Tras la renuncia de Brasil y las tensiones sociales de Chile, Madrid acoge del 2 al 13 de diciembre la Conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP25). A pesar de que los países más contaminantes, EEUU, China, India y Rusia, no han considerado que el asunto sea suficientemente importante para asistir, alrededor de 200 delegados y ministros de casi todos los países sí que estarán presentes. Bajo el lema “Tiempo para actuar”, intentarán alcanzar un acuerdo para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero (GEI) y poner en marcha los mercados de emisiones recogidos en el Acuerdo de París. El objetivo es evitar que el calentamiento del planeta supere los 2ºC y promover esfuerzos adicionales para que sea inferior a los 1,5 ºC. Además, se quiere reducir las emisiones de GEI un 45% para 2030. "Estamos en un agujero profundo y seguimos cavando", advertía Antonio Guterres, "pronto será demasiado tarde" para que el calentamiento se quede dentro de esos márgenes seguros.
El último Informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), avisaba de que, si no se toman medidas inmediatamente, el calentamiento global del planeta podría aumentar hasta 1,5ºC entre los años 2030 y 2052. Los países deben multiplicar por cinco sus planes de recorte para lograr reducir la temperatura al objetivo planteado.
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, entre 1990 y 2017, España fue uno de los países de la Unión Europea (UE) en el que más crecieron las emisiones de GEI, un 17,9%. Este dato contrasta con del conjunto de la UE, que redujo un 23,5% sus emisiones. No debemos olvidar que España es un país importador de fuentes de energía, principalmente petróleo y gas natural. Mientras su dependencia energética representa el 73,4%, la media de la UE es de un 55%. Por este motivo, aprovechar los recursos renovables propios resulta de vital importancia para reducir la importación de fuentes de energía y reducir sus emisiones.
En su intervención, Pedro Sánchez apremió a ir más allá y hacer las cosas “más rápido” en la reducción de emisiones de GEI, porque si no se fija un punto de inflexión, “dejaremos atrás el punto de no retorno”. Sin embargo, a pesar de que España es uno de los países que sufrirá en mayor medida los rigores del cambio climático, no ha hecho sus deberes. En cumplimiento con lo establecido en la Directiva 2009/28/CE, se comprometió a que en 2020 el consumo de energías renovables alcanzaría el 20%. Sin embargo, dado que en el 2018 se está en el 17,3%, difícilmente se cumplirá con este objetivo. Y más difícil se antoja cumplir el objetivo del 32% en el uso de energías renovables para 2030 establecido por Directiva Europea Renovable REDII.
En 2018 las energías renovables representaron el 13,9% de la energía primaria, ocupando la tercera posición, por detrás del petróleo (44,9%) y del gas natural (21,1%). Tras las renovables se situaron la nuclear (11,3%) y el carbón (8,6%). De las energías renovables, la energía eólica ocupó la primera posición (70,2%), seguida de la solar fotovoltaica (14,2%), la solar termoeléctrica (7%), la minihidráulica (6,3%) y la biomasa (2,3%).
Recientemente, el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables en España elaborado por la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), puso de manifiesto que en el año 2018 las energías renovables aportaron al Producto Interior Bruto 10.521 millones de euros, empleando a 81.924 trabajadores. Además, evitaron que la factura del petróleo se redujera en 8.547 millones de euros. De esta forma, además de abaratar el precio del mercado eléctrico en 4.735 millones de euros, impidió que se vertieran 56.659.226 toneladas de CO2. De ahí que no se entienda cómo las energías renovables no representen un mayor porcentaje en España y no se haya apostado más por un sector con un gran valor estratégico.
Para revertir esta situación, se ha tramitado la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. El objetivo es que en 2030 las energías renovables representen el 35%, y contar con un 70% de electricidad procedente de fuentes limpias, cifra que será del 100% en 2050.
