Colors vigorosos per als espais productius
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Una de las obras principales de Antonio Escario en València simboliza la gran distancia entre el uso administrativo y la cotidianidad arquitectónica. A pesar de su centralidad, es un no-lugar en el imaginario colectivo
VALÈNCIA. La arquitecta -y autora de Late to the party- María Aucejo, suele explicar cómo le gustaría poder disfrutar de algunos edificios de la ciudad que, burocratizados, son de ventanilla única: “Me encantaría poder visitar -sin citas previas ni controles de seguridad- edificios que, por desconocimiento, no sabemos que son públicos y no los reclamamos como tales. Podríamos empezar por pasear la sede de la Tesorería de la Seguridad Social que diseñó Antonio Escario”.
Y en ese ‘Escario’, un edificio que parece estrujarse por capas sobre sí mismo en la calle Colón, del número 60 al 64, se visualiza bien esa colisión un tanto brusca entre el patrimonio arquitectónico de todos que, pasado por el barniz administrativo, parecería que es de nadie. El peso de la Tesorería implica una lectura única del edificio. El frenesí de la calle y ese zaguán, que parece abrirse a una cueva oscura, no facilitan comprender que debajo de toda esa maraña está una de las arquitecturas importantes de la ciutat.
Lo es por su propio planteamiento, explicado por el equipo del proyecto como un intento “moderno y sutil” de responder a la trama urbana, comprimiéndose en la planta baja, expandiéndose en las plantas superiores. Resuelve las necesidades de las oficinas creando “una estructura de metálica de vigas de gran canto para alcanzar grandes luces”, induce a resolver el espacio abierto modificando la distribución con mamparas. Su interior -“sorprendente de dobles alturas y plantas en diferentes niveles”- provoca el asombro de lo que no se deduce fácil. La luminosidad se abre paso a golpes.
Es un importante de la ciudad también por su autoría, la del mismo Escario, un ‘Mestre Valencià d'Arquitectura’ según la distinción del COACV en 2013. Cuando murió, en 2018, sus obituarios tendieron a destacarlo como el arquitecto de la Pagoda de València y del hotel Bali de Benidorm, un legado no apto para puristas. En cambio él señalaba ‘su’ tesorería de la calle Colón como la contribución favorita, junto a la de la propia torre que reemplazó al palacio Ripalda.
Ese edificio burocrático del que usted me habla se levantó desde finales de los 80 para ser la sede robusta del banco Promobanc pero, convertida en sede pasajera de varias instituciones de la administración, es la Seguridad Social quien le aporta su marca emblema. Es un ejemplo perfecto de la manera con la que entidades públicas, como esta tesorería del estado, se relacionan con el patrimonio común: en lugar de aprovechar la arquitectura de interés para humanizar y acercarse a la población, se produce un encastillamiento donde el edificio es en realidad una fuerza a partir de la cual protegerse. No existe la conciencia de estar en un edificio especial, ni mucho menos la más mínima advertencia externa.
Por dentro, tras las capas de la cebolla, su espacio abierto es un buen reflejo del ritmo evolutivo de Antonio Escario. Si al comenzar fue un arquitecto marcado por el historicismo, la influencia de los Le Corbusier, Aalto o Wright fueron inmediatamente dejando huella. Fisac y de la Sota marcan parte de su camino. En pleno desarrollismo, se contagia del Estilo Internacional. En València, además, se ocupa del Rectorado de la Universitat y del Club Náutico.
Los bocetos con los que su estudio -Escario junto a Vidal Beneyto y Vives Ferrero- mostró en previo el edificio de la tesorería, ya advertían del efecto pantalla que lo aislaría de su contexto. Al fin y al cabo la función tendría que ser la de cobijar a oficinistas sin vínculo con las calles adyacentes. El aislamiento, sin embargo, fue más allá de la funcionalidad laboral hasta alcanzar la invisibilidad simbólica. El contexto también se aísla del edificio.
Como apuntaba Aucejo, son proyectos que ejercen de lugares públicos pero, entre el desinterés o el desconocimiento, nadie los reclama como tal. Acaban convirtiéndose en no-lugares. Un proceso frustrante, una ocasión desaprovechada. Una de las obras claves de un ‘Mestre Valencià d'Arquitectura’, en plena calle Colón, de uso público, pero ajena a toda vida cotidiana. Puro simbolismo.
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