'cuando el destino nos alcance' imaginaba un mundo superpoblado y famélico

¿Nos ha alcanzado el destino? La distopía con Charlton Heston en 1973 que anticipó... 2022

21/11/2022 - 

ALICANTE. En los últimos sesenta y primeros setenta a Charlton Heston (1923-2008), que ya había sido Moisés, Ben Hur y El Cid en la gran pantalla (pero aún no se había metido en la piel de Marco Antonio para tocarle los pechos a Carmen Sevilla) le dio por protagonizar cintas de ciencia ficción distópica. De hecho, se puede decir que Heston está en tres de las mayores historias de culto del subgénero de todos los tiempos: 'El Planeta de los Simios' (1968), con ese extraordinario giro final del que actualmente se hace spoiler directamente desde la carátula; 'The Omega Man' (1971), basada en 'Soy Leyenda' de Richard Matheson, y que muchos años después sería interpretada por Will Smith (y por Homer Simpson); y 'Soylent Green' (1973), traducida en España en una nueva demostración de que nos pffff en los títulos originales como 'Cuando el destino nos alcance'.

En 'Soylent Green', basada en la novela 'Hagan sitio, hagan sitio' de Harry Harrison, Heston interpreta al detective Robert Thorn, un policía que vive en unos superpoblados Estados Unidos y debe resolver la muerte de un importante directivo de Soylent, la empresa que fabrica el alimento supuestamente ('supuestamente' es la clave) hecho de algas más popular entre las clases bajas en una época en la que los recursos naturales ya no dan de sí para sostener a tantos millones de personas. 

Nótese que tanto la novela, de 1966, como la película se 'creen' la teoría malthusiana que, a finales del XVIII, incapaz de prever los adelantos tecnológicos y la globalización, vaticinaba que a medida que la población del planeta aumentase, la calidad de vida bajaría por el agotamiento de los recursos naturales. Heston/Thorne deambula así por una Nueva York con tantos habitantes como tiene hoy España (cinco veces más que la población actual de la ciudad), donde los pobres se hacinan famélicos en las calles mientras una muy reducida clase privilegiada tiene todo tipo de lujos (como comida de verdad) en unos apartamentos muy 'La naranja mecánica'.

Sol (Edward G. Robinson), en el centro de la imagen, hace cola para conseguir agua

La gracia del asunto estriba en que la cinta, dirigida por Richard Fleischer (1916-2006), realizador entre otras muchas de 'Viaje alucinante' (1966) o de la segunda parte de Conan, 'El destructor' (1984), está ambientada en un futuro tan lejano... como 2022. Calma, porque otros futuros cinematográficos ya han quedado desmentidos al convertirse en pasado: Skynet no tomó conciencia de sí mismo en 1997, en 2001 no descubrimos ningún monolito en la luna, y bueno, Mattel no había sido capaz de inventar para 2015 el skate volador que mostraba 'Regreso al Futuro II' (1989).

Crecimiento poblacional y cambio climático

¿Nos ha alcanzado sin embargo el destino de Charlton Heston en 'Soylent Green'? Pues lo cierto es que nuestro 2022 tiene algunas (e inquietantes) coincidencias con el que imaginaba la película de 1973. Empezando por el crecimiento exponencial de la población humana de la tierra: somos exactamente el doble de habitantes (7.800 millones) que cuando se estrenó la cinta hace medio siglo (3.900 millones). Pero es que, cuando empezó el XXI, en la tierra habitaban 6.000 millones de almas. La curva es evidente.

¿Nos hemos quedado sin recursos y tenemos que comer las misteriosas galletas de Soylent? Bueno, aún no. Pero es cierto que, si bien los avances tecnológicos en el sector primario han roto la barrera imaginada por Malthus al crecimiento vegetativo, las tensiones empiezan a ser evidentes. Sobre todo, asociadas al cambio climático, que es otra clave de la película. Curiosamente, aunque en los setenta la hipótesis científica mayoritaria era que el futuro nos reservaba una nueva edad de hielo inminente por la acción del hombre sobre el clima, en el visionario 2022 de Heston hace mucho, mucho calor

Los ricos de 2022 en 'Soylent Green' viven rodeados de lujo

Tenemos también actualmente a empresas, algunas alicantinas, intentando poner remedio a esa sobrexplotación de recursos investigando la aplicación de las algas o los insectos a la alimentación. Algas como las que supuestamente ('supuestamente' es la clave) usa Soylent para crear su 'Soylent Green'. Y, aunque no con imágenes evocadoras y música clásica, hemos regulado por fin la eutanasia, un proceso (parodiado luego por Abe Simpson) al que se somete Sol (Edward G. Robinson), el amigo/compañero de piso/anciano/sabio de Thorne, cuando descubre de qué están hechas en realidad las galletas de Soylent, el terrible misterio que provoca el asesinato de su directivo y que nadie quiere que el bueno de Charlton desvele. 

Sin ánimo de hacer spoiler (la película se puede alquilar en Prime Video y YouTube, entre otras), parece ser que en el 2022 de la película no había en realidad tantas algas, pero sí había algo de lo que sobraba mucho. Esperemos que el destino no nos alcance.

Noticias relacionadas

EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

¿Es el cine una lengua muerta?

Por  - 

En una serie de entrevistas a directores que participaron en Cannes se les ha preguntado a todos si creen que el cine, tal y como lo hemos conocido, está desapareciendo. Las respuestas indagan en muchos aspectos, son diversas, como lo es/era el cine. Van desde las reaccionarias de temer todo lo que no se entiende de las nuevas generaciones a las que advierten del peligro del monopolio audiovisual de Silicon Valley, que cada vez tiene una proporción mayor del mercado

next
x