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MI CUERPO, MIS REGLAS / OPINIÓN

El sujeto político trans (I)

1/12/2023 - 

ALICANTE. En otras ocasiones os he hablado de la muy urgente y  necesaria creación y consolidación de un sujeto político sólido para las  personas trans. Un sujeto político entendido como la descripción de lo  que somos, junto a los factores que nos conforman  como grupo interactuante en la sociedad. Un grupo social sujeto a  derechos y a deberes tanto generales como específicos, los cuales deben  mostrar una necesaria y justa relación de equidad con respecto a los  derechos y deberes de todos los demás grupos sociales  que conforman una sociedad democrática y sujeta a derecho como lo es  todo régimen político avanzado.

Un sujeto político sólido y real para nosotras, las  personas trans, debe siempre sostenerse sobre premisas sólidas y reales  como base fiable para poder ejercer nuestro activismo, y sobre razones  sólidas y reales para reclamar y exigir los derechos  que aún nos faltan social y legalmente para poder consolidar esta  equidad.

Un sujeto político sólido y real que ahora, a mediados  del 2023, nos sigue faltando. Nadie habla de ello, no existe, ni está ni  se le espera. ¿Y qué es lo que tenemos, entonces? Durante las últimas  décadas la Comunidad Trans española hemos basado  nuestra lucha en un sujeto político raquítico, evanescente y del todo  inefectivo, un sujeto político secuestrado bajo premisas manipuladas  ideológicamente, doctrinas acientíficas del todo falsas pero  convenientes a ciertos intereses, y un buenismo ingenuo  de pacotilla. Un sujeto político inoperante que se ha estrellado  estrepitosamente a la hora de reclamar y exigir una Ley lntegral Trans  que consolidase nuestros derechos a nivel nacional.

Ya lo sabemos y nos queda del todo claro: las personas  trans somos Seres Humanos, y por eso debemos gozar de los mismos  derechos que el resto de la ciudadanía. Naturalmente, esa verdad es  obvia y no admite discusión. El problema es que en estos  tiempos esta obviedad no les basta a algunos y, por mal que nos pese y,  siendo como somos, un grupo social (engañosamente) joven y, para una  gran parte de la sociedad, todavía desconocido y sujeto en la cultura  popular a estereotipos falsos y del todo degradantes  para nosotras, tenemos que armarnos con muchísimo más. La batalla en la  calle es decisiva, y la tendremos que ganar con nuestra desnuda y  resplandeciente verdad. Y la buena noticia es que argumentos reales y  sólidos para reclamar nuestros derechos los tenemos  de sobra.

Pero antes de ello deberemos salvar el obstáculo más  importante con el que la Comunidad Trans nos tropezamos ahora de buenas a  primeras, y que no es otro que nosotras mismas. En los últimos tiempos  parecemos haber olvidado que la utilidad de  nuestra lucha debería ser la de atender nuestras reclamaciones y  exigencias, no las de los demás. Hemos permitido que sean otros los que  nos parasiten y hablen por nosotras, hemos permitido que sean otros los  que nos definan y definan nuestras necesidades,  y hemos permitido a su vez que sean esos otros quienes nos suplanten,  pregonando y proclamando sus derechos y ambiciones utilizando nuestra  voz, colonizándola con su propio lenguaje, engañándonos y utilizándonos a  nosotras y nuestras vidas para su propio beneficio.  En este engaño la Comunidad Trans tenemos una gran parte de culpa, y  sólo nosotras, las personas trans con una consciencia diáfana de  nuestros derechos y reclamaciones, tenemos el poder de dar el vuelco  necesario a este estado de cosas, simplemente porque  a estas alturas nadie más lo va a hacer por nosotras.

Retomémoslo de nuevo, por cierto y obvio: somos Seres  Humanos y lo somos en toda su amplitud, pero también lo somos en el  sentido de que para que nuestro activismo sea efectivo no somos ni  necesitamos ser el brazo político de ninguna ideología  ni subordinar nuestra voz ni mucho menos la consecución de nuestros  derechos aún no conquistados a ella. Es a partir de esta condición  gloriosamente desnuda de Ser Humano con todos nuestros derechos y  deberes desde la que debe nacer y expandirse este, ya más  que quimérico, embrionario Sujeto Político. Y esta condición desde la  que nace debe ser, además del principio, la verdad subyacente a todos  aquellos factores que significan, implican y proclaman nuestra  condición.

¿Y cuáles son estos factores?

Comencemos primero por LO QUE SOMOS. Empecemos hablando de BIOLOGÍA.

Biología, la base de nuestra fisicidad carnal, y también  de nuestra mente y pensamiento... La base primordial que constituye  todo lo que somos. Al contrario de lo que en estos días se suele  proclamar desde diversos intereses políticos e ideológicos,  la identidad de género del Ser Humano está demostradamente basada en  condicionantes biológicos concretos, por lo cual no es ningún constructo  social. Sólo es a partir de esta impronta biológica que a lo largo de  nuestra vida actúan un conjunto aleatorio de  influencias ambientales y educativas. Muchas de nosotras aún no lo  saben porque nadie se ha ocupado de decírselo, y muchas otras no lo  quieren saber porque se muestran satisfechas y cómodas con los falsos y  esquemáticos conocimientos que hasta ahora se les  han dado. Pero llega un momento en el que todas las personas trans  debemos afrontar la verdad, nuestra verdad, y por nuestra propia  supervivencia esto nos tiene que quedar muy claro a todas: no somos  sentimientos, no somos subjetividades. Aquello que las personas  trans somos, experimentamos y transmitimos es la manifestación de  nuestra naturaleza biológica, ese germen primordial que conforma toda  nuestra única e insustituible individualidad humana.

