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Miguel Gomes: "La única manera de que el cine no sea dictatorial es compartir algo con el espectador"

El realizador, ganador del premio Luna de València de Cinema Jove 2019, habla sobre su cine, la ficción y lo delirante, y Hollywood

26/06/2019 - 

VALÈNCIA. El viernes pasado, Miguel Gomes recibió el premio Luna de València del festival Cinema Jove 2019, un galardón que le reconoce como una de las voces cinematográficas más notables del momento. Su filmografía es corta pero sólida, y en pocos años ha conseguido que, a través de esta, el cine ponga la mirada sobre los nuevos cineastas portugueses. La mirada de Gomes es genuina y particular, hablando desde el absurdo para tratar temas actuales y preocupaciones universales. Con un lenguaje cinematográfico flexible, siempre se ha hecho cargo del cuento y nunca ha sido acusado de ser pretencioso, algo especialmente reseñable en los tiempos que corren para el cine de autor. Durante los días que ha estado en València, Gomes ha sacado unos minutos para atender las preguntas de Culturplaza.

- Inventario de Natal, uno de tus primeros trabajos, relata una reunión familiar sin una trama clara, puro costrumbrismo ¿Cuáles fueron tus primeras pretensiones como cineasta? ¿Qué te impulsó a hacer cine?
- Te voy a decir la verdad: tengo una pésima memoria y hace mucho tiempo de aquellos primeros trabajos. Sí que te puedo contar que la primera imagen de mi primer cortometraje, Entretanto, surgió cuando iba en un avión y miraba las nubes mientras escuchaba a Doris Day cantando Qué será, será. Así decidí que empezara el cortometraje. En Entretanto planteaba un triángulo amoroso entre adolescentes, una trama con una potencia dramática importante; entonces quise poner esa secuencia porque, teóricamente, quería también poner en plano algo tan liviano como las nubes. Mi primer impulso fue equilibrar esos dos contrapesos. Más tarde, Inventario de Natal son los recuerdos míos de un día de Navidad en la década de los 80. Así que supongo que mi primer impulso fue poner en una película mis sensaciones como adolescente y como niño.

- Uno de los hilos conductores de esos primeros trabajos es el protagonismo que le das a lo musical. En otro corto, Cântico das criaturas, cuenta la historia un trobador, que parece ser una traslación tuya en forma de alter ego. Este hilo lo has ido abandonando en tus últimos trabajos, ¿no?
- Tal vez es que el hilo conductor no es tanto lo musical como el interés por la música. En Aquele Querido Mês de Agosto, hay una banda; en Tabu, en África también hay una banda, en As mil e uma noites no hay mucha música, pero sí se repite siempre (la canta la propia Sherezade) el clásico latinoamericano Perfidia.

Foto: EDUARDO MANZANA

- Otro de los ejes de tu cine es la de posicionar el film siempre en una frontera formal: a A cara que mereces cambia de género cinematográfico, Cântico das criaturas y Tabu cambian de tiempo, Aquele Querido Mês de Agosto As Mil e Uma Noites se plantean con una parte documental y otra de ficción... ¿Por qué?
- Porque el cine permite hacerlo. ¿Por qué filmar en un ambiente temporal concreto si podemos filmar en cinco o seis? En Tabu, por ejemplo, la cuestión del tiempo es fundamental: la historia tiene dos contextos con los mismos personajes, y en uno ves a unas ancianas y en otro están jóvenes. Eso crea una idea que me interesa mucho, que es el del personaje mutante. No son superhéroes de Marvel, pero les acabas conociendo viejos y jóvenes a la vez. Esa duplicidad que creas viendo a la misma persona disfrutar de la fiesta y el sexo y agonizando a punto de morir me resulta muy interesante. 

- Dentro de esas posibilidades que da el cine, también explotas la idea de mostrar el aparato y le cedes siempre a un personaje el papel de contar la historia, en vez de tú.
- Es porque quiero reivindicar que no hay un único poseedor exclusivo de una historia; que las historias sean compartidas es algo muy importante en mi cine, incluso compartidas con el espectador. A mí me preocupa mucho ese lado dictatorial que el cine puede tener porque, habitualmente, la condición del espectador es ser pasivo: se sienta, mira la pantalla, y de esta salen órdenes como "ahora debes llorar", "ahora debes reir", "ahora estás escuchando algo muy importante para el mundo"... A mí, sin embargo, los monólogos no me interesan nada. La única posibilidad de que el cine no sea dictatorial es compartir algo con el espectador. ¿Cómo se hace eso? Una de las maneras es crear una ambigüedad en las historias para que el espectador se pregunte, por ejemplo, si debe estar triste o debe reír; que se pregunte si lo que muestro es una ironía o una tragedia. Me gusta que esa decisión dependa de su propia sensibilidad, porque así se comparte la responsabilidad en la creación de un film.

