ALICANTE. Una pareja joven tiene un hijo y eso les trastoca todo su mundo. Ella es médico, él es cómico y, qué cosas, se llama Berto, como el actor que lo representa y el creador de la serie, Berto Romero. Esta es la premisa de Mira lo qué has hecho, la última producción de Movistar+. Se trata de una sitcom de seis capítulos de menos de media hora de duración que se ven en un suspiro. Comienza como una comedia pura, lo que podríamos esperar de su autor, pero va adquiriendo profundidad conforme avanza, e incluso un inesperado tono dramático que le sienta muy bien y la convierte en eso que llamamos dramedia. Por el camino deja un capítulo para la historia, el cuarto, divertido, lúcido y autocrítico.
La mezcla de realidad y ficción, que el protagonista se llame Berto y actúe en teatros haciendo comedia, no debe llevarnos a engaño. Esto no es un monólogo de Berto ni una continuación en formato sitcom de las ingeniosas intervenciones televisivas o teatrales que caracterizan al cómico. Tampoco es su vida, aunque se base en sus experiencias como padre y como personaje público, ni Eva Ugarte, su compañera en la ficción, es su pareja real, por más que la química y complicidad entre ambos nos lo haga creer. Es un relato televisivo bien construido y divertido, que pretende contar algunas cosas relevantes de nuestro mundo actual, como la dificultad de conciliar vida familiar y profesional, la brecha generacional, el papel de la familia y el conflicto entre la individualidad y el grupo, el desafío que supone la crianza, el difícil manejo de las redes y las nuevas formas de comunicación, las servidumbres de la fama y unas cuántas cosas más. Todo ello en un formato de comedia costumbrista en el mejor sentido de la palabra, ese que significa hablar de la realidad, del aquí y ahora, del presente, de lo que configura nuestro entorno diario. En 'La serie de Berto, la primera sorpresa de 2018' el crítico de televisión Mikel Labastida lo explica estupendamente.
La serie de Berto forma parte de un grupo de series que, en forma aparentemente desenfadada y casual, pero con profundidad y con mucha libertad creativa, inciden en la cotidianidad, en el vivir día a día, en la batalla diaria por mantener la dignidad o la identidad en nuestro mundo capitalista y globalizado. Lo hacen utilizando el humor y la ironía, con mucha autoconsciencia, pero sin desdeñar el drama ni el dolor. En ese grupo entran Catastrophe, la maravillosa serie británica de Sharon Horgan y Rob Delaney, crónica mordaz sobre la vida de una pareja que ya no cumple los cuarenta; Fleabag, la excelente serie de la cómica inglesa Phoebe Waller-Bridge, sobre la confusa vida de una mujer joven y soltera en el Londres de hoy; Master of None, la premiada y compleja obra de Aziz Ansari, con la que Mira lo qué has hecho tiene bastantes puntos de contacto; también los tiene, además del hecho de ser ambas producciones españolas, con El fin de la comedia, la sorprendente serie de Ignatius Farray de la que hablaremos próximamente.
Varias de ellas están creadas por cómicos y cómicas fogueadas, como el propio Berto, en los escenarios, en los monólogos, en la stand up comedy. Es el caso de Aziz Ansari, Ignatius Farray y Phoebe Waller-Bridge. A la hora de hacer ficción han optado por series atrevidas sobre la (su) vida cotidiana, inscritas más o menos en eso que se ha llamado posthumor, y que cambian de tono sin avisar partiendo de tópicos y estereotipos para romperlos; eso significa no ocultar las caras más feas del amor, de la vida en pareja, de la maternidad y la paternidad o del mundo laboral. También son desmitificadoras. Algunas comienzan allí donde acaban las comedias románticas al uso, es decir, después del sí quiero y del beso que sella el amor, para mostrar que la realidad tiene muy poco romanticismo y que más bien se da de patadas con él; o le dan la vuelta al discurso sobre la belleza del amor, el deseo y el sexo que venden las revistas, las canciones de moda y el cine comercial. Por eso, además de ser sensibles, son poco complacientes, amargas, ácidas e incluso a veces cínicas. Está claro que Mira lo qué has hecho no es ni la más amarga, ni la más ácida, tampoco lo esperábamos, pero ofrece un retrato veraz de dos personas superadas por una situación cotidiana, tener un hijo, que, en un mundo menos absurdo (y competitivo, y deshumanizado, y materialista) que el nuestro, debería ser más sencilla, enriquecedora y satisfactoria.
Las series españolas están cambiando
Que el panorama de las series españolas está cambiando es un hecho. Se va imponiendo cierta diversidad y algunas propuestas arriesgadas que son muy de agradecer. Series que se han desmarcado de la tónica general buscando algo nuevo y alejándose de caminos trillados hemos tenido unas cuantas en los últimos años, pero han quedado un poco aisladas, como excepciones. Ahí están las autorreferenciales ¿Qué fue de Jorge Sanz?, la serie de David Trueba, y la citada El fin de la comedia, en las que Jorge Sanz en una e Ignatius Farray en la otra juegan con su imagen y a ser y no ser ellos mismos con un altísimo grado de exposición y mucho sentido del humor (cruel). También entrarían en este grupo Todas las mujeres, la serie de Mariano Barroso luego convertida en película, la muy recordada Crematorio y, por supuesto, El ministerio del tiempo. No son las únicas, pero valen como ejemplo.
Podemos lamentar que la apuesta española de Netflix sea Las chicas del cable, un producto bien hecho pero convencional, un melodrama lujoso al estilo Gran Hotel o Velvet que juega sobre seguro. Tiene sentido en la lógica empresarial de Netflix y su estrategia de captación de público, pero lo cierto es que todos esperábamos más, algo distinto. Y ese algo distinto es lo que intenta Movistar Plus con su entrada en la producción de series. De momento, hay que decir que lo está consiguiendo. La peste, La zona, Vergüenza y ahora Mira lo qué has hecho son obras de calidad, arriesgadas y diversas, con personalidades bien diferenciadas. Y por fin episodios de 50 minutos y no esos interminables 70, esa anomalía de nuestra televisión, una condena para guionistas. La cadena está apostando muy fuerte tanto en términos de inversión (La peste es la serie más cara de la televisión española) como por la ambición demostrada. Sin duda, está estrategia de producción está moviendo el tablero y cambiando las cosas, pero esta estrategia está provocada, a su vez, por el cambio en los hábitos de consumo de series y la llegada a España de HBO y Netflix. Así pues, no son estas las únicas transformaciones que veremos porque los cambios van a toda velocidad y no es fácil predecir por donde irán. Por ahora, nos quedamos a la espera de Félix, la serie de Cesc Gay (estreno 6 de abril), y Gigantes, de Enrique Urbizu. Hay muchas ganas de verlas.