ALICANTE. El distanciamiento de Gabriel Echávarri con Pedro Sánchez ha sido como el de dos novios que poco a poco dejan de quererse: el tiempo les ha puesto en sitios diferentes -o en su sitio natural, según se vea- y ahora era mejor un divorcio en público, que no un tortazo a escondidas.
Se podría decir que desde el fatídico comité electoral del PSOE de octubre, en el que los barones pasaron a cuchillo al líder socialista, Pedro y Gabriel, amigos, muy amigos en los escaños del congreso, han ido distanciándose y es posible que ninguno de los dos creería estar dónde está cada uno ahora, dentro de la nueva configuración interna del partido.
Pero vayamos por partes. Lo de Pedro está claro, a mi modo de entender. Después de ser desahuciado por los suyos, vejado y traicionado por los más cercanos, Sánchez se ha situado en el ala más izquierda del partido -Pedro El Rojo, como lo llamaba Odón Elorza tras las reacciones de los barones a su programa de partido- para desde ese flanco, y desde las bases y con el Noesno como bandera, recuperar el poder de la militancia, aquella que fue vilipendiada en ese luctuoso sábado de octubre y resituar al partido como principal opción de la izquierda, que sólo puede recuperar la vocación de gobierno con la suma de otras formaciones de izquierda. No lo queda otra para luchar contra el stablishment del partido.
Eso Echávarri ya lo tiene -otra cosa es cómo lo lleva-. Es alcalde de Alicante con un tripartito maltrecho, pero desde su morada en la Plaza del Ayuntamiento de Alicante ve las cosas desde otro prisma: la instituciones necesitan estabilidad -porque sufre inestabilidad, o a veces se la busca- y hay que consolidar la recuperación de la gente, que ahora empieza mantener empleos. Por eso, coincide con los barones y prefiere un PSOE estable al vértigo de tensar otra vez al país en una nueva consulta electoral.
Pero además de eso, está el nuevo mapa interno. Como Gabriel conoce a Pedro, lo que pensaba entonces y lo que piensa ahora, pues ahora no ve muy bien algunos de los compañeros de viaje con los que Sánchez recorre España, llena auditorios y lo intenta de nuevo; y eso mismo le ocurre a él: Echávarri debería hacer campaña con sus enemigos internos de toda de la vida, los de él y los de su mentor, Ángel Franco.
Y después, hay un tercer elemento, derivado de los dos primeros: Echávarri necesita a la Generalitat y Puig necesita a Alicante -la Generalitat se decide en Alicante, cosa que los socialistas olvidan siempre y sólo se acuerdan cuando faltan meses para echar el voto-. Y es mucho más cómodo reivindicar con el viento a favor, que no a las malas, como cuando empezó el mandato, que alguien metió cizaña para que la conexión Puig-Alicante no funcionara bien. Porque a pesar de las salidas de tono, de las tensiones en redes sociales y el tira y afloja con sus socios, al alcalde, por desgastado que esté, aún le quedan días de gloria -la Volvo Ocean Race, sin ir más lejos- y agendas que compartir. Y siempre será mejor ir a buenas con Puig, que no montando más numeritos. Y también están las listas electorales, las de ahora y las que están por venir. Y en esas Echávarri, junto a Puig, siempre tendrá la última palabra para repetir, elegir sucesor o sucesora y buscar otro destino. Otra cosa es que se hundan los dos, circunstancia que también puede ocurrir.
Y todo eso pesa mucho más que tener que envainársela e ir a pedir el voto para Sánchez, por amigo que sea, con los Mira-Perceval o los catedráticos de la UA, el denominado socialismo caviar, que nunca quisieron saber nada de los almuerzos de las hogueras o pisar los decorados de la película Criando Ratas. Pues eso. Y porque, sobre todo, Echávarri siempre fue aparato. Y lo que no quiere es luchar contra el aparato. Lo que pasa es que Pedro Sánchez fue aparato, pero de prestado, y ganó unas primarias con el aparato en su chepa.
Y ahora cada uno está en un sitio diferente: Gabriel con el lermismo de café, copa y puro; y su amigo Pedro, haciendo la calle con el militante de base. En el PSOE no eres nadie hasta que te lo ganas, a no ser que seas aparato. Pues eso explica todo esto: cada uno ahora está en sitio, otra cosa es cómo acabe esta partida. Sánchez se lo tiene que ganar; Echávarri lo tuvo más fácil.