El director Juan Luis Iborra estrena en el Teatre Principal de València Maror, un drama que enfrenta al público a un conflicto familiar que se salda con una muerte. Un día infernal en apenas unas horas sobre el escenario
VALÈNCIA. Reuniones familiares, conversaciones eternas, estrés… Mucho estrés. Sobre la mesa de la familia que vive dentro de Maror hay muchos cabos sueltos que necesitan ser atados, y muchas dudas por resolver. Irene es la hija mayor de la familia y su decisión de dejar de escribir novela rosa ya está tomada, por mucho que moleste a su hermano y a sus padres. Este paso, aparentemente propio y personal, afecta de manera directa a todos los que la rodean quienes deciden mostrarse contrarios a su futuro. Hasta el próximo 5 de noviembre, el cineasta y director de escena Juan Luis Iborra relata esta historia sobre el escenario del Teatre Principal de València con Maror, donde recrea una reunión familiar de un día en apenas unas horas y la rodea de drama y comedia para hablar de los conflictos que se viven dentro de "una familia a la deriva".
De la mano de Josep Manel Casany, Paloma Vidal, Lola Moltó, Sergio Caballero y Paula Braguinsky cuenta la historia de una familia que se encierra en un chalé al lado de la costa para hablar sobre el futuro de la hermana mayor de la familia, quien les sustenta en base a sus ingresos. Iborra explica que este drama familiar nace de eso mismo, del enfrentamiento a estos límites y de la lucha que se provoca entre “ambiciones y egos” y que hace que las conversaciones se caldeen hasta el peor de los escenarios: un asesinato. En este momento, y desde la butaca, los espectadores se convierten también en testigos del crimen en el que tienen que averiguar qué ha pasado: “Dentro de la historia todos tienen motivos para haberlo hecho, el espectador tiene el beneficio de la duda sobre quién lo ha hecho y así puede participar en un juego muy interesante”, explica el director de la obra.
La historia, que se presenta como un relato “de una familia a la deriva”, se titula bajo el concepto valenciano de “maror” que se refiere a una especie de marejada que se ve de fondo en cualquier escenario. Para Iborra este concepto -sin traducción directa al castellano- sirve para hablar de todas las cosas que suceden en el trasfondo de un relato principal, en las que la obra pone el foco: “Tenemos una lucha de ambiciones y ego trastocada por el trasfondo familiar desagradable que viven, lo que hacemos para que esto se comprenda es contar la misma escena desde los diferentes puntos de vista de las personas que lo están viviendo”. Junto a esta herramienta también se sirve del aislamiento de la familia para contar este relato de agobio, empleando un mismo escenario sin separación por salas sitúa al espectador dentro del hogar: “El escenario es como un barco en el que están encerrados, desde que llegan por la tarde noche hasta el amanecer se van desencadenando todos los acontecimientos. Empiezan a hablar y atormentarse”, puntualiza Iborra.
Respecto a las primeras reacciones del público celebra que hay momentos tanto de preocupación como de humor, pero lo que destaca es el silencio que se respira durante la actuación: “La atención absoluta del público de teatro está en el silencio, los silencios son maravillosos porque indican que los espectadores están totalmente enganchados”. Además de eso deja recaer el éxito de la obra en el maravilloso elenco de actores con el que trabaja, que sin duda saben llevar el tono dramático del texto a punto para mantener la atención durante todo el relato. Finalmente el espectador averigua la certeza de sus primeras impresiones, se convierte en familia y policía del espectáculo y se deja llevar por la fuerza de lo que sucede tras la escena, contempla la “maror” cara a cara y la desvela.