ALICANTE. Casi 40 años lleva Gervasio Sánchez en su particular juego de la oca: de país en guerra a país en conflicto con su pasaporte y su cámara como puente. Estas cuatro décadas de profesión y experiencias han traído esta semana al fotoperiodista a Alicante en una doble cita: por un lado, el martes 26 inundó la espaciosa Casa Mediterráneo con el documental Álbum de posguerra y, por otro, el miércoles 27 compartió su exposición fotográfica Sarajevo: guerra y paz en la intimidad del Museo de la Universidad de Alicante (MUA), donde también impartió un coloquio y acompañó en una serie de visitas guiadas. En una parada de su viaje en coche hasta esta ciudad mediterránea, el fotorreportero atiende a Alicante Plaza para hablar sobre las heridas de una sociedad tras la guerra, sobre la salud mental de un fotoperiodista de conflictos y sobre la situación de las mujeres afganas.
-En la exposición incluyes 50 fotografías -25 antiguas y 25 actuales- a través de las que estableces una comparativa de una misma ciudad con conflicto y en estado de reposo. Aunque las imágenes están hablando de la ciudad antes y después tienen muy presente el factor humano; muestras sus calles y su arquitectura con la presencia de personas. Y en el documental son esas mismas personas quienes cuentan cómo la guerra cambió sus vidas. ¿Por qué tu trabajo sigue esta línea de humanizar la narración?
Las guerras golpean las vidas de los seres humanos desde el minuto inicial hasta décadas después de haber acabado; la guerra no acaba cuando se firma un acuerdo de paz, porque sus consecuencias se siguen pagando años y, a veces, décadas después. Hay tendencia a reconstruir las ciudades, los cementerios y tumbas se mejoran, los heridos se curan... ¿Pero qué pasa con las mentes de los protagonistas, con las heridas psicológicas que provocan las guerras? En casi todos los conflictos, años después todavía se sigue luchando contra ese fantasma de la guerra que queda en el subconsciente y cuando se habla de él aparece con todo su poderío.
-Por lo que has observado a través del objetivo de tu cámara, ¿cómo es esa ciudad que está cicatrizando de la guerra? ¿Siguen abiertas las heridas o, por el contrario, es una sociedad más unificada?
La guerra ha dejado un poso de violencia, odio y situaciones de máxima amargura que no se superan ni siquiera con procesos de pacificación. Pongo un ejemplo: la guerra civil española se supone que acabó en 1939, pero aún seguimos buscando cadáveres de gente que fue ejecutada durante y después de la guerra. Muchas veces se buscan contra la voluntad de los políticos, los asesinos e, incluso, de la propia sociedad, que muchas veces prefiere la amnesia a la verdad. Ese es el pan de cada día de un conflicto armado.
-Además del conflicto que se prolongó desde 1992 hasta 1996, Sarajevo ya había estado en el mapa de los bombardeos con anterioridad: fue, de hecho, la ciudad donde se atentó contra el heredero del Imperio Austrohúngaro y así detonó la I Guerra Mundial. Al hilo de las heridas que comentabas, ¿tiene la sociedad bosnia esos hechos presentes? ¿Han quedado grabados en su ADN para forjar el carácter colectivo de la población?
Decía Susan Sontag que el siglo XX empezó en 1914 en Sarajevo con el inicio de la I Guerra Mundial y acabó en 1992-1995 con el cerco a la misma ciudad. La tendencia de los políticos, de los máximos responsables de la tragedia, es que los ciudadanos vean las cosas tal como ellos quieren y la ciudadanía se deja engatusar por la propaganda por comodidad, falta de información o por amnesia. Y años después te das cuenta de que nadie es capaz de contar una historia verídica de la guerra porque cada uno tiene su relato. El relato de la guerra está hecho para consumo interno de cada grupos, lo que impide cicatrizar las heridas y que esta sociedad mejore.