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EL TINTERO / OPINIÓN

Partidos en crisis, ¿naciones en crisis?

La democracia representativa, esa que ha derivado en partitocracia, se enfrenta no sólo a la corrupción sino a las fracturas internas en los partidos políticos. Repasaremos algunos ejemplos graves y actuales en diferentes países

30/10/2016 - 

En el suelo patrio parece que respiramos con algo más de tranquilidad al dejar atrás ese año ‘en funciones’, pero hay motivos para la preocupación tanto en la escena nacional como en la europea e internacional. La crisis en los partidos que conforman el bipartidismo en las democracias occidentales –algunas de ellas consolidadas e incluso a veces tomadas como modelo– es un mal que tiene como protagonistas a líderes populistas, seducidos en parte por las consultas populares –sea a la militancia o a la ciudadanía– para solventar asuntos de gran calado y trascendencia.

Estados Unidos

La campaña para la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica que celebra sus elecciones el martes 8 de noviembre, ha dejado al Partido Republicano hecho unos zorros. Hay que recordar que el sistema de partidos dista mucho del modelo tradicional europeo, donde las formaciones tienden a ser más monolíticas. En la política estadounidense los partidos son una maquinaria que se pone en marcha [con la financiación de grandes empresas] para elegir un candidato y luego presentarlo en las elecciones presidenciales –donde sólo se elige al presidente de la República de los EE.UU.– En esta campaña, el excéntrico empresario y candidato Donald Trump ha logrado cabrear a muchos miembros de su partido que han llegado a decir que votarían a su rival, la candidata del Partido Demócrata Hillary Clinton.

El caso de Trump es digno de estudio porque ha conseguido cabrear a propios y extraños, ha protagonizado debates con Clinton donde gran parte del tiempo se lanzaban acusaciones como si de un reality show se tratara [ríanse ustedes del “ruíz -sic- ruin, mezquina y miserable”]. Desde las filas republicanas, el presidente de la Cámara de Representantes, el influyente líder conservador Paul Ryan mostró su desacuerdo y prefirió no hacer campaña a favor de Trump. La fractura interna es grave, algunos de los apoyos multimillonarios que otros candidatos republicanos tenían pasaron al lado demócrata, se calcula que Clinton ha recibido 20 veces más dinero que Trump.

Italia y Reino Unido

Trasladándonos a un país hermano como es Italia, cercano geográfica y culturalmente, encontramos una situación también delicada a nivel político e institucional. Matteo Renzi, se enfrenta no sólo al resto de partidos sino también a miembros de su Partido Democrático como el ex primer ministro Massimo D’Alema. Y todo a cuenta de un referéndum que se celebrará a principios de diciembre y donde pueblo italiano está llamado a las urnas para decidir si modifican su Constitución, intacta desde 1947. Los italianos deberán decidir sobre aspectos técnicos y jurídicos en una votación con cinco preguntas y sólo el 9% [según el instituto IPSOS Italia] posee los conocimientos jurídicos necesarios para entender la reforma constitucional planteada.

Los vecinos del otro lado de Mare Nostrum están habituados a parlamentos arcoíris, con multitud de siglas y colores políticos, lo cual genera inestabilidad política hasta tal punto que, el último primer ministro elegido por los ciudadanos en unas elecciones democráticas fue Silvio Berlusconi. Además hace años que el populismo del movimiento Cinco Estrellas y su mediático líder Beppe Grillo se sumaron a la ceremonia de la confusión que generan los movimientos antisistema en la vida institucional y parlamentaria de las democracias representativas.

En Reino Unido el resultado de la votación respecto al Brexit supuso la dimisión del primer ministro británico, David Cameron, un líder político joven y a quien se le podía presumir una dilatada carrera política en la primera línea –apenas hace un año ganaba las elecciones por mayoría absoluta–. Esta opción por la consulta popular sobre un tema donde deben primar las razones frente a las emociones, provocó discursos contradictorios entre los defensores de la salida de la UE, especialmente llamativo el del actual ministro de asuntos exteriores Boris Johnson, furibundo defensor del Brexit que días antes de la votación escribía los motivos para quedarse en Europa, como reveló hace poco The Sunday Times. Los tories han sufrido en sus filas los efectos de esta política excesivamente centrada en la imagen pública y que olvida un trabajo que debe ser aburrido, burocrático y eficaz para los intereses generales.

La actual primera ministra Theresa May, quien se supone que debe guiar al país a la salida de la Unión Europea, manifestaba lo siguiente en el mes de mayo: “Creo que los argumentos económicos son claros. Creo que ser parte de un bloque comercial de 500 millones de personas es importante para nosotros. Creo que uno de los problemas es que mucha gente invertirá en el Reino Unido porque es el Reino Unido dentro de Europa”. Con esta claridad a favor de la permanencia, ahora tiene que gestionar la salida porque sus compatriotas lo decidieron en una ajustada votación. Los referéndum los carga el diablo. 

España

Esta historia se la saben, Pedro Sánchez apostó por el famoso “no es no” –¡qué gran filósofo y estadista!– y ante la fractura interna del PSOE y la realidad palmaria de que una tercera convocatoria electoral era insufrible para los españoles e insostenible para los socialistas, pues podían dejar de ser el segundo partido en número de escaños, decidieron descabalgarlo del liderazgo. Crearon una gestora liderada por un hombre sensato y razonable como Javier Fernández y se abstuvieron para que el partido más votado ocupara la presidencia del gobierno, ¡qué anomalía democrática!

El histórico y más que centenario Partido Socialista Obrero Español sufre un lucha fratricida entre los barones, los militantes, los podemitas infiltrados, las federaciones díscolas como la catalana y la balear, y en el plano teórico-programático la indefinición ideológica. Todo ello aderezado por la mandíbula retorcida y el verbo viperino de Pablo Iglesias que ya ha demostrado que aprovechará todo para erigirse en el líder de la oposición, el liberador del oprimido pueblo español y el comandante de la revolución republicana.

Tiempos convulsos, donde las luchas entre líderes y las fracturas de los partidos tradicionales, allanan el camino a los que niegan la legitimidad del sistema político, económico y social. Sistema que ha llevado a los países donde se implanta a sus mayores cotas de prosperidad y de protección de los derechos humanos. Espero que la crisis se quede en los partidos y no llegue a las naciones.

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