mi cuerpo, mis reglas / OPINIÓN

El sujeto político trans (II)

15/12/2023 - 

ALICANTE. Si en el artículo anterior hablábamos del factor biológico. En este artículo hablaremos de otros cuatro factores más. 

Segundo factor: ANTIGÜEDAD Y PERVIVENCIA HISTÓRICA

Lejos de ser esa moda que predican algunos, las  identidades trans, como condición biológica autoperceptiva, existimos  desde que existe la Humanidad y nos respalda una amplia historia y  mitología transmitidas a lo largo del tiempo en todas las  culturas. A lo largo de los milenios, las identidades de género no  normativas, junto a las condiciones más visibles de intersexualidad,  hemos crecido y sobrevivido bajo una diversa gama de encarnaciones y  denominaciones; en determinadas épocas y sociedades  se nos ha considerado personajes de poder o mágicos y en otras se nos  ha perseguido y se nos sigue persiguiendo hasta la muerte, por perturbar  y confrontar el concepto binarista a ultranza que diseña esas  sociedades. Se trata de un amplísimo legado de precedentes  culturales que conforman nuestra identidad y del que las personas trans  debemos sentirnos orgullosas.

Un legado que no es conocido todo lo que debiera, ya que  generalmente los esfuerzos de divulgación de la historia de las  identidades trans suelen pecar de superficiales, ya que empiezan a  contarse desde los años 30 del siglo XX, cuando florece  el inicio de la ciencia de la transexualidad con la revelación de un  personaje icónico como es Lili Elbe y también la menos conocida Dora  Richter, los dos primeros procesos de reasignación realizados en la  clínica del doctor Magnus Hirschfeld, en Berlín. Así,  la historia de las identidades de género no normativas se convierte  erróneamente en una historia de la transexualidad.

Después y avanzando en el tiempo, se suelen rastrear las  biografías de personajes del espectáculo, de activistas icónicas o de  personajes histriónicos nada recomendables como ejemplo para la  comunidad trans actual y mucho menos para nuestra  infancia trans, como puede ser en España el caso de La Veneno, una  mujer transexual desde siempre utilizada y ridiculizada, cuya tristísima  biografía ha sido convertida recientemente en una especie de icono  trans y pop. ¿Pero alguna habéis oído hablar de la  investigadora Lynn Conway, pionera en el desarrollo del chip de  silicio?¿O de Wendy Carlos, madre de la música electrónica y autora de  famosas bandas sonoras como A Clockwork Orange o The Shinning?

Según esta reducida visión de nuestra historia reciente  reconvertida en una historia de victimismo, las personas transexuales  somos mártires de la sociedad que a pesar de todo tipo de ataques e  incomprensión hemos conservado en el tiempo nuestra  dignidad de Seres Humanos. Como discurso de superación y reivindicación  de nuestra mayoría silenciosa empujada a vivir en los márgenes sociales  me parece correcto, excepto que, tal y como comentaba al principio, las  personas trans somos mucho, muchísimo más.

¿Conocéis la leyenda griega de Hermafrodito, al que los  dioses fundieron físicamente con la mujer que amaba?¿Conocéis el culto a  Cibeles, la diosa trans de la fecundidad y su amante Atis? ¿Sabéis lo  que son las muxes mejicanas o las personas  dos espíritus de los indígenas norteamericanos? ¿Conocéis a Catalina de  Erauso, la Monja Alférez que bajo identidad masculina luchó en las  guerras de la conquista de América? ¿Al médico

Elena (Eleno) de Céspedes, que desarrolló su carrera  como cirujano en la España del Siglo de Oro?¿Conocéis a la valenciana  Margarida Borrás, ajusticiada en la Edad Media por asumir socialmente su  identidad de mujer? ¿O al Caballero de Eon, espía  del rey Luis XV de Francia que en las cortes europeas alternaba su  doble identidad masculina y femenina? O la leyenda de Rebis que se  divulgó entre los primeros cristianos, la primera criatura humana que  portaba los dos sexos, masculino y femenino, y de la  que el propio Creador tuvo celos por considerarla un ser perfecto. O la  interpretación filosófica del Opus Magnum, la piedra filosofal de los  alquimistas medievales, que no era sino la metamorfosis final del propio  alquimista a un estado superior de Humanidad,  el Divino Andrógino, cuyo cuerpo fundía en su perfección física el  equilibrio entre los dos sexos. Una metáfora tomada por uno de los  padres de la psiquiatría, Carl Gustav Jung, como símbolo del equilibrio  entre todas las partes del YO... Tenemos miles de  ejemplos de esta valiosísima herencia cultural, que desde los abismos  del tiempo nos sigue gritando quiénes somos.

La historia de las identidades trans y las no normativas  no comienza en los años 30 ni en Stonewall. No sólo somos personajes  folclóricos, no sólo somos activistas políticos, no sólo somos víctimas  de la sociedad o la anécdota propicia para  rellenar los noticiarios. Desde el principio del devenir humano hemos  sido adoradas como dioses, perseguidas como demonios, e incluso algunos,  como os comento, han llegado a considerar la mágica fusión simbiótica  de los géneros masculino y femenino como el  estado superior de la ideal evolución espiritual del Ser Humano. Una  historia escondida y mucho más apasionante y rica que la que se suele  generalmente divulgar. Ya es hora también de que la Comunidad Trans e  lntersexual, las cuales hemos caminado juntas durante  mucho tiempo, empecemos a conocer nuestras robadas raíces,  transmitirlas y reivindicarlas con el lícito Orgullo que nos  corresponde.

