. Pero ese es un debate europeo, como lo es la viñeta al transporte pesado, que vendrá con el tiempo.
No es el caso. Lo que propone Hosbec, con todos los respetos, es un sinsentido, si no hay finalidad concreta o contraprestación o mejora en otras infraestructuras. Recaudar por recaudar no tiene fundamento. No se puede pedir o recomendar peajes blandos que afecte a los conductores de la zona más cercana y negarse, en cambio, a una hipotética tasa turística. No tiene sustento alguno. No pueden pagar los de siempre. No es justo que la población residente asuma el mantenimiento o el coste del exceso de servicios. En lo único que tiene razón los hoteleros es que las alternativas a la AP-7 no son buenas.
Sufragado el mantenimiento la AP-7 con el canon de las áreas de servicio, como es el caso, cualquier nuevo peaje debe tener contrapartidas y a ser posible, tangibles. Igual que la tasa turística, si se implanta no debe ser por añoro ideológico, debe tener un carácter finalista: la mejora de la escena urbana; sufragar transporte público deficitario o contribución a determinadas zonas de alto valor medioambiental. Lo del carácter disuasorio, en ambos casos, todavía no se dan las circunstancias. No hemos llegado a ese panorama (aunque no descartable que suceda un 1 de agosto), pero insisto el pagano de los servicios extraordinario no puede el usuario habitual.
Al final, el debate es el mismo: el pago por uso. Y dentro del pago por uso, y mientras no haya alternativas, el pago por el coste extra, bien sea de tráfico o de limpieza viaria, debe ser asumido por el usuario puntual, el de largo recorrido, el turista ocasional. Es de justicia. Entiendo que los hoteleros no quieran convertirse en recaudadores, pero mientras no haya alternativas y a la espera de cómo respira la AP7, no proceden peajes sin finalidad, como tampoco tasa turística sin objetivo. ¿Que se podrían implantar? Sí, pero con objetivo claro y determinado que genere beneficios para el conjunto de la sociedad. Y mucha pedagogía. Todo lo otro, es una contradicción. Insisto, no pueden pagar siempre los mismos. La sociedad no lo entendería. De momento.