VALÈNCIA. Es recurrente pensar en Ibiza cuando uno se instala en el verano. Hay una relación casi connatural entre la estación estival y la ciudad. Pero a mí siempre me ha fascinado esta isla porque allí llegó Walter Benjamin, uno de los pensadores más excepcionales de nuestro tiempo, con su andar solitario, huyendo del horror. Como dijo de él Joseph Hergersheimer en el libro Walter Benjamin. Historia de una amistad, escrito por Gershom Scholem, Benjamin “daba siempre la impresión la impresión de ser un hombre que acababa de descender de una cruz y estaba a punto de subirse a otra”.
En el el libro Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza (Editorial Periférica) el escritor ibicenco Vicente Valero recrea ese par de años esenciales en la vida de Benjamin, 1932 y 1933, en los que habitó esta isla. Allí se congregaron tres dolores indescriptibles: el político por tener que huir de su propio país con el ascenso del nazismo, la delicada situación económica y otra crisis de índole personal de la que apenas nada sabemos.
Por bonita que sea la isla [Mallorca], lo que pude ver allí no hizo sino reforzar mi apego a Ibiza, que posee un paisaje incomparablemente más reservado y misterioso. Las imágenes más bellas de este paisaje quedan remarcadas por las ventanas sin cristal de mi habitación.
Sin embargo, el caso de Benjamin impactó todavía más en el poeta y escritor Vicente Valero que describe así en su libro el origen de ese mito que todavía puede rastrearse hoy en la isla:
El mito internacional de Ibiza, que tuvo principalmente en el movimiento hippie de los años sesenta a su máximo impulsor y difusor, fue creado en los años treinta por intelectuales y artistas que hicieron de la isla un espacio alternativo, tal vez un poco por casualidad, pero un espacio en el que era posible escribir o pintar libremente, bañarse desnudo, tomar hachís y, sobre todo, sentirse intérprete de la naturaleza, en una especie de Arcadia perdida y felizmente encontrada.
Benjamin escribió allí alguno de sus poemas y relatos autobiográficos. Vivió siempre en San Antoni e intentó relacionarse con algunos de los lugareños. En su segunda estancia en la isla, escribió este hermoso y triste poema:
Uno se sienta en la silla y escribe.
Uno se va cansando más y más y más.
Uno se acuesta en el momento adecuado,
Uno come en el momento adecuado.
Uno tiene dinero,
Eso es un obsequio de Nuestro Señor.
¡ La vida es maravillosa ¡
El corazón late más y más fuerte,
El mar se va calmando más y más y más
Hasta el fondo.
Pero, ¿de qué manera se influenciaron unos a otros? ¿Cómo fue la convivencia entre los intelectuales y artistas foráneos y los locales? Así responde Valero en su libro:
Entre 1932 y 1936, la isla fue visitada por un buen número de jóvenes que aspiraban a ser artistas consagrados y profesaban nobles ideales antiburgueses. Escritores como Albert Camus, Jacques Prèvert, Pierre Drieu La Rochelle, Rafael Alberti, María Teresa León, Josep Palau i Fabre y Elliot Paul, entre muchos otros, dejaron constancia de ello en artículos, libros y poemas. Fue también así como la vivienda tradicional ibicenca se convirtió en símbolo de ambas actitudes: era por su ubicación, un espacio propicio para la creación artística y era también, por sus condiciones, por su estructura y tipología arcaica, un espacio propicio llevar una vida alejada de cualquier convencionalismo burgués.
La arquitectura de la isla, esas casas payesas blancas y humildes, fueron para Benjamin un verdadero refugio. La isla era entonces una suerte de Arcadia, de paraíso virginal y puro que para Benjamin se mantenía al margen de los movimientos del mundo, incluso de la civilización . Probablemente, como apunta Valero, el último tiempo feliz de Benjamin fue en Ibiza:
Tal como sabemos que transcurrieron los siguientes años, es posible que la estancia de Walter Benjamin en aquellos tres meses de 1932 constituyera –con todos los matices necesarios- el último periodo feliz de su vida.
También en Ibiza conoció a la pintora holandesa Anna Maria Blaupot ten Cate, uno de sus últimos amores. Fue correspondido y así declaraba su amor por la pintora:
Amor mío,
Acabo de estar una hora en la terraza pensando en ti. No he aprendido ni descubierto nada, pero he pensado mucho y me he dado cuenta de que tú llenas completamente la oscuridad y de que allí donde estaban las luces de San Antonio estabas tú también; por no hablar de las estrellas. Cuando antes amaba a la mujer a la que estaba unido era naturalmente mejor, incluido la única; pero cuando luego me daba cuenta de que podía renunciar a cualquier otra, era porque la que ya no amaba era y seguía siendo la única. Ahora es totalmente distinto: tú eres lo que en cualquier momento he podido amar en una mujer; tú no tienes, lo eres más bien.
Visitar ahora una Ibiza atestada de turistas, de fiesta y diversión es compatible con otra actitud más pausada y reflexiva, siguiendo los pasos de un hombre excepcional que encontró en Ibiza ese refugio que necesitaba para seguir escribiendo, para seguir amando.