Tercer factor: ORGULLO DE SER PERSONAS TRANS

Aunque esto parezca una perogrullada en un texto que  pretende ser activista, no tengo más remedio que subrayarlo porque ésa  debe ser siempre nuestra actitud, siempre con la cabeza muy alta siendo  conscientes de todo lo que somos y de todo lo  que representamos.

Orgullo de ser quienes somos y nunca victimismo, sino  todo lo contrario. Se trata precisamente de hacer valer nuestra  naturaleza, nuestra esencia, nuestro espacio en la sociedad y nuestros  derechos como Seres Humanos. Y nunca dejarnos pisotear.  Contestemos siempre con racionalidad y, si es necesario, también con la  pertinente contundencia a la más mínima ofensa, a la más mínima  afrenta, al más mínimo cuestionamiento de nuestra realidad. De nosotras  depende: si ejercemos de víctimas, como víctimas  se nos va a tratar.

Y este Orgullo también debería significar no  obsesionarnos nunca con ese peso llamado cispassing, con el que la  sociedad mayoritariamente binaria en la que se desenvuelven nuestras  vidas nos ha obligado a cargar y con el que somos laminadas  para su propia conveniencia. Aunque naturalmente cada persona  individual es y debe ser libre de realizar su elección de vida, nuestra  actitud ideal no debería ser fingir por miedo una irrealidad que no  somos para que la sociedad nos acepte, sino obligar a  esa sociedad a que nos acepte y respete tal y como somos y como  nosotras elegimos mostrarnos al mundo, justo como debe hacer con todo  Ser Humano.

Las personas trans no somos y nunca seremos personas  cis, ni tampoco lo necesitamos. Somos hombres y mujeres trans con todo  lo que esta verdad conlleva, algunas de nosotras no son ni hombres ni  mujeres. Ésa es la espléndida realidad que debemos  reivindicar y de la que siempre y en todo momento debemos sentirnos  Orgullosas.

Cuarto factor: DERECHOS HUMANOS

Como ya he mencionado en un artículo anterior en el que  trataba el tema exhaustivamente, el reconocimiento de las identidades  trans por nuestra Sociedad Occidental es ahora mismo la culminación y el  mayor avance ético realizado sobre los derechos  promovidos en la Declaración Internacional de Derechos Humanos. Cuando  defendemos los derechos de las personas trans estamos en realidad  defendiendo los derechos individuales de todo Ser Humano, la propiedad  individual sobre su propia vida y su propio cuerpo,  y esta realidad significa la mayor revolución ética de la historia  humana.

Aunque todavía discutido por algunos, el poder de  decisión sobre nuestro cuerpo es un Derecho Humano básico, un derecho  que no debe estar de ninguna manera ni por ninguna razón sujeto a  prohibición, restricción ni manipulación. Para ser del  todo completo, este derecho sobre nuestro cuerpo debe comprender el  ejercicio en libertad de su expresión, utilización y  transformación.

Quinto factor: TRANSHUMANISMO

Como ya hemos visto, las identidades trans tenemos un  inmenso pasado a nuestras espaldas, pero somos también futuro y nuestra  existencia simboliza por sí sola y sin complejos la vanguardia de este  futuro ya no tan lejano.

El concepto de transexualidad forma parte por propio  derecho del Transhumanismo, en el sentido en que esta por ahora poco  y  mal conocida escuela de pensamiento defiende entre otras muchas cosas el  derecho moral de aquellos Seres Humanos que  desean utilizar las técnicas a su alcance para ampliar sus capacidades  mentales y físicas con el objeto de mejorar el control sobre sus propias  vidas, utilizando la carne humana como material moldeable y sujeto de  cambio y experimentación de acuerdo con los  designios de su voluntad individual (derecho de transformación).

Los tratamientos quirúrgicos y hormonales que utilizamos  las personas transexuales para adaptar nuestro cuerpo a nuestra  personalidad real nos incluyen por lógica y derecho dentro de esta  innovadora mirada al futuro, la cual posee en sí misma  la capacidad de modificar además todos aquellos viejos dogmas y  conceptos sociales y éticos a los que esta perspectiva científica empuja  y encamina a evolucionar. Como ya he comentado más arriba, las  identidades trans existimos desde que existe la Humanidad,  pero las personas transexuales que formamos parte de esta Comunidad  somos por voluntad propia legítimas hijas de la ciencia y del progreso,  tanto técnico como moral.

Concluyendo: la simple existencia de las personas trans y de las  identidades de género no normativas significa, a nivel social y ético,  el cuestionamiento, la transgresión, la provocación y la capacidad de  transformación y liberación de la pesada cadena binarista  que todavía funciona como uno de los pilares básicos de las sociedades  actuales. Ése es nuestro poder, la razón por la que se nos teme y se nos  intenta anular. Ahora debemos descubrir cómo utilizarla.

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