El debate sobre la facultad de Medicina en la Universidad de Alicante ha implosionado esta semana, después de que el lunes trascendiera de que la Generalitat iba a conceder, seis años después de su petición, el grado al campus de San Vicente del Raspeig. Quien haya seguido este folletín informativo que se inició allá por 2016 sabrá que la Universidad de Alicante tenía argumentos y razones de sobra para solicitarlo, y que sólo el freno de la Generalitat Valenciana -primero en boca de las conselleras Carmen Montón y después de Carolina Pascual y Ana Barceló- lo impedía. Lo impedía por el argumento de la falta de financiación para acometer la inversión necesaria en el campus, al que después se sobrepuso otro freno: el plan de prácticas presentado por la UA, que fue denostado por el Gobierno valenciano.
Pero antes de dar el sí quiero, cabe recordar que tras las elecciones de 2019, la misma Generalitat mantenía el no a la UA y que cogió a los rectores de Alicante y Elche y a los presidentes de ambos consejos sociales y los encerró en la Casa de las Brujas para buscar una solución idónea para ambos campus. Para ello, ya existían razones de peso y, ojo, informes favorables, el de la Aneca, dependiente del Ministerio de Educación, y de la propia Conselleria de Educación, a través de la Avap. En junio de 2019, al grado de Medicina solo le faltaba el informe favorable de la Conselleria de Sanidad. Es decir, es sorprendente decir que la anunciación de Ximo Puig del pasado martes sea electoralista e unilateral. La UMH sabía que a los estudios de Medicina en Alicante sólo le faltaba una decisión política, que ha venido con la pandemia, y lo más importante, durante todo este tiempo y hasta que llegó la pandemia, la UMH pudo elevar una propuesta oficial para ampliar su oferta de plazas y haber ganado ese debate mientras el Botànic barruntaba que hacer con Medicina, algo que no ocurrió.
Ahora, con la nueva realidad postpandémica lo de la falta de médicos ya es una urgencia, pero también lo era antes, como justificó en su día la UA en sus informes. Y lo hizo con los datos del Colegio de Médicos de Alicante, a sabiendas de que la jubilación de muchos de ellos estaría cerca. A ello se sumaba otro argumento: la provincia de Alicante tenía más plazas de MIR que plazas de egresados formaba y, por tanto, ya había un déficit de plazas vacantes. Y los médicos, como dice un amigo mío, o los compras, o los formas. Y en este caso, aunque la decisión llegada tarde, la Generalitat Valenciana ha optado por crearlos: los nuevos llegarán sobre 2030.
Está claro que el Consell ha cambiado de opinión en este tema. Y que lo ha motivado, la pandemia, que ha dejado al descubierto las costuras del sistema público de sanidad. Bien. Pero el argumento que impedía esa decisión, la falta de recursos económicos para afrontar unas infraestructuras médicas en el campus, tampoco se ha solventado. Ahora ya no hay excusa: en venideros presupuestos, el Consell, del color que sea, tendrá que poner el dinero. Ahora ya no hay marcha atrás. Si la decisión se ha adoptado ahora, dicen los expertos, es porque debía entrar en la planificación de la oferta universidad del Estado en general, y de la Comunitat Valenciana, en particular. De haber sido electoralista, Puig la pudo haber anunciado en abril de 2019, cuando hubo elecciones, o en abril del año que viene, si no hay adelanto electoral. La Medicina de Alicante eran los únicos estudios con todos los informes favorables sin autorizar por el gobierno de su comunidad autónoma. Los ximosanuncios son tantos que algunos a veces se esfuman, pero una Facultad de Medicina no tiene marcha atrás.
La otra cosa que no sabemos es si este anuncio lo ha motivado la pretensión de alguna otra universidad de carácter privado de implantarse en Alicante, como antaño ocurriera con la UCAM en Sant Joan d'Alacant, o de la Universidad Mediterránea, en El Campello, que se esfumaron por deficiencias evidentes y a las que la UA siempre reprochó que la UMH no se opusiera. Si en próximos días o meses, alguien enseña la patita, lo sabremos. De lo contrario, nos quedaremos con la pandemia como argumento, con la falta de financiación como incógnita y con la oportunidad perdida por la UMH por haber solicitado -oficialmente- ampliar su número de plazas, incluso de la mano de la UA. Parte del éxito se lo hay quedar a Manuel Palomar -y al Consejo Social de la UA-, que fue el impulsor de este proyecto, aunque ello supusiera, como se ha demostrado, su divorcio con una parte del Botànic a la que con tanta ilusión agasajó al principio de su llegada al poder. Con Medicina, el amor saltó por los aires. Pero para una vez que la provincia de Alicante tiene algo doble, no hay que lamentarlo, querido Antonio Zardoya. Todo lo contrario. Esta era otra de las cosas en la que estábamos infrafinanciados.