El valenciano Rafael Fernández forma parte del equipo que organiza el Havana World Music que se celebra en la capital cubana
VALÈNCIA. “Tienes que vivir aquí para comprender esto; mi hermana me lo ha explicado cientos de veces, pero hasta que no lo he experimentado, no lo he entendido: no existe competencia y la falta de recursos se suple con creces con ingenio y compañerismo”. Esta frase de Rafael Fernández podría ser la cita que abriera el trailer de cualquier película que se atreviera con el tópico de la fórmula de “topónimo en plural” más “en La Habana”. Valencianos en La Habana. Sin embargo, en el caso que nos ocupa se trata más del diagnostico de la situación que de un lugar común más: Rafael Fernández, quien firma la declaración, es el valenciano en La Habana.
Fernández, que ahora forma parte del equipo de marketing de La Rambleta, recoge en su curriculum el hito de trabajar en La Habana con “el festival más económico del mundo” (de los que cobran entrada): concretamente, un CUC; el cambio del Peso Cubano Convertible, una de las dos monedas oficiales del país, con respecto al euro es de alrededor de 90 céntimos. “No nos regimos por las mismas normas”, explica Fernández, que matiza que esa condición “no es un problema”: “forma parte del ADN de Havana World Music, si los locales no pudiesen permitírselo nada tendría sentido”.
HWM es el acrónimo de Havana World Music, un festival que el pasado mes de marzo celebró su cuarta edición consecutiva en la capital cubana. “Mi función es la de cemento (así lo llaman mis compañeros)”, explica, “supuestamente soy el responsable de marketing, pero la realidad es que paso más tiempo intentando orquestar un equipo súper capacitado limitado por las circunstancias”. Al festival, que encarna la versión saludable de la trillada y caduca etiqueta world music, y a Cuba llegó después de su hermana: “mi hermana lleva en Cuba más de diez años vinculada a la cooperación y gracias a ella conocí a personas súper interesante con las que empecé a participar en diferentes acciones”. Entre esas acciones, recuerda, está la de llevar a La Habana a “los primeros djs españoles y holandeses”.
Todo bien con el regionalismo, pero la cuestión aquí en realidad es saber cómo se organiza un festival de música en La Habana. Un festival de música con representantes internacionales como Sargento García, el británico Auntie Flo o los españoles Fuel Fandango y Juanito Makandé, cuya entrada apenas llega al euro. Más aún cuando, según reconoce el propio Fernández, “las barras son estatales, por lo que el beneficio por consumo es complicado”. La principal razón que explica por qué todas estas cuestiones, inconcebibles en el modelo de negocio del festival actual, es fundamentalmente que no es un modelo de negocio porque no es un negocio.
“Hacer un festival con todas las dificultades del mundo es algo mágico, pues lo haces por muchos motivos, pero ninguno relacionado con el beneficio económico”. Para un experto en marketing y gestión comercial, apartar el beneficio económico de la compleja ecuación de la planificación de un evento debe de ser complicado. Pero “existen ventajas” que no se dan en el mercado sobreexplotado del festival español, especifica el valenciano. Ventajas, eso sí, propias del microclima cubano. Ventajas que provocan que el apartado de patrocinadores del festival cuente con elementos tan exóticos como las imágenes de la embajada de Bulgaria o el Romanian Cultural Institute: “las embajadas sitas en Cuba nos apoyan aportando a artistas referentes, es una forma de poner en valor la cultura de sus países de origen”.
Todos esos artistas, además, “participan de forma altruista en mayor o menor medida”. Rafa Fernández tiene claro que no se puede pretender que “que la rentabilidad de un circuito de conciertos o de un festival emane del mismo sitio que en España”. El valenciano explica que el foco de la financiación ha de buscarse en otro lugar: “no es posible que se financien con entradas que no vayan alineadas con las posibilidades del ciudadano cubano, y con ingenio y creatividad siempre hay posibilidad de desarrollar ideas viables para el que ofrece y para el que demanda”.
El puzzle empieza a encajar. Sin embargo, aún falta alguna pieza por acoplar. La institucional. El festival tiene el auspicio y apoyo del Ministerio de Cultura de la República de Cuba, del Instituto Cubano de la Música y del Gobierno de la Ciudad de La Habana. No es una frase hecha, es lo que especifican claramente en la web del HWM, y ahí están los logos de las instituciones, entre los de una cervecera (sí, el modelo español de festival y cerveza nunca se rinde) y una cadena hotelera españolas. “Sin esta aprobación no es posible desarrollar el proyecto, pero tampoco nos debe chirriar: sólo tenemos que ver que los festivales más importantes de nuestra comunidad van abanderados por logos de la Generalitat y de las instituciones más representativas, que se hacen eco de posibilitar tales acontecimientos en sus ciudades y de permitir que se realicen siempre y cuando aporten riqueza al pueblo”.
“Este proyecto no sería posible si no fuese cubano”. A pesar de que parte del equipo haya tenido que coger, en algún momento, un vuelo transoceánico para ir a la oficina, la identidad de un proyecto no puede desvincularse en ningún momento de la tierra sobre la que se construye. “El proyecto es local, de raíces cubanas y con objetivos cubanos: no se trata de ser promotor extranjero, sino de apoyar a los promotores locales y adherirte a ellos en la medida de lo posible”, recuerda el valenciano, que insiste en que “los promotores son locales” y él y sus compañeros “sólo” son “meros compañeros de viaje” que intentan “dar un apoyo internacional” basado en su experiencia.
“Tenemos mucho que aportar desde nuestro conocimiento, pero no podemos hacerlo solos”. Fernández da otra de las claves que determinan el éxito o el fracaso de un proyecto tan especial como el de un festival de música en Cuba: la adaptación al medio. ”Yo soy un mero ayudante, y esto no es ni malo ni bueno: si no entiendes las características de un mercado, no puedes formar parte de él, da igual que se llame Cuba o España”, señala el valenciano, que asegura que lo que más le ha sorprendido es la dimensión del cooperativismo que se da en territorio cubano.
A pesar de que en la propia web del festival se hace referencia a la posibilidad de contratar paquetes turísticos a través de agencias de viajes colaboradoras, la realidad obvia es que un festival no puede subsistir sin el apoyo del público local. El turismo musical no puede ser el pilar fundamental de la supervivencia de un festival; y menos en un proyecto que en gran medida depende de las instituciones. “Creemos que ahora es el momento de empezar a posicionar el festival como una de las actividades estrella de los paquetes turísticos que venden las agencias a extranjeros, pero el 90% del público -como mínimo- es cubano o residente en Cuba”, expone Fernández.
“Cuba siempre será un referente cultural y musical, especialmente en directo”, concluye el valenciano, “lo que ahora sucede es que los últimos acontecimientos han dado pie a que Cuba, y en concreto La Habana, se posicione como una de las capitales de moda en el mundo”. La mejora de las relaciones de Cuba con países como Estados Unidos ha propiciado (o no) una situación de multiplicación de posibilidades. “Esto implica que muchos artistas que antes no podían, quieran ahora compartir su arte y formar parte del momento histórico que se está viviendo en la isla”, concluye Rafa Fernández, que confiesa que en septiembre nacerá otro festival en La Habana, esta vez de “fusión electrónica”: “nos tiene tremendamente ilusionados por el apoyo internacional que estamos recibiendo”.