El silencio que invocó Albert Rivera en el debate de candidatos a las presidenciales de 2019 se ha impuesto en Elche. A excepción de PSPV y Compromís, nadie, ninguna organización económica, social, cívica o de debate ha entrado en cuestionar o replicar que la Diputación Provincial vaya a financiar el nuevo centro de congresos de Alicante, cuando existía un compromiso previo para esa misma infraestructura en Elche, prometida antes y después.
Cierto es que la pandemia ha cambiado las prioridades y que la ciudadanía da muestras de cansancio. Es entendible. Sin embargo, lo que parece extraño es que los colectivos que agitaron el debate sobre la necesidad de generar un nuevo marco de relaciones con Alicante y complementar o reequilibrar inversiones para que no se repitieran los errores del pasado, por una parte, y que Elche recibiera parte de la inversión histórica que ha ido a parar a la capital por el mero hecho de serlo, por otra, estén callados.
Entiendo que los empresarios de Cedelco están pendientes de ese informe que se pidió a la Universidad Miguel Hernández junto con la Diputación de Alicante para explorar las ubicaciones del futuro centro de congresos, que debe tener (o tendrá) dimensiones muy parecidas al de la capital, aunque quizás no en un entorno similar. Tampoco costaba nada recordarle a Mazón que no se olvidara del compromiso de Elche, pese a que el presidente de la institución lo mencionara en el pleno del pasado miércoles.
Me sorprende que una plataforma como Elche Piensa o la Asociación de Empresas Turísticas de Elche no hayan abierto la boca hasta el momento sobre el destino de la inversión, cuando tiempo atrás fue el principal catalizador del debate, no sólo el del centro de congresos o auditorio, sino de la recuperación del centro. Se puede tener ubicación mala, o mejor, pero sin dineros, no hay nada. Tan fácil era, insisto, recordar el compromiso de la inversión, como reiterar la necesidad de que el consistorio pujara por oportunidades de revitalización como el edificio de Zara, que todo hace indicar que acabará en manos del CEU, o la sede de la Fundación CAM ante el fallido intento de compra por parte de la UMH, ahora sondeando el alquiler.
No entiendo al PP y a Cs de Elche. Por mucha razón que tengan en sus críticas alcalde, y su empecinamiento en ubicar el edificio congresual en Carrús, no está de más recordarle a sus superiores que el compromiso de la Diputación es previo y que debería cumplirse, incluso con más celeridad que el de Alicante. Sólo había que disimular y recordarlo. Pero tanto Pablo Ruz como Eva Crisol han preferido antes cerrar filas con sus estructuras internas que reivindicar lo que se prometió para la ciudad. No me cabe duda de que la voluntad sigue existiendo, pero la diferencia es que les ha salido un competidor fuerte, el de siempre, el poder de la capital, y las estructuras jerarquizadas de algunos partidos (y el del único medio de comunicación provincial de papel).
Tampoco la cúpula del PSPV y el Gobierno valenciano han salido al quite de operación de marketing de Carlos Mazón, ni Mireia Mollà le ha dado un codazo a Puig. Nada. Nadie quiere entrar en el enfrentamiento territorial Alicante-Elche y mucho menos en el frenesí inversor de antaño, pese a los remanentes bancarios del que disponen, sobre todo, los consistorios.
Como me dijo una vez un abogado de Elche, el gran problema de Elche está en extramuros. Nadie pelea por la ciudad fuera de ella. Nunca ha habido un lobby político ilicitano. Ya han visto cómo ha reaccionado Ruz, y lo que han movido los Alejandro Soler, Antonio Rodes, Toñi Serna y compañía. O Mollà.
El tiempo pasa y todo se mueve a cámara lenta. Lo del centro no mejora: el CEU se ha adelantado a la UMH, los trámites se eternizan y a ver ahora qué pasa con el edificio del Mercado -una vez descartado el proyecto de Aparcisa- se hace largo; lo dicho, el consistorio no muestra proactividad por dotar de más contenido a determinados edificios -sólo en el caso de la antigua sede de la Seguridad Social- y espera, como un amante, a que la Dama regrese y revitalice la ciudad. El centro de diseño en la antigua Correos se despierta poco a poco.
Y mientras Elche sigue muda, en breve, vendrá el otro debate, el debate de siempre. ¿Alguien ha hecho un estudio de mercado sobre las posibilidades de ambos centros? ¿Competirán por el mismo mercado? ¿Vale la pena tener dos centros de congresos de parecidas dimensiones (con capacidad para unas 2.000 personas) a menos de 25 kilómetros? ¿con qué tamaño? ¿IFA, aprovechando si algún día el tren llega al aeropuerto, podría albergar ese gran centro de eventos para más de 2.000 personas que podría dar servicio a toda la provincia y acoger, a su vez, conciertos masivos? ¿Por qué no se aprovecha la obra de Alicante para revitalizar un barrio como Sangueta y dotarlo de valor? ¿Hay estrategia, o éste episodio ya lo hemos visto?