reflexionando en frío  / OPINIÓN

Lealtades líquidas, intereses sólidos

8/03/2022 - 

Cuando Isabel Díaz-Ayuso atacó a Pablo Casado en aquella rueda de prensa, muchos compartieron en sus redes sociales una foto con él todavía hoy líder del partido. Mensajes de ánimo, prosa empalagosa sazonada con cursilería. Parecía que el apoyo era unánime. Todo cambió cuando 4.000 personas asediaron Génova 13 intercalando gritos de "Casado dimisión" con salvas a la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Al día siguiente, aquellos que se quedaban sin elogios hacia la figura de su caudillo, pedían con urgente necesidad la celebración de un Congreso extraordinario. Reutilizaron el taquígrafo para calcar un mismo mensaje. Después, con todo decidido, cuando Alberto Núñez Feijóo había confirmado que se iba a presentar a ese cónclave, tocaba expresar con cínica dulzura la alegría de tal osadía. Los mismos que decoraron su muro hace una semana con una foto con Casado, desempolvaron otra con el Presidente de Galicia.

Hasta Carlos Mazón, protegido de la anterior cúpula, posó alegremente firmando su aval al gallego. Eso después de haber defenestrado públicamente a sus amigos. Él, como el otro Judas de Fernando López-Miras, se amparaban en el bien del partido. Ese es el problema que tiene nuestra partitocracia camuflada en la democracia representativa, que a la mayoría de los políticos les importan más las siglas que España y sus votantes. Le deben más lealtad al carnet que a unos valores. Aunque su formación mute de ideario, ellos siguen apoltronados. Sacrifican esos principios por el acomodo de la silla, por seguir figurando. No importa la verdad, lo desdeñable es, como dije en el anterior artículo, no moverse para salir en la foto. Ahora tocaba torturar a Pablo Casado y les ha sido indiferente la posibilidad de que este fuera inocente de esas sospechas. Hasta sus propios aliados le han clavado el puñal por la espalda. Como señaló la periodista Ana Martín en El Debate, "habían tejido una red de confianza, pero a la hora de la verdad, los suyos han dado la espantada". Huida de sus íntimos, que le han destrozado. Han puesto los intereses del partido por delante de sus filias. ¿Va a ser fiel un político a una causa o a un objetivo sin ser capaz de custodiar la confianza en un amigo? Como dijo Felipe González: "el que no es buen carpintero no puede ser buen alcalde". Existe una profunda unión entre lo personal y lo político. El que no es un hombre de palabra con los suyos, difícilmente va a serlo con sus votantes. Una mala persona jamás podrá ser un buen político.

Dentro de ese thriller de traiciones, engaños, y manipulaciones se vislumbran siluetas como la del ilicitano Pablo Ruz, senador y portavoz del PP en Elche. Resulta admirable en un mundo secuestrado por el cinismo, apreciar la valentía de defender hasta los últimos días a su amigo Pablo Casado. Mientras el resto le escupía, este fue leal a esa amistad y mantuvo el aprecio hacia el ex líder virtual. Encomiable en los tiempos líquidos que vivimos, y digno de alabanza en las cínicas circunstancias que rodean al circo político. Un valiente como Pablo Montesinos, otro que se ha ganado el respeto de toda la ciudadanía al ser coherente y abandonar la política tras la salida de su valedor. Es triste que la honestidad con las palabras y en los hechos sea una excepcionalidad en nuestros representantes.

Vivimos una realidad en la que la verdad ha sido cautivada por la mentira. Preferimos la amable maldad a la virtud, confundiendo educación con lo políticamente correcto. Está todo barnizado de una especie de artificialidad en la que todo es relativo. Se ha perdido el valor de la palabra dada, de la amistad, del compromiso. La traición ha pasado de ser un pecado a transformarse en un mecanismo de supervivencia. Qué pena. ¿Es que acaso creen que esto no lo percibe la ciudadanía? El problema que ha tenido el PP al ventilar los trapos sucios es que ahora algunos de sus dirigentes han perdido legitimidad en su mensaje. ¿Con qué cara vamos a creer los valencianos en los gestos de un hombre cuyo criterio ha evolucionado de la noche a la mañana? Un día apoya a Casado y a las horas pide un Congreso extraordinario. ¿Qué ha cambiado? Dejándose llevar por la emoción del momento ha hecho lo propio de los oportunistas. Cuando parecía que todo iba a seguir igual apoyó al pupilo, cuando de pronto, en tromba todos los dirigentes pidieron un Congreso, ahí estaba él exclamando lo mismo. Nula personalidad.

El que no es capaz de mantener la unidad del mensaje defendiendo a un colega, dudo que pueda proteger los intereses de todos los ciudadanos frente al adversario. ¿Es que acaso ya no quedan políticos con más criterio que el del partido?

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