El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres”, dijo Platón. El gobierno de los capaces decía el filósofo helénico. Ejecutivo conformado por no solo los ciudadanos más preparados de las polis sino los más virtuosos. Concebía en los adentros de su pensamiento a un hombre capaz no por su capacidad intelectual sino también por la simbiosis entre esas actitudes intangibles y una serie de principios morales. Tanto es así que establecía el requisito indispensable de que estos gobernantes tuvieran una idea nítida sobre la justicia, ideal que se conquistaría, según este, con la consecución de haber aprendido los valores de la prudencia, de la fortaleza y de la templanza.
Si Platón levantara la cabeza seguramente volvería a meterla en el testo o emprendería la aventura de regresar de ultratumba para gestionar un buen gobierno con las señales mostradas en La República. No sé si soy repetitivo, pero la cosa está muy mal. El otro día navegando por Twitter me topaba con el texto publicado por el perfil oficial del PSOE en Alicante condenando los presuntos amedrentamientos de Luis Barcala hacia la concejala Llanos Cano. Le mandé un mensaje a la edil en cuestión para preguntarle por lo sucedido y me envío el escrito en cuestión. El alcalde tiene todo el derecho a adquirir la postura rocosa con la que actuó al exigirle mil euros de multa al Tribunal Central de Recursos Contractuales, pero no se puede olvidar la garantía con la que goza la oposición de exigir responsabilidades y auditar los movimientos del bipartito. Potestad que está por encima de todo arrebato porque a diferencia de Cuba, vivimos en una democracia. Son pues estas libertades las que dotan al PSOE de la facultad de pedir explicaciones al gobierno local. Para que luego compartan mesa ministerial con personajes que ponen de ejemplo a la dictadura cubana como un vergel de libertades…Se parece a la surrealista paradoja del Rufián, -sí, va con doble sentido-, que califica a España de Estado fascista mientras no le tiembla el pulso para sacar del cajero su remuneración como diputado de una dictadura.
Luego se preguntan algunos que si he evolucionado ideológicamente a una derecha moderada. Empezando por que trasmutar es algo natural en el ser humano, el que no avanza retrocede, en lugar de caer en las manidas etiquetas polarizantes, me he vuelto más lucido. No me he dejado llevar por un falso progresismo asalvajado que tan bien retrata Félix Ovejero en La deriva reaccionaria de la izquierda, ni por el centro centrado con grandes trazas de tibieza. Lo segundo fomenta las fechorías de los primeros. Tampoco ayudan los toques esperpénticos de los reaccionarios radicales que convierten en buenos a los que son el verdadero peligro para la sociedad. Los malos siempre actúan con lucifer como cooperador necesario y los virtuosos están jugando con las mismas reglas hasta que al final se corrompen. Señor Barcala, Luis, que nos conocemos desde hace tiempo, no actúes como tu predecesor, el señor Echávarri, a diferencia de él tú tienes más educación, preparación, clase y honestidad. El antiguo regidor socialista de la anterior legislatura es un ejemplo claro de cómo no debe ser nunca un político que aspire a ser un buen gobernante.
Dirigentes que además de tener currículums envidiables. Ya vemos cómo muchos se encargan de engordar sus trayectorias académicas con másteres falsos o con títulos falsos, -es lo que tiene la era de la titulitis-, con el fin de justificar su presencia en los círculos de poder. Olvidan que aparte de ser licenciados, graduados, doctores cum laude, catedráticos, CEO´s etc, la ciudadanía necesita a gobernantes honestos que gobiernen para los españoles y no para ellos mismos. Hemos olvidado la virtud y nos hemos obsesionado de la actitud.
“Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”, señaló el psicólogo estadounidense Howard Gardner. Por esa regla de tres, un individuo malicioso jamás llegará a ser buen político. Por mucho que exista el mito de que no hay dirigentes bondadosos, la triste realidad es que en muchas ocasiones los virtuosos coexisten con los malos, pero a diferencia de los segundos, los cuales no cesan de hacer ruido, los que podrían cambiar las cosas permanecen impasibles silenciosamente por miedo a que les corten la cabeza. Hay que ser valientes y parar los pies a todos estos caciques que han hecho del arte de lo posible su cortijo particular sin miedo a obtener represalias.
Dios les alquiló el mundo a los valientes.