La nave de los locos / OPINIÓN

Respeten a los muertos

¿Por qué esa funesta manía de interrumpir el sueño eterno de los muertos? La Pasionaria, Pablo Iglesias, Karl Marx… y en breve Francisco Franco. Profanar tumbas es una ignominia, sólo al alcance de los cobardes. Todos los difuntos se merecen el descanso que no tuvieron en vida. No importa la ideología que defendiesen

25/02/2019 - 

Cuando me muera me gustaría que me dejasen en paz. Sólo cuento con la compañía de otros muertos; no espero la de los vivos, que se olvidan enseguida de quien fuiste. Los muertos se merecen un respeto, quizá el que no alcanzaron en vida.

Yo, que todavía estoy vivo como el Calígula de Camus, siento un respeto reverencial por los difuntos. Por eso me enojo y entristezco cuando leo que la paz de un muerto ha sido violentada por algún desalmado. A comienzos de mes nos enteramos de que las tumbas de la Pasionaria y el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, habían sido profanadas en el cementerio de la Almudena. Alguien las había cubierto con pintura blanca. Recientemente, la del filósofo Karl Marx era atacada por segunda vez en el camposanto de Highgate, en el norte de Londres. En un cementerio francés, ochenta tumbas judías amanecieron con cruces gamadas la semana pasada. Que se sepa, aún no se ha detenido a los responsables de estos actos vandálicos.

La profanación estrella está por llegar: es la exhumación de los restos de Francisco Franco, tantas veces postergada en los últimos meses. Es la obsesión de Pedro el Aventurero: sacar a la momia del Valle de los Caídos. Si lo logra, el líder socialista podrá presumir del principal logro de su efímera gestión, junto a la mejora de las temperaturas con la llegada de la primavera.

Sería terrible que Franco permaneciese en Cuelgamuros por culpa de las triquiñuelas legalistas de su familia. El Gobierno haría el ridículo —¡una vez más!— al incumplir otra de sus promesas: el impuesto a la banca, la derogación completa de la reforma laboral, la eutanasia, su meditado plan para acabar con la enseñanza pública, etc.

Franco, asunto exclusivo de los historiadores

A mi edad puedo permitirme decir algo de lo que pienso, lo suficiente en este caso para mostrarme contrario a la exhumación del dictador. Franco, militar africanista de acrisolada crueldad, pertenece al pasado. Debería ser materia exclusiva de estudio de los historiadores y no motivo de discordia entre los españoles.

Foto: FREDERICK FLORIN/EFE

Sería terrible que Franco permaneciese en Cuelgamuros por culpa de las triquiñuelas de su familia. El Gobierno haría —¡una vez más!— EL RIDÍCULO al incumplir otra promesa

Más que hacer justicia a los republicanos ejecutados durante el franquismo —que tienen todo el derecho a un entierro y una sepultura dignos—, el socialismo gobernante ha utilizado los huesos del dictador como gran reclamo de su campaña de agitación y propaganda, ante la imposibilidad de adoptar medidas concretas para mejorar la vida los trabajadores, su electorado natural. Algunos de estos trabajadores se han situado en la orilla de la derecha, muy a la derecha, huérfanos de una izquierda que ha traicionado su causa.

Contrario a la exhumación de Franco, también rechazo la profanación de las tumbas de la Pasionaria y Pablo Iglesias (el bueno, no el otro). Aun estando en desacuerdo por completo con las ideas de la primera (su estalinismo era tan criminal como el primer franquismo) y sólo en parte con las del segundo, me irrita que no se respete el descanso de estos difuntos. Da igual la ideología que tuviesen. Lo que han hecho con ellos es lo que acostumbraban a hacer los proetarras cuando profanaban los nichos de las víctimas del terrorismo en los años ochenta y noventa.

La España feroz y cainita que sigue ahí

Sigue habiendo una España cainita y feroz que ha trabajado siempre, desde la derecha y la izquierda extremas, por el estallido de una nueva guerra civil. Y ya van… A esta mala gente de corazón negro sí que habría que aplicarles un cordón sanitario, a todos aquellos que incendian la convivencia con palabras manchadas de odio y rencor. Estos aprendices de brujo —y los hay en casi todos los partidos— juegan con fuego y ponen en riesgo la paz civil.

Dejemos a los muertos en paz; respetemos su derecho al silencio y a la soledad. Seguramente se reirán, allá donde estén, de las trifulcas de los políticos haraganes. Nuestros difuntos ya vivieron su guerra civil y conocen el riesgo de la demagogia extremista. Aprendamos de su sabiduría, que sólo llega con la sombra dada por los cipreses. Estar muerto te aporta serenidad y te hace ver las cosas con mesura, ajeno a las urgencias y las pequeñeces de los vivos, ya sin miedo pero también sin esperanza.

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