Los recientes acontecimientos de la política ha demostrado alguna cosa: ir contra el establishment está de moda y es una posición que puede dar sus frutos. Se vio con el Bréxit, en la victoria de Donald Trump o en la vuelta de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE. Cuando los poderes fácticos han querido marcar un camino, por las razones que fuere -en algunos casos, con la participación de elementos externos- se ha producido el efecto contrario.
En el caso del PP, no nos encontramos en esta misma situación porque el cargo que deja su puesto, Mariano Rajoy, no ha marcado ningún camino a seguir. Ahora bien, los cuatro candidatos que tienen alguna posibilidad de alcanzar la presidencia del PP o influir en ella en el congreso que deba elegir entre los dos más votados, sí que tienen matices sobre el resto y el pasado. Y todos ellos, intentan, de algún modo, o luchar contra el establishment o mantenerlo.
Descartado Alberto Nuñez Feijóo, el mirlo blanco por excelencia, la regeneración de imagen la representa Pablo Casado. Su mensaje y posicionamiento no es que sea de ruptura con el pasado, pero sí lo es de claridad y de generación frente al presente más inmediato y el pasado. No tiene hipotecas del pasado en cuanto a la gestión -más allá del culebrón de su máster- y representa los valores de una generación que -procedente de personas que han tenido las cosas más fáciles por su origen familiar- se han topado con un tapón -a veces puesto por el propio Rajoy- dentro del partido para poder avanzar. Es el candidato que representa la lucha contra el establishment del PP, aun siendo establishment social dentro las esferas del PP. Es muy significativo que el presidente gallego le haya dado su respaldo.
La lucha entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal es una pugna por mantener el establishment, la primera, el tuvo en el Gobierno y la segunda, el que tuvo en el partido. De lo primero que hemos oído de la ex ministra de Defensa, es que representa a la vieja guardia del partido y que viene a marcar diferencias con algunas decisiones de la última etapa del Gabinete de Rajoy, con las que se ha discrepado en la oscuridad, pero que ahora se sonsacan con el debate interno.
De Soraya sabemos poco porque todavía no ha pisado la Comunitat. Representa la renovación tranquila, la continuidad moderada, la herencia de gestión de Rajoy...todo una arma de doble filo para Cospedal y, como no, para José Manuel García-Margallo, lo cual puede ser todo un balón de oxígeno, a su vez, para Casado. El ex ministro de Exteriores representa la mosca cojonera, el hombre que fue apeado del último Gobierno de Rajoy y que fue mandado a su territorio de origen para ser diputado y, al mismo tiempo, decir las verdades del barquero sobre la actuación del Gobierno en la crisis económica y de Cataluña. El problema de Margallo es que no conecta con las generaciones que debiera y los suyos -el PP de la provincia de Alicante, que le ha reído todas las gracias- lo han dejado tirado.
Ante esta situación, ¿qué puede pasar en Alicante y la Comunitat Valenciana? Si gana Cospedal, César Sánchez, el único cargo público de relevancia que tiene el PPCV, será lo que quiera en el futuro. Si lo hace Soraya Sáenz de Santamaría, respaldo para Isabel Bonig; José Císcar y Eva Otiz. Se mantendría el statuo quo del partido: a confiar en que la suma entre Cs y PPCV dé en la mayoría de las instituciones y recuperar poder institucional. Pablo Casado puede ser la victoria más antiestablishment, pero al mismo tiempo la que menos cambios generaría en en el PP de la Comunitat: el diputado abulense ya se ha preocupado de defender a Bonig -de tener que levantar el partido de las ruinas de Camps- y mantiene buenas relaciones con César Sánchez (otra cosa es que quiera conservarlas). Falta saber si su entorno le exige cambios más radicales.
García-Margallo no tiene nada que perder y sólo podría asociarse en una candidatura que intente frenar el avance de Soraya, pero puede ser de mucha ayuda para aquel que quiera ser un presidente de futuro, capaz de volver a generar consenso con el PSOE para una hipotética reforma de la Constitución. García-Margallo, pese a su edad, es de los que más claro habla de que en España, en los últimos años, se ha producido un cambio social, algo que el PP no ha querido abordar hasta el momento, pese al ascenso de Ciudadanos.
Pero hay nervios. Nervios por el ascenso de Pablo Casado, y desconcierto por el posicionamiento de César Sánchez con De Cospedal. Soraya sigue siendo una incógnita, o significa dejarlo todo cómo está. La resolución de estos imputs puede acelerar cuestiones que estaban previstas para después de las elecciones de 2019, en caso de que el PP no alcanzara el Gobierno de la Generalitat. Veremos qué sucede pues en el PP no vale con ser el más votado: los compromisarios pueden introducir un efecto distorsionador imprevisto, a no ser que se produzca una victoria aplastante como la de Pedro Sánchez en el PSOE. En el PP, aunque hay bandos, todos van contra el establishment, sea nuevo o viejo.
Casado reivindica su legado estos casi cuatro años y expresa su lealtad en esta nueva etapa a Feijóo, al que desea "mucho acierto"