Benidorm empieza a hacer gala de su sostenibilidad en recurso hídricos y medioambientales. Su modelo acaba de cumplir 60 años, pero todo es mejorable, además, si el aire de cola sopla a favor
Benidorm es un caso de éxito. No hay dudas. La crisis, como en casi todas las facetas e instituciones, ha obligado a exhibir lo mejor del sistema, una ciudad sostenible, en recursos hídricos y medioambientales, que avanza a pasos agigantados hacia una Smart city, pero teniendo asignaturas pendientes, como la mejora de la escena urbana o la introducción de algunos elementos de equilibrio presupuestario.
Lo dijo el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, en la inauguración del centro de innovación de Dinapsis, implantado por el Grupo Suez en Benidorm. "No hay que tener miedo a innovar". Pues bueno, si ese centro puesto en marcha por la empresa Hidraqua, una especie de sala de máquinas de la gran urbe, donde se pueden ver los consumos de agua real en tiempo real, ha de servir para visibilizar la exitosa gestión del agua, y otras herramientas o sistemas con las que cuenta la ciudad, es el momento en que la ciudad aproveche ese viento a favor que sopla en el sector del turismo para introducir mejoras.
A nivel empresarial, el mejor consejo, a mi modesto entender, lo dio el empresario Abel Matutes Prats en la entrevista que concedió a Alicante Plaza. Benidorm debe apostar más por la especialización, aunque admite Matutes que la amplía planta hotelera de la ciudad es una virtud y una impedimento, al mismo tiempo, para ese objetivo. Creo que el mercado pondrá cada cosa en su sitio, aunque debemos poner en valor que Benidorm ya está haciendo esfuerzos por ser destino deportivo, de equipos profesionales; de gastronomía y de cultura, con el festival Low y otras citas del verano.
La otra asignatura de Benidorm es la escena urbana, pero al igual que con el turismo, se están poniendo soluciones. Lentas, pero algunas están en marcha. La administración es burocrática y quizás seamos conscientes de ello, cuando esté acabada la remodelación de la Avenida del Mediterráneo, uno de los escaparates de la ciudad. Lo dicho el modelo está definido, no hay que cambiarlo, como reconocieron un grupo de expertos, hace ahora una semana, en el acto del 60 aniversario del PGOU de la ciudad. Benidorm es la autenticidad de la ciudad vertical.
Ahora bien, lo que no es normal es que una ciudad de Benidorm, con el número de pernoctaciones que registra y el tráfico de personas que genera, sea un trasatlántico administrativo-arruinado, como muchos ayuntamientos- al que le cueste tanto tener un sistema de financiación que le penalice las mejoras. Ya no es sólo la Ley de Municipios Turísticos, que no la reconoce como tal, sino el propio ayuntamiento -y otras administraciones locales- no tengan un sistema que le compense por toda el movimiento que le genera. Y todo ello, le resta muchas competitividad a la hora de hacer inversiones para que la ciudad sea igual de competitiva que su sector hotelero.
La tasa turística local y finalista, o de la zona de influencia, sería una solución -el día que exista una debate sereno y no demagógico-, siempre y cuando los ingresos fueran para directamente para mejorar la escena urbana o se destinarán a las inversiones que reclaman el propio sector o la ciudad, a través de los presupuestos participativos. La compensación por ley, es otra de las soluciones, pero visto lo visto entre la clase política, Benidorm parece que nunca la va a conseguir.
Creo, pienso y defiendo que Benidorm debe tener su propio sistema de financiación; bien por los modelos antes citados por la contribución de los agentes beneficiados, como la construcción o los propios hoteles. La fundación Turismo Benidorm ha sido un buen ejemplo de colaboración público-privada para la promoción turística, pero quizás la ciudad necesite otros mecanismos que le reporten recursos para que la ciudad avance al mismo tiempo que la cuenta de resultados de los principales beneficiados.
Algunas empresas cumplen, porque creen que en la responsabilidad social corporativa, otras no. Pero el destino turístico no es cuestión sólo de los responsables públicos, sino también del propio entorno. Un buen entorno, moderno, sostenible, medioambientalmente cuidado, hace un destino mejor, y por ende, a su población, si se la educa con esos valores.
Y visto que ya no son tiempos de Eduardo Zaplana, donde muchas inversión pública fue a parar a su radio de influencia, y no se espera mucho más de las actuales administraciones superiores, debido a su errático estado de las cuentas, Benidorm necesita algo que le reporte más, para, de esta manera, ser mejorada. Además de pedagogía de su buen hacer, es necesario que aproveche lo que genera, cosa, que, a mi modesto, entender hoy no pasa. Y hay que hacerlo ahora, que sopla el aire de cola a favor. Y sin temer a los debates.