El pasado mes de marzo, el Patronato del Misteri recibía la biblioteca personal del maestro Pascual Tormo gracias a la generosidad de su familia y a la gestión de algunos patronos. En buena medida la historia de la Festa durante el siglo XX está todavía por escribir y documentos como los legados por la familia Tormo atesoran un valor incalculable.
También conocido como “el caragolet”, Tormo fue colaborador de Oscar Esplá durante la conocida como Restauración de 1924. Según su propio testimonio, fue encargado por Esplá de seleccionar los cantores y dirigir la judiada, escena que se recuperaba tras muchos años sin representarse. Tras esta colaboración, la relación entre Esplá y Tormo se tornó cada vez más complicada, hasta derivar en un frontal enfrentamiento entre dos formas diametralmente encontradas de entender la Festa.
Esplá apostaba por una transformación escénica y musical que convirtiera el Misteri en un espectáculo. Una obra de arte a modo de una ópera de orígenes remotos, pero modelada conforme a criterios estéticos contemporáneos que el alicantino consideraba óptimos. Tormo, aunque partidario de hacer reformas, no compartía muchas de estas ideas. También Pedro Ibarra, al final de sus días, parece distanciarse de los planes de Esplá que durante la dictadura de Primo de Rivera y la II Republica fue asumiendo progresivamente cada vez más poder. Pero llegó la guerra, con ella el exilio de Esplá que no volvería a España hasta los años 50 y muchas de las transformaciones quedaron en suspenso, momentáneamente.
Tras la guerra, Tormo ejerció de ayudante del maestro Javaloyes y entre ambos consiguen volver a celebrar el Misteri en 1941. Después, Tormo ocupó el cargo de maestro de capilla entre 1942 y 1958. Durante este periodo se consolidaron las reformas operadas en 1924 pero siempre se mantuvo viva la tradición secular propia de la Festa, una manera de cantar y de entender la música muy antigua de la que apenas quedaban vestigios -y cada vez quedan menos- que convertían al Misteri en algo único. Las partituras que redactó el propio Tormo son un testimonio inconmensurable de esta manera de entender el Misteri.
Sin embargo, la vuelta de Esplá lo cambió todo. Dispuesto a concluir las reformas que le quedaron pendientes en su anterior etapa, forzó la salida de Tormo en 1958. Respaldado por el patronato y todas las instituciones culturales del régimen, Esplá impuso su criterio. La figura de Tormo, junto con la terna que formaría a partir de los años sesenta con Salvador Román y José Pomares Perlasia fue prácticamente el único escollo que tuvo el alicantino. Mediante artículos de prensa e informes remitidos al Patronato y otras instituciones como a la Dirección General de Bellas Artes, Pomares y Tormo trataron de frenar a Esplá, pero de nada sirvió, el alicantino controlaba todos los resortes del poder y acabó modelando, en buena medida, el Misteri que él quería.
Lo más comentado, y también lo más evidente y polémico, fue la introducción de los preludios de órgano, hoy completamente asimilados. Pero hubo muchos más cambios, por ejemplo, la modificación radical de los cantos de la María que vieron cómo se comprimía la letra para permitir a los “espectadores” escuchar todos los versos escritos en la consueta. Mientras todo el mundo se escandalizaba por la intervención de una mujer interpretando la María en la grabación del disco de 1961, Esplá aprovechaba para hacer subrepticiamente los cambios que deseaba sin que nadie, a excepción de Tormo y Pomares, dijera nada. Hoy sabemos que esa modificación fue un error, probablemente también irreparable.
No obstante, hasta hace bien poco el legado de Tormo, que venía de una longeva tradición, seguía vivo al menos en la forma de cantar la María. Una manera de cantar conducida por la línea melódica que determina el tempo, la articulación y las pausas, sin tener en cuenta la letra. Esta tradición era tan fuerte que siguió viva hasta los mestres Manuel Ramos (1993-2001) y José Antonio Román (2001-2018) pero está siendo deliberadamente aniquilada por quién actualmente detenta la autoridad musical. De esta manera Esplá ha conseguido su objetivo 50 años después de su muerte. El alicantino dejó, tácitamente, unas instrucciones para poner en marcha el drama y por desgracia sus ideas han ido arraigando. En este momento, Esplá casi ha concluido su labor, el Misteri que surge después de 2020 es el que Esplá soñó.
El Misteri está vivo y cambia con cada generación. Pero hay que ser muy cuidadoso con las decisiones que se toman y evitar cambios que pueden acabar con el Misteri en el trastero de la historia. La reflexión y el estudio deben señalar el camino a seguir. En este sentido el XI Congreso Nacional de Musicología celebrado en noviembre, acciones académicas como las emprendidas por la Cátedra Misteri d’Elx, o los seminarios y cursos de formación recientemente recuperados dentro del Festival Medieval, que esperemos continúen celebrándose, pueden ofrecer soluciones, perspectivas y fundamentos para tomar las mejores decisiones.
Cambios como los que se están planteando (la María es un ejemplo, pero hay más), que responden únicamente a una visión personal y cortoplacista, que se justifican únicamente en la mejora del atractivo sonoro o en su aceptación por parte del público, deberían ser estudiados y explicados detalladamente para evitar la alteración de elementos históricos y costumbres profundamente arraigadas. Lamentablemente, como sucedió en los años sesenta, nadie se atreve a discutir nada, cualquiera que ponga la más mínima objeción se arriesga a ser condenado al ostracismo, lo mismo que les ocurrió durante años a Tormo y Pomares.
¿Quo vadis, Festa d’Elx?