Como primera premisa para conformar nuestro Sujeto  Político sólido, ya va siendo hora y debe quedarnos claro aceptar y  divulgar el hecho de nuestras identidades trans en su completa dimensión  como lo que somos y está demostrado científicamente:  no un "sentimiento", sino una sensación o percepción basada en una  serie de condicionantes biológicos que empiezan a fijarse ya desde el  estado prenatal. Estos condicionantes son tanto neurológicos y genéticos  como hormonales y, lo vuelvo a decir, sólo es  a partir de este conjunto de improntas de fábrica que después empiezan a  actuar a lo largo de la vida los ya conocidos y manoseados  condicionantes sociales y educativos.

A la vez que asimilamos este conocimiento debemos  desechar de una vez por todas de nuestro vocabulario las expresiones  sentimiento y subjetividad, palabras que hasta ahora sólo nos han  servido para que cualquier político cateto o malintencionado  opinador de barra de ésos que por desgracia se prodigan tanto en la  actualidad nos tache directamente como enfermas, degeneradas y toda esa  sarta de estupideces con las que quienes me leéis ya estaréis de sobra  familiarizadas. Y esto lo hacen, además, obviando  el hecho de que hace ya algunos años que la condición trans  directamente ya no existe en el catálogo de patologías de la OMS. La  condición trans no es ninguna enfermedad, las personas trans no somos  enfermas ni por lo tanto necesitamos ningún tipo de "cura".  Y hasta que nosotras mismas no abandonemos esta evanescente y del todo  falsa forma de pensar y de expresar nuestra realidad, no vamos a  conseguir absolutamente nada. Nuestros derechos y reclamaciones se van a  ver ridiculizadas por nuestro sempiterno enemigo,  la transfobia militante, la cual, desde todos sus frentes, ha aprendido  muy bien a jugar con la retórica: "No se puede legislar sobre  sentimientos", "ser mujer no es un sentimiento", son algunas de esas  frases que las personas trans estamos hartas de escuchar.  Pues claro que no lo es, nuestra condición trans no es ningún  sentimiento sino, lo vuelvo a recalcar, la percepción y manifestación de  una constatada realidad biológica. La condición trans no es un  sentimiento, no es una subjetividad ni mucho menos una enfermedad.  Y esta incontrovertible realidad biológica podemos y debemos utilizarla  a nuestro favor.

Sobre esta falsa teoría new age del constructo social se  ha erigido la mal llamada y tristemente fallida Ley Trans, la cual, al  basarse en la nebulosidad de esa nefasta premisa, ha acabado excluyendo y  relegando a la no existencia a la infancia  trans y a las personas no binarias, tratándolas desde las mismas  políticas que han redactado y moldeado este documento legal, como "moda y  capricho". Por otra parte, este documento de la vergüenza se ha  atrevido también a excluir la violencia intragénero exclusivamente  por razones políticas e ideológicas, y ha consagrado la extraña  expresión "identidad sexual y expresión de género" desterrando la expresión Identidad de Género, que es el concepto científico consolidado  desde hace décadas con el que se nombra aquí a esta parte  constituyente de la personalidad humana en la mayoría de Leyes LGTBI y  Trans autonómicas. Aunque según sentencia del Tribunal Constitucional  nuestra jurisprudencia establece que estos dos términos son análogos y  sinónimos, y aún declarando la misma sentencia  que el término Identidad de Género se ajusta más a la realidad de las  definiciones Sexo y Género, tenemos claro que esta chapucera dicotomía  debería ser rectificada y uniformizada con respecto a las demás leyes  españolas para no dar lugar a posibles y perjudiciales  malos entendidos.

¿Qué hubiera pasado si para confeccionar esta ley se  hubiera partido desde nuestra condición real, desde esta demostrada base  biológica? Pues simplemente que en ella nuestra realidad humana habría  encajado mucho mejor, por lo cual recibiría  un tratamiento mucho más justo, el que de verdad le corresponde. Las  infancias trans y las personas no binarias son una parte  incontrovertible de este arco biológico, y por lo tanto son una parte  integrada e indisoluble de ese todo que formamos las identidades  trans. Desde el activismo trans debemos denunciar esta ley cosmética e  ilógica, mutilada y corregida sobre una falsa realidad que no es la  nuestra, aprobada de prisa y corriendo por razones electoralistas,  creada para contentar a todo el mundo excepto a las  personas trans. La mal llamada e inoperante Ley Trans no nos sirve,  debe ser modificada o directamente derogada y lograr que de sus cenizas  surja otra Ley edificada sobre el andamiaje científico, el único sólido y  posible. Y un buen modelo para esta nueva  y efectiva ley nacional podría ser perfectamente la Ley Trans de la  Comunidad Valenciana, considerada directamente como una de las mejores y  más avanzadas del mundo.

Resumiendo: tratar la condición trans, tanto desde la  perspectiva biológica como desde la psicológica, no puede ser otra cosa  que beneficioso para todas nosotras, porque es el único camino que parte  de nuestra verdad científicamente demostrada.  Quede bien claro que las personas trans no necesitamos ningún tipo de  excusa ni pretexto para validar nuestra existencia, pero persistir en la  teoría del "constructo social" tal y como se ha hecho hasta ahora y se  sigue haciendo para reclamar nuestros derechos,  resulta en la práctica lo mismo que crear mapas de rutas aéreas  basándose en la teoría de la tierra plana.

La solidez de nuestra condición biológica avalada por la  ciencia debe constituir para las personas trans la piedra angular de  nuestro Sujeto Político.

Continuará.

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