Saludos a todos desde esta nueva ventana que hoy abro en Alicante Plaza. Espero que mis columnas resulten del interés de los lectores de este medio tan dinámico, alumbrado a la luz de los avances tecnológicos, que lidera con mano firme y guante de seda Miquel González. Espero que esta segunda parte colaborando juntos sea aún mejor que la anterior, Miquel.
Empiezo por decirles que la idea del Distrito Digital me pareció fantástica en su día. Los fracasados estudios de la Ciudad de la Luz, que cada vez que los visitaba se me encogía el corazón, se habían ido convirtiendo con el paso del tiempo en un monstruo fantasmal, que nos afeaba con su mera presencia el haber sido tan derrochones sin ton ni son y además tan megalómanos. La piscina infinita era, además de bella, patética en su inmensidad, aunque al menos fuera contribuyera a la realización de la conmovedora súper producción Lo imposible. En los estudios también se crearon algunas otras películas menos renombradas, algunas de las cuales creo que ni llegaron a estrenarse. Los estudios fueron un batacazo estrepitoso, fruto del entusiasmo de la época de las vacas gordas.
La transformación de los malogrados estudios de cine en el Distrito Digital fue sin duda una jugada maestra que se le ocurrió a Andrés Pedreño, que no creo que a estas alturas nadie dude de que es un genio, por más que la mediocridad conspire permanente en contra de la gente brillante como él. El guante lo recogió la Generalitat Valenciana, que era quien por otra parte tenía la obligación de arreglar el desaguisado anterior, como responsable directo del mismo. En esta semana se presentó a bombo y platillo el nuevo Distrito, y lo de nuevo es un decir, porque ya hay numerosas empresas de base tecnológica trabajando allí, y otras muchas que están por venir, de las que practican los anglicismos a tope, pues la tecnología por lo que se ve está reñida con el castellano. Al acto acudieron numerosos políticos del PSOE, tan es así que pareció un acto de este partido, y también empresarios. Es curioso, pero políticos y empresarios están mutuamente fascinados los unos por los otros. Los políticos necesitan que los empresarios les hagan el rendez-vous y los empresarios que los políticos les digan lo importantes que son para la economía y el futuro del país.
Comprensible, sin duda, pero yo querría que nuestros políticos alguna vez nos sorprendieran haciendo algo que no esperamos. Por ejemplo, en este caso la sorpresa habría sido que al acto del Distrito hubiera acudido el alcalde de Alicante, Luis Barcala, cosa que no hizo porque el acto traía aroma a Puig, pero a Ximo Puig, no vayan a pensar en los perfumes catalanes. Y así sucesivamente y viceversa, si el acto tuviera aroma de PP los políticos del PSOE tampoco habrían acudido. Demasiado previsible y rozando lo aburrido.
Los que no aburrieron en absoluto, siguiendo la larga tradición de las anteriores ediciones, fueron los XXIV premios de la Asociación de la Empresa Familiar de la Provincia de Alicante, AEFA. Como siempre fueron sentidos, entrañables y ahí no tuvieron más remedio, porque cada uno entregaba un premio, que coincidir Ximo Puig, que lleva una semana con el alicantino subido, y Carlos Mazón, presidente de la Diputación. Estuvieron ambos correctos. Pero sin duda el momento más emotivo de la gala fue la despedida de Francisco Gómez, después de ocho años al frente de la presidencia de AEFA. Es tan modesto que parecía que le daba vergüenza. Paco, te mereces éste y otros muchos homenajes, pues has sido capaz de liderar AEFA en estos duros momentos de crisis económica y de llevarla adelante. De mi parte y de la de muchos otros que no podrán decírtelo en persona, enhorabuena.