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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Lou Reed, los felices ochenta y otros conceptos convertidos en discos antológicos

3/06/2018 - 

VALÈNCIA. Juan me envía un mensaje por Whatsapp. Es una foto, la foto de un disco titulado El lado salvaje. Está escrito en castellano, pero el disco es de Lou Reed, que sale en la portada retratado por Mick Rock en su época de rubio platino. ¿Me equivoco o tú tuviste algo que ver en este disco?, dice Juan. No se equivoca, tuve que ver.

Juan es Juan Puchades, fundador de Efe Eme, uno de los medios musicales más importantes del país, y sin duda el puntero cuando se trata de analizar la música en castellano, una cabecera que esta año celebra su vigésimo aniversario y que, no nos olvidemos, aunque sea de alcance nacional, opera desde València. Juan y yo crecimos en la misma época. Un tiempo en el que los discos eran otra cosa, tenían un significado diferente porque podían influir en el ritmo al que giraba el planeta. Eso ya no ocurre. Demasiadas noticias a la vez, demasiada fragmentación. Demasiadas distracciones y demasiado humo. La música pop ha vuelto a sus orígenes, al single, a la canción como ente supremo. Los álbumes existen pero no se escuchan  como una obra unitaria. Las plataformas de streaming y YouTube han hecho que la canción sea lo que importe. El resto, como tantas otras cosas, es algo que sólo nos incumbe a unos cuantos porque ya somos viejos.

El lado salvaje

Juan se acaba de encontrar El lado salvaje ordenando discos. La maldita costumbre de ordenar los discos. Yo ya no los ordeno, solo los junto en estantes, pero no os creáis, luego los miro y tengo remordimientos. Los discos, los libros, las revistas, son una esclavitud. Con ellos vivo una relación parecida a la del amo y el esclavo. Dan placer pero también imponen sus leyes, crees que mandas tú pero no es cierto. También es cierto que cuando intentas ponerte a ordenar discos, acabas llevándote sorpresas. El disco del que empiezo a hablar con Juan es un recopilatorio publicado únicamente en España, en 1999, el año en el que posiblemente se acabó la fiesta para la industria de la música y todos los que vivimos de ella. Fue idea de un ejecutivo de la discográfica en la que aparecieron los primeros discos de Lou Reed. 

En un momento en el que Reed ya se había consagrado como gran poeta del rock & roll, propuso confeccionar una antología centrándose únicamente en sus años legendarios, los dorados setenta, que son los que en España siempre tuvieron tirón y le dieron lustre al mito de músico depravado. La discográfica contó conmigo en calidad de asesor, y para que firmara el texto del libreto. Propuse que incluyeran dos canciones que tenían una versión ligeramente distinta en la versión aparecida en single. Por su parte, Lou Reed puso como condición que se incluyeran dos de sus composiciones favoritas, ‘Street Hassle’ y ‘The Bells’. Dos temas que, de no ser por esa imposición, jamás habrían llegado a una recopilación de estas características.

Antes de la extinción

Apenas recordaba todo esto hasta que hablé con Puchades del asunto. Porque en realidad, el hallazgo fortuito de aquel recopilatorio, El lado salvaje –los que habitualmente van al George Best Club de València conocerán el disco gracias al enorme póster promocional del álbum que decora una de sus paredes, intuyo que aportado por Raúl Tamarit- fue algo que nos hizo volver al pasado, a una época no muy lejana pero que sin embargo se nos antoja remota. En mi caso no sólo por lo mal que me funciona la memoria, si no porque entonces todo funcionaba de una manera diferente. Los discos eran objetos que se vendían copiosamente, que daban pie a programas de radio y televisión, que tenían presencia real en las tiendas que no eran exclusivamente de discos. Los medios de comunicación aún no habían caído en las trampas de internet y la música todavía no era una apuesta perdida de antemano. Entonces las discográficas –sus departamentos de estratégico, como suelen llamarlos comiéndose la palabra marketing, donde se crean recopilaciones ex profeso para el mercado local- apostaban por recopilatorios que no necesariamente tenían que estar vinculados a algún programa de televisión de máxima audiencia y seguramente bastante zafio.

Recopilatorios para todos los gustos

A medida que hablábamos, Puchades y yo fuimos recordando discos de este tipo en los que habíamos colaborado, bien confeccionando un texto, bien realizando la selección de temas, bien haciendo ambas cosas. Esta actividad era común entre los periodistas musicales y locutores. Había programas como Siglo 21 de Radio 3 que durante años tuvieron su antología de canciones. O la serie Calaveras y diablitos, creada por Bruno Galindo cuando el rock latinoamericano era para el público más español algo mucho más lejano que la música alternativa islandesa. Juan y yo llegamos a trabajar en dos recopilaciones diferentes de Moris que aparecieron con pocos meses de diferencia. Eran otros tiempos, desde luego. Al poco tiempo de instalarme en Madrid, año 1994, una multinacional me encargó un texto –y creo que también asesoría- para un recopilatorio de música alternativa y grunge llamado Vértigo, con temas de Weezer, Urge Overkill o Elastica. El disco funcionó también que en años sucesivos se publicaron dos volúmenes más.

A finales de los años noventa trabajé con un par de discográficas en recopilatorios que indagaban en algo que estaba por llegar para no irse nunca. Me refiero a la nostalgia por los años ochenta. Antes de que esta querencia se institucionalizara, me dio por confeccionar discos con versiones maxi de algunos de los temas de pop y rock que habían sonado asiduamente en las discotecas de la ahora glorificada etapa previa a la ruta del bakalao. Fue un trabajo muy divertido. Ahí fue cuando descubrí que el más nostálgico de todos era yo, que anhelaba volver a mis noches más locas, a la ilusión de unos días en los que aún no había que preocuparse por lo que vendrá después. Aún no. Love & Rockets, Godfathers, PiL, Gene Loves Jezebel, Psychedelic Furs. Eran discos de material que en València ya se denominaba remember, porque recuperaba discos previos al imperio de la mákina. El resto de España ignoraba dicha fijación, pero así y todos los discos, Eighties y  Maxi 80, no funcionaron del todo mal.  Pero se adelantaron al momento, lo cual creo que en cierto modo me enorgullece. Sobre todo ahora que este, como tanto otros ciclos, puede darse por terminado. Se acabaron las antologías, lúcidas o no, forzadas o no. Esos discos urdidos alrededor de un concepto o de la obra de un artista. Esos discos son historia. Siempre nos quedará ponernos a ordenar los que tenemos en casa.


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