Estamos padeciendo una situación excepcional, de las de una vez en la vida. Algunos aspectos de ese padecimiento son comunes a casi cualquier persona: la preocupación por nuestra vida o la de los seres queridos, la separación de ellos… En otros, hay grandes diferencias. Hay muchas familias (en realidad hogares, que pueden ser también unipersonales) que antes de marzo ya no tenían ingresos y ahora siguen igual, ya eran víctimas antes de la pandemia. Hay otras muchas que siguen recibiendo sus salarios, pensiones o rentas. Y, otras, que antes se mantenían de su trabajo y ahora han dejado de trabajar y de cobrar. Estas son las víctimas sociales de la Covid-19. Una parte de ellas trabajaba con contrato y accederá a las medidas de protección para quienes pierden el trabajo; otra parte, especialmente abundante en Elx, trabajaba en la economía sumergida y no podrá acogerse a ellas. La diferencia se notará a partir del 10 de mayo, cuando se empiece a cobrar el paro. Ahora mismo, unas y otras comparten que están sin nada.
Puede que algunas tengan patrimonio o ahorros de los que tirar. Como posibilidad existe. Pero la realidad es que la gente que más probable que se haya quedado sin ingresos es precisamente la que trabaja en condiciones más precarias y cobra menos, las familias que ya hacen milagros para llegar a fin de mes (o de la semana si cobran por semanas o días). Hace más de un mes que limpiaron la última casa o cerraron la caja la última vez… El último euro se les acabó hace tiempo.
Frente a esa situación, los ayuntamientos son en nuestra sociedad los responsables de la primera respuesta, la más urgente. Su acción se complementa con la autonómica y la estatal, que en muchos casos, si no en todos, pasa por financiarlos para que sean quienes atiendan a sus ciudadanas. Es a ellos a quienes se tiene que dirigir la ciudadanía en situación de emergencia social.
¿Cuál ha sido la respuesta del Ayuntamiento de Elx a esta responsabilidad? Han ampliado los bancos de alimentos. Las familias están recibiendo paquetes con pasta, legumbres, arroz, leche… Son recursos que ya están, sea por excedentes agrícolas o por donaciones, y cubren una parte de lo que se necesita. Bien. Pero, ¿y el pan, la fruta, la verdura, los huevos…? El Ayuntamiento además da vales de comida e higiene. Son una mejora. Pero tampoco con eso se come. Para una familia de cuatro, 100 euros para las cinco semanas hasta cobrar el paro. Cinco euros por persona y semana. Yo soy mayor y no puedo comer y lavarme con eso. Sé cuánto comen mis nietos y pienso que les llenaría pocos días el plato con cinco euros, por muchos milagros que hiciera.
Y hace falta dinero. Hay una escena que todas habremos visto alguna vez en la ficción: el personaje se encuentra más o menos lejos de casa, sin un céntimo. Con el bocadillo y la botella de agua, quizá, pero sin dinero para tomar el autobús o llamar por teléfono y pedir ayuda. Una situación de pesadilla. Hoy muchas familias están así en Elx. No están lejos de sus casas -al contrario, están dentro de ellas-, pero sí lejos del momento en que llegue el paro, el ingreso que establezca el estado, o en que vuelvan a su trabajo. ¿Cómo llegar a ese techo económico que está a semanas si no meses de distancia?