Siempre que agosto dobla la esquina de la nada, que es lo que pasa esta semana, a los de mi gremio no nos queda más remedio que mirar hacia Elche. Entre otras cosas, porque con la excusa de las Hogueras, Alicante cierra el 1 de junio y no vuelve a abrir hasta el 15 de septiembre, siempre que no haga demasiado calor. La alternativa es relatar lo que perpetran los turistas en Benidorm y contar cuántas veces suena determinada canción del verano durante las fiestas de los apartamentos, que suelen celebrarse también esta misma semana. Hay otra alternativa: que los alicantinos de toda la provincia sean capaces de asumir lo que de verdad representa encofrar cada año en dos representaciones esa joya universal que es el Misteri. Aunque eso es poco probable que ocurra, porque estamos demasiado ocupados en salir de madrugada a guardar sitio en primera línea de playa y en que pasen las dos horas preceptivas que permiten que el niño pueda darse un baño sin que se le corte la digestión.
Agosto es una nada con tintes franjiverdes. Elche da la oportunidad de reunir a las pocas autoridades que no están de vacaciones para comprobar el pulso de la Comunitat, entretiene a los que disfrutan con las fiestas, que los hay, y permite elucubrar si Carlos Mazón se dejará ver frente a la multitud o no. De momento, el president no aparece en la lista de invitados del hoy, el día en que el salseo político viene bien condimentado antes de la Nit de l’Albà. Una breve llamada de teléfono me recuerda que el año pasado apenas apareció, y eso que aún no tenía que aclarar de una vez por todas qué hizo cuando salió de El Ventorro el pasado 29 de octubre. Al fin y al cabo, es alicantino y supongo que le cansa tener que explicar a los ilicitanos que usar transporte, público o privado, para ir a la playa significa que en Elche no hay playa. Pero más allá del chiste, la ausencia del líder popular en las fiestas de la Asunción revela que la lealtad a los colores de un partido se disuelve cuando aprieta el calor.
Como este mes no ha recogido el testigo del pasado julio, donde la cosa estuvo más agitada políticamente, como la incógnita sobre las coordenadas geográficas del jefe del Consell siguen siendo un enigma, como la irracionalidad de Vox sigue concentrada en Murcia y como el gravísimo fenómeno de los incendios forestales están afectando a la mitad occidental de España (en algún momento tendrán que explicar todos los gobiernos PP-Vox por qué recortan sistemáticamente en prevención), a falta de las declaraciones que se puedan dar hoy, de momento nos tenemos que contentar con la polémica del pregón de Mario Vaquerizo. Agosto es el único mes que puede conseguir que la incapacidad creativa de este señor, cuya única aportación al mundo del arte es cantar en playback en el karaoke de sus amigas las Nancys Rubias, sea noticia. A nadie le pudo sorprender que Pablo Ruz lo designara, que sus socios lo rechazaran y que improvisara un discurso de cinco minutos repleto de errores. No fue, quizá, la mejor manera de enmendar las sucesivas campañas de promoción turística que no acaban de convertir al Palmeral y sus alrededores en un reclamo de primera fila. Como se podrá comprobar esta noche con ese extraordinario despliegue de luz y pólvora que es la Nit de l’Albà, Elche merece algo mejor. Y también me refiero a lo de Vaquerizo.
@Faroimpostor