VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

Se apagó la Luz: el olvido definitivo de la plaza de edificios que imaginó GO.DB para València

Un intento de comprensión en uno de los complejos urbanos más incógnita de la ciutat. Casi cincuenta años después, la promesa languidece

7/09/2019 - 

VALÈNCIA. Aparentemente la vida fluye en residencial Luz, un pasaje y complejo de edificios, un entorno retranqueado, un cinturón comercial, una plaza expuesta para la vida en común. Entre Jaume Roig, Álvaro de Bazán y las calles que abrazan una mole fundada en los setentas más insurgentes. Incluso una corporación ha abierto hace unos meses su nueva sede. En cambio, las fisuras, las heridas sin costra, se manifiestan a cada paso al punto de poder dudar -por un instante- si se trata de un recinto abandonado testimonio de una arquitectura que quiso ser. 

Los rótulos que enuncian las entradas multiflanco del Luz certifican la distorsión con una ‘L’ donde unos espontáneos encajaron una promesa de amor: ‘Reyes y Carlos’. En uno de los últimos bares abiertos, al coincidir la mirada el propietario ofrece: “¡se traspasa! ¿lo queréis?”. En la peluquería de la apertura un comentario habitual: “por aquí cada vez pasa menos gente”. Un agente inmobiliario a la vera de uno de los locales que trajina muestra el precio: “350, aunque lleva años vacíos desde que cerró la tienda de ropa de bebés”. Al bordear escapando el recinto de la Luz los precios aumentan exponencialmente tal que si estos muros conllevaran un hándicap comercial.

Las estatuas que debían representar la hacendosa tarea humana hoy son efigies en descomposición. Las escaleras de la plaza central parecen transportar al prójimo al territorio incierto. Las palmeras amordazan el entorno señalando las posibilidades fantásticas que una superficie de este tipo podría cobijar, una microciudad perdida.

Se apagó la Luz. Se desfiguró la idea. Un sensible aviso de cómo la vanguardia, el progreso más sentido, se viene abajo -al menos cincuenta años después- por omisión y ausencia de cuidado unitario.

Un destino muy distinto al que imaginó García-Ordóñez, asturiano pero arquitecto valencianizado. En el sesenta fundó el estudio GO.DB, el cruce entre las iniciales de sus apellidos y los de su socio, Dexeus Beatty. Y entonces se armó el revuelo. Porque aquella enseña de arquitectos dejaría una impronta sensible en la ciutat. Siguieron las corrientes europeas en la industrialización de las viviendas. Como señala la arquitecta Maite Palomares -junto a Ana Portalés en el número VII de Historia de la ciudad-, GO.BD, “preocupados por atender las demandas habitaciones del momento (...), fueron pioneros en su propuesta de arquitectura prefabricada, construyendo el único paisaje moderno con estas características”.

La llegada de GO, García-Ordóñez, a València, en plena riada del 57, revolucionó la manera de entender la arquitectura. El discípulo de Fisac encumbró un estudio con una estructura con cerca de 200 personas y una deslocalización a modo de mandamiento: sus oficinas en la calle Colón y su estudio en El Puig, con una red de pabellones dispuestos a lo largo de un espacio central. Las piezas prefabricadas de fibrocemento, con su ajuste a la luz mediterránea, eran una enmienda a Gutiérrez Soto y su azulejo rojizo y castizo.

Foto: KIKE TABERNER.

Deslocalización, ágoras, hormigón, prefabricados… Viajar desde la escuela Guadalaviar hasta el Nuevo Centro (ajá), del edificio Ciudadela de la calle Justicia hasta los apartamentos Casbah de El Saler, es darse de bruces con las mismas coordenadas y un afán por un porvenir mejor, bajo el sello de García-Ordóñez. Sucedió en la Luz, con 5 torres de viviendas como sectores aliados laterales y la plaza interior como núcleo irradiador de la sociedad. Sobre el zócalo, la periferia superior imaginaba espacio para los servicios comunitarios, para la vida en común.

El lenguaje delicado en contraste con la brusquedad de los volúmenes, los movimientos de escaleras como celosías haciendo sutiles los pasos de los habitantes, sucumben en cambio ante la realidad del 2019. Le obsesionó a GO diseminar en el plano sus aportaciones bajo el interés de extender la influencia de la vida urbana más evolucionada, tal vez por ello se empeñó en que sus edificios fueran algo más, que representaran módulos donde la idea de ciudad pudiera recrearse en pequeño formato. 

Desaprovechar, también, esta oportunidad para hacer conjuntos urbanos bien enriquecedores tiene que ver -además de con la escasa práctica de la cultura colectiva- con la ausencia de microorganismos capaces de gestionar fragmentos ideados para ir más allá del bloque cerrado, de la urbanización privada, de las puertas para adentro... Como si las ideas de GO.DB, cincuenta años después, siguieran descolocando a los cánones de la gestión urbana.

En mitad de la plaza interior, esa suerte claustro que debía concentrar el impulso comunitario, una pequeña placa recuerda: GODB arquitectos asociados. La decadencia de la Luz, y su halo misterioso en las entrañas de su conjunto, tiene más de incógnita no resuelta que de fracaso revelado. 

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