ALICANTE. Enséñame la pasta. La frase se la dice Cuba Gooding Jr. a Tom Cruise en Jerry Maguire y se ha convertido en una cita célebre en el cine deportivo. Con el Hércules esta frase me suele venir a la cabeza cada vez que llega enero desde que el club descendió al infierno de la Segunda B.
Y es que probablemente a todos nos gusta más alguna película que cuente una hazaña deportiva romántica en la que un equipo sin demasiados recursos toca la gloria tras imponerse a otros superiores. Más grandes, más fuertes y con más dinero. Hasta más guapos. No hay gesta de ese tipo que no nos emocione. Si no lo hace, o al espectador no le gusta el deporte o tiene una patata por corazón.
La realidad, sin embargo, indica que eso pasa más bien poco. Hay ejemplos sí, pero quedan sepultados ante la gran cantidad de superpoderosos que hacen lo que tienen que hacer: ganar. Es menos poético, pero es que son malos tiempos para la lírica.
Todo esto me viene a la cabeza mientras intento borrar de la memoria el partido del domingo entre Hércules y Alcoyano. Y mientras intento olvidar experiencias pasadas en la ventana invernal en Segunda B. Pero como no puedo, sólo soy capaz de pensar que el rumbo descorazonador que ha tomado el equipo alicantino solo lo arregla una frase: enséñame la pasta.
Porque sin dinero, sin la pasta, las probabilidades de éxito son menores. El dinero no garantiza el éxito pero sin duda ayuda. Y este equipo lo necesita. Porque sin más jugadores que puedan marcar la diferencia no se va a ninguna parte, y eso tiene precio. No sólo mejoraría el plantel sino que le pondría las pilas a los que ya están y se quedarán si quieren ser protagonistas.
Los dueños del club deben empezar a verlo como una inversión en lugar de cómo un gasto. Porque si no se asciende, seguirán tirando dinero en un pozo seco, la Segunda B. El ascenso empezará a compensar el dinero que, sí, están poniendo a “fondo perdido” (que no es así). Y ahora que Alicante inaugura una calle en honor a Perramón y que sirve de homenaje a aquel Calpisa de balonmano que nos puso en el primer plano deportivo en España, conviene recordar algo. Aquel equipo tenía un respaldo económico brutal, excepcional. Nos acordamos de los éxitos, pero no de cómo se lograron. Se lograron sacando el talonario para robar jugadores a los mejores y más poderosos clubes de balonmano de este país. Así se logró y ahora sólo recordamos que un día fuimos grandes, el ejemplo, la envidia.
Puede que los dueños no quieran gastar ese dinero. Ese su club, es su pasta. Si el Hércules no asciende lo estarán tirando pero es su decisión. Están en su derecho. Y si es así, convendría que se lo dijeran claramente a la sufrida afición herculana, a la que empiezo a considerar un superhéroe capaz de acudir, pese a todo, al Rico Pérez cada dos semanas. Así, al menos, sabrían que van a sufrir y que esto es lo que hay.
Pero si nos dijeron la verdad y este año no se escatima en gastos, si el dinero no va a ser problema, éste es un buen momento para sacar la chequera. El año pasado, los “refuerzos” invernales permitieron que malpensados como yo se plantearan si se quería ascender. Este año, dueños ellos del club con todas las de la ley, el ascenso es la única forma de no malgastar el dinero y poder hacer frente a una situación económica calamitosa y grave que amenaza la supervivencia del club. No es un gasto, es una inversión. Y para ascender, visto lo visto, sólo hay un camino y se resume en una frase: enséñame la pasta.