Una pieza de danza y audiovisual a partir de la coreografía que acompañaba al éxito de Los del Río
VALÈNCIA. ¿Puede evocar el director de cine Basilio Martín Patino al dúo de flamenco y rumba Los del Río? Claro que sí. Feliz y fértilmente. En la convivencia asentada entre la alta cultura y la cultura popular que domina nuestro tiempo, el coreógrafo Javier J Hedrosa ha ligado el documental Canciones para después de una guerra con el éxito de masas Macarena. En su espectáculo (Bis) el autor retoma la idea explorada por el realizador salmantino de montar canciones conocidas sobre imágenes para darles otro significado. En la película, el juego arrojaba como resultado una sátira de la posguerra, aquí la yuxtaposición es entre baile y audiovisual, y toma el testigo de aquel trabajo de no ficción con un repaso desde la muerte de Franco hasta nuestros días.
La obra es la versión extendida de una propuesta de 25 minutos estrenada en Russafa Escènica. Su estreno estaba previsto en marzo, pero como tantas otras citas culturales, quedó postergado por el confinamiento. Desde entonces, el mundo ha vivido un buen puñado de hitos históricos, pero su creador ha preferido no incorporarlos en el audiovisual.
“Es cierto que la pandemia era ineludible, pero incluirla hubiera sido anecdótico, porque mientras en el resto del relato hay un posicionamiento político, en este caso me costaba encontrarle un sitio justo y correcto. Aunque a todas nos toca, todavía está demasiado reciente para igualarla a, por ejemplo, las Olimpiadas de Barcelona o la llegada de inmigrantes. Todavía estamos ubicándonos en este nuevo mundo que va a cambiar”, reflexiona Hedrosa.
El relato audiovisual que se proyecta al fondo del escenario se ha tejido a partir de encuestas realizadas a una selección de personas a las que se les preguntó qué eventos asociaban a la idea de España y lo español. La grabación está integrada por los tópicos típicos. Los fragmentos