- ¿Crees que tu cine es militante?
- No lo creo, porque para ser militante, tienes que tener las cosas muy claras. Lamentablemente, no es mi caso.

- Iris Murdoch dijo: "Si una ficción es necesaria, entonces no es ficción". ¿As mil e uma noites, que está concebida en un momento político muy concreto de Portugal, era necesaria entonces?
- Para mí había una ficción que consideraba que era la mala ficción: las mentiras del gobierno portugués y de la troika, que afirmaban que la gente tenía que hacer esos esfuerzos porque "there is no choice". Para mí eso es la mala ficción, porque creo que siempre hay opciones (políticas, cinematográficas, etc.). Así que hacer una ficción deliberadamente delirante, imposible de creer, es para mí la buena ficción, la que no se hace pasar por realidad. Es mi manera (no tengo otra) de combatir aquellas mentiras de los políticos.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

- La realidad de Portugal parece haber cambiado mucho, ¿cómo ha envejecido desde entonces el film?
- La historia del milagro económico portugués también es una ficción de Europa. Está creada para hacer creer que, después de tanto sacrificio, al final las cosas han salido muy bien. Pero no es verdad. No creo que en Portugal las cosas sean buenas súbitamente: sigue habiendo una gran brecha social importante, los edificios públicos están muy deteriorados... Se vive algo mejor porque, psicológicamente hablando, que se haya ido la troika y que haya cambiado el gobierno, lo cambia todo.

- Por eso te pregunto, ¿cómo ha envejecido el film?
- La idea siempre fue poner, como Noé con los animales en el arca, historias y personajes en una cápsula del tiempo, en un momento muy concreto de la historia de Portugal. El film tiene cuatro años y no creo que haya pasado tiempo suficientemente para que se haya hecho vieja.

- Como eres un realizador con una voz propia, supongo que te nutres también mucho de otros cines, ¿qué tendencias cinematográficas te interesan más?
- Soy un cinéfilo y me interesan cosas muy distintas: voy mucho a la filmoteca de Lisboa y sigo atento al cine de todos los tiempos. Ser espectador de cine es el centro de mi vida. Ya que estamos en Cinema Jove, te hablo de cine hecho por viejos: el mejor film que he visto este año ha sido The Mule de Clint Eastwood. Me pareció increíble.

- ¿Y qué me dices del cine galego actual, que comparte mucho con el nuevo cine portugués?
- Por supuesto, es el caso que más interesa del cine español. Lo que hace Oliver Laxe o Lois Patiño, por ejemplo, pero es difícil que acote intereses actualmente.

- Ser vecino de Kaurismäki le debe alimentar la cinefilia a cualquiera...
- Kaurismäki es un director esencial para mí y para el séptimo arte contemporáneo porque él hace un cine que ya terminó: se basa en el cine clásico americano pero no lo copia, sino que extrae su memoria para hacer algo distinto.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

- En el panorama del entretenimiento, parece estar imponiéndose el formato de las series casi de una manera dictatorial. Sin embargo, tú estrenas en salas una película en tres volúmenes diferentes... ¿Cómo puede seguir reivindicándose el formato film?
- Es una buena pregunta que no te sé contestar. Yo no tengo ninguna relación con la televisión. Solo veo fútbol, tenis, y la tercera temporada de Twin Peaks (que me pareció increíble). Hay cosas interesantes, como las miniseries que ha realizado Bruno Dumont (P'tit Quinquin y Coincoin et les z'inhumains). Lo que está claro es que el cine, como arte popular y masivo, está en declive máximo desde hace décadas, y no veo manera de rectificar esa tendencia. Soy pesimista y me da mucha pena.

Yo llevo viendo cine desde los 80, y sé que entonces ya era diferente al de la década de los 40, pero ahora mismo Hollywood está viviendo su época más negra desde que empezó. Cuando pensé en A mil e uma noites traté de manera irónica el cine americano actual, con esas trilogías eternas -como la del El señor de los anillos-, y concebir el blockbuster imposible, siguiendo sus normas pero siendo disfuncional por su naturaleza fílmica.

- En tu discurso de entrega del Premio Luna de València, decías que no te sentías merecedor de un premio a tu carrera con una filmografía tan corta, y que esperas hacer más y mejores películas para compensarlo. Tal vez sea una opinión personal propia, pero ¿no se trata más de la calidad que de la cantidad?
- Tal vez, pero no es muy culpa. No tengo que pensar en eso. Aún así, estoy muy agradecido del premio que he recibido en Cinema Jove.

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