El próximo 30 de junio, con las cuestiones previas, arranca en la Sección 3ª (Penal) de la Audiencia Provincial de Alicante el juicio de la pieza separada del caso Brugal sobre el presunto amaño del Plan General de Ordenación Urbana de Alicante en favor de Enrique Ortiz.
Lo anterior y el miedo (infundado para cualquiera que confíe a la par que respete a la Justicia) a que el clima de contestación que reina en el entorno del Hércules le perjudique en dicho proceso llevó a Ortiz (aconsejado por alguno de sus asesores) a recuperar a Quique Hernández para la presidencia del club y a correr a través de él, su particular 'hombre de paz', la cortina de humo de que está dispuesto a vender.
Como no es la primera vez que hace ambas cosas, nadie cree que estemos ante un cambio en su idea de club y mucho menos ante el principio del fin de la era Ortiz en el Hércules. Ante el principio del fin del club sí y no solo por la situación clasificatoria del equipo, también por los continuos bandazos que protagoniza. El último este martes cuando precisamente Hernández, que regresó pidiendo (otra vez) unidad y hablando de profesionalizar la entidad, decidía destituir al entrenador desoyendo la opinión de los profesionales que integran la comisión deportiva.
Los números con Vicente Mir en el banquillo eran tan pobres como los de sus antecesores pero la diferencia es que ahora estamos ante el último tercio de competición, al que el equipo llega a cinco puntos de la salvación, sin posibilidad de fichar y después de que hayan pasado ya otros dos técnicos por el cargo. Qué pensarían los jugadores el miércoles cuando vieron que iban a volver al trabajo a las órdenes de Antonio Moreno, el entrenador del filial, y no José Vegar, el segundo técnico del primer equipo. Lo anterior por no hablar de lo que pensarán este jueves cuando a tres días de la final ante la Llagostera se ejerciten nuevamente con un entrenador interino porque se prescindió de Mir sin tener ni apalabrada la contratación del sustituto.
El Hércules sigue siendo lo último.
