EN EL IVAM CADA de ALCOI hasta el 26 de abril

‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio’: el desmérito extraordinariamente real

16/11/2019 - 

ALICANTE. El IVAM CADA Alcoi ha celebrado este viernes su primer año de andadura después de su reapertura tras ocho años inactivo. Y lo ha hecho, cómo no, inaugurando. La Fundación Caja Mediterráneo renueva su espacio en la ciudad con una propuesta sobre el artista Jorge Ballester, mientras que el Institut d’Art Modern combina ‘The Wrong’ con ‘La sociedad del rendimiento’ en la subsede, y el Ayuntamiento de Alcoy coloca en la última planta como principal protagonista el proyecto audiovisual de Eduard Comelles, premio Llançadora. Nos detenemos en la primera propuesta.

Pretender hablar acerca del Equipo Realidad sin adentrarse en la figura de Jorge Ballester (Valencia, 1941-2014) sería como caminar fingiendo que no se cojea, cuando sí. De la misma manera, acercarse hasta el IVAM CADA Alcoi estos días y no sumergirse en las entrañas de la exposición que acaba de inaugurar la Fundación Caja Mediterráneo en la planta baja –y que, por cierto, podrá visitarse hasta el 26 de abril de 2020- es un craso error. Indudablemente, en primera instancia, porque está elaborada con todo el conocimiento por parte de dos testimonios, y además, bastante expertos en la materia, como son los comisarios Joan Dolç y Jaime Brihuega. Ellos, y solamente ellos, a pesar de que realmente ‘solo’ nos lo hayan contado a nosotros ‘entre bambalinas’, son los culpables de que Jorge Ballester esté teniendo un homenaje, cuando, aseguran como amigos, no era un hombre especialmente aficionado a ellos. Las puertas de la sala de la Fundación Caja Mediterráneo, desde las raíces que la atan no de manera casual a este edificio, que albergó la entidad financiera Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy, se han abierto para recibir la propuesta antológica que la Fundación Bancaja ya trajo al Centre Cultural La Nau –‘Ucronies…’-, en Valencia, ahora revisada bajo el título “Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio”, en un intento, de ambas obras sociales, de ‘abrazarse’, como ha explicado en la inauguración Luis Boyer, presidente de la Fundación Caja Mediterráneo.

Son cerca de noventa piezas que se organizan de manera cronológica y temática. Y digerirlas pasa por un proceso de comprensión no tan complejo como pueda parecer, con las primeras obras de Equipo Realidad, esa pareja que resultó durante tanto tiempo ‘incómoda’ al sistema. “Jorge Ballester rechaza la escena del arte, la falsedad y el comercio”, comienza Brihuega. “Esta exposición es más completa que la de Valencia, se trata de salir a flote otra vez”. La obra, una vez superada la primera etapa de los años con Joan Cardells, la otra ‘pata’ de Equipo Realidad, la década de los sesenta-setenta, aterriza en los denominados “Años de plomo” (‘Anni di piombo’), esto es, cuando la pareja se disuelve. “Refleja el momento duro, extraño, sofocante y malsano marcado por la violencia de ETA y del Estado, la persecución de las libertades”, recuerdan los comisarios. La muestra prosigue dividida en varias secciones, más cronológicas: desde su admiración y relación con personajes de la cultura y el arte, con quienes a veces se identifica, en la sección ‘Jodasel’, un juego de palabras en lo que es una crítica al conceptualismo de Duchamp. “A sus consecuencias trivializantes, el ‘duchampismo’”, puntualiza por su parte Dolç. Pero hay una más: “hipnerotomaquia concupiscente”, que habla de su vertiente erótica y sexual. “Deliciosa”, indican. La última etapa es un fragmento del mismo título de la propuesta, y es la soledad: las últimas obras de Jorge Ballester. “Hay que tener presente que él vivió un exilio”, recuerda Dolç. El escritor y productor valenciano continua su razonamiento: “Él llega a España impregnado del espíritu del exilio exterior, concretamente el de México, donde estaba con su tío, Josep Renau, con su tía, Manuela Ballester, con su padre ‘Tonico’, entre otros”. Tras sus estudios no acabados de Arquitectura, desemboca en Bellas Artes: allí conoce con el exilio interior, “las personas que, siendo de izquierdas y no se sentían identificadas con el clima política y social se oponían, como unos disidentes activos”.

La parte humana se explica a continuación. Con Brihuega, empieza a trabajar para una exposición de Alberto Sánchez: “Encuentro a un amigo, hablamos de lo humano y lo divino, que es solo lo humano; es una persona absolutamente extraordinaria, mantiene una pujanza y viveza”. Dolç, por su parte, se desmarca: “Era un amigo difícil, la relación fue intensa”. De la herencia de Ballester, son dos hijas, un hijo, “y muchos cuadros”. Tocaba el piano.

Y mil y una anécdotas. A pesar de que pueda parecer lo contrario, no obstante, cualquier coincidencia con la realidad es, eso, pura coincidencia, en esta exposición sobre Jorge Ballester. Todo está debidamente donde debe estar, aún sin haberlo pretendido. “No hizo nada gratuitamente, todo tiene licencia”, reconocen los curadores. “Sus obras reflejan injusticias por todas partes: el colonialismo en el tercer mundo por los recursos petrolíferos, lo mismo que siguen siendo las guerras de Irak. Y lo mismo que pasa con África y el coltán”. Es decir: es el propio “desmérito” del mundo donde se mueve el artista valenciano, que acaba siendo “extraordinariamente eficaz”, defiende Brihuega.  “Él estaba pegado a la realidad; jamás pierde el compromiso con ella”, añade Dolç. “No quiere verse influenciado por una serie de mecanismos del mercado que lo que hacen es desactivar ese potencial que tenía: era consciente de que con un cuadro no se hacía la revolución, y eso es lo que le da licencia”.

Jorge Ballester nunca creó mundos ilusorios. La Fundación Caja Mediterráneo sabe perfectamente exponer esa “arquitectura ética indestructible” de su sello. “Él se aparta cuando acaba Equipo Realidad y tiene que firmar con su propio nombre, haciendo ese juego de artista (…) Está 35 años acumulando obra, viviendo de otras cosas, para no sucumbir ante esto”. Ese mantenimiento de la potencia crítica, a diferencia del rival Equipo Crónica, es el que le verá, a la misma vez, morir.

Honestidad, pregunta, duda, insistencia; búsqueda de la verdad, también. Todos estos conceptos resuenan al ritmo del trabajo de quien esculpe, “como un joven que empieza”, pero con Erik Satie de fondo, uno de los preferidos de Ballester, en ‘Una historia inmortal’, de Orson Wells, por ejemplo. Como la suya, precisamente. “Un hombre tan cáustico, tan duro, con cuadros tan feos, voluntariamente realizados así, otras veces bonitos, que tenía esa sensibilidad, que reprimía cuando quería golpear”. Su virtud se mezcla con los ojos puramente estéticos. Solidez, oficio. “Su santidad está en haber renunciado a copiarse a él mismo”, señala en este sentido Dolç. La propia impostura del artista, el mismo que viste y calza.


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