La Comunidad Valenciana presentará en la Cumbre de Madrid su estrategia de lucha contra el cambio climático. Debido a su extenso litoral marítimo, sus características medioambientales y su ubicación geográfica, la Comunidad Valenciana se configura como un territorio especialmente vulnerable. No se puede negar que el cambio climático está afectando a la costa Mediterránea y, en concreto a la Comunidad. Es indiscutible que se ha producido una disminución de la frecuencia de las precipitaciones y un aumento de episodios extremos como la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) recientemente sufrida. Según el Observatorio de la Sostenibilidad, las inundaciones pondrán en situación de riesgo a 150.000 habitantes de las zonas costeras de nuestro territorio.
El Informe de Medio Ambiente en la Comunidad Valenciana advierte que se sufrirán con más frecuencia olas de calor. En siete de los últimos veinte años las temperaturas medias han superado en 0,5ºC los valores normales, destacando 2017 con un 0,7ºC. La previsión es que la temperatura aumente en 2,2ºC en 2040 y hasta 3,8ºC en 2100. Como consecuencia de este calentamiento del Mar Mediterráneo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) prevé que el aumento del nivel del mar en 2100 tendría efectos catastróficos sobre la costa mediterránea.
En el lado opuesto, la intensificación de los períodos de sequía en la Comunidad Valenciana supondría una disminución drástica de las reservas hídricas, la pérdida de biodiversidad y ecosistemas, un aumento de la desertificación y la pérdida de grandes extensiones de superficie de cultivo. Actualmente las reservas de agua embalsada son del 36,5%, un 6% menos que la media de los últimos diez años. Situación que, según el Centro de Estudios Hidrográficos, empeorará ya que prevé que disminuyan entre un 3% y un 7% hasta 2040. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 28% de la Comunidad Valenciana se encuentra en riesgo de convertirse en un desierto a finales de siglo.
Inevitablemente, estos graves efectos climáticos tendrán impactos negativos en la economía. El reciente informe PESETA III del Centro de Investigación Conjunto de la Comisión Europea sobre los efectos del cambio climático en la economía europea señala que, si no se actúa de forma inmediata, a partir de 2040 la pérdida económica en el PIB regional de los territorios costeros del Mediterráneo será del 2% anual.
En términos similares a lo acaecido a nivel nacional, en el año 2017, las emisiones en la Comunidad Valenciana han sido superiores en un 29% a las asignadas. El sector cerámico fue el sector que más gases lanzó, con un 33% del total. A continuación, se sitúan la industria del cemento (22%) y la de generación eléctrica (19%). Y, también de forma similar, la generación energética de la Comunidad Valenciana presenta un pobre bagaje en energías renovables. Los datos extraídos de los Indicadores del Sistema Eléctrico de las Comunidades Autónomas de Red Eléctrica de España constatan que, en 2018, el 18,45% de la energía generada en la Comunidad Valenciana procedía de las renovables. Muy por debajo de la media nacional del 38,10%. Ocupando el tercer lugar tras la energía nuclear (46,02%) y la térmica (21,54%). Y seguida por la cogeneración (8,59%) y la hidroeléctrica (5,05%). En cuanto a las energías renovables, el primer lugar lo ocupó la eólica (12,87%), seguido por la solar fotovoltaica (2,76%), la hidráulica (2,18%) y solar térmica (0,46%). Datos inferiores a los nacionales que, respectivamente, alcanzan unos valores del 19%, 2,97%, 13,7% y 1,70%.
Con la finalidad de revertir esta situación tan adversa la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica, ha comenzado el proceso de elaboración de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética para lograr una transición ordenada hacia una economía baja en carbono y resilente frente al cambio climático. El objetivo es reducir un 40% las emisiones contaminantes en 2030 y que el 100% de la energía provenga de fuentes limpias en 2050.
Pues bien, esperemos y deseemos que esta vez nuestros dirigentes vayan en serio y sí actúen urgentemente para cambiar el cambio climático adoptando medidas concretas. No podemos permitir a nuestros dirigentes mundiales, europeos, nacionales y autónomos discursos vacíos que sean únicamente declaraciones de buenas intenciones. Nos estamos jugando el futuro de nuestro planeta y, por ende, de la humanidad.
José Antonio Cavero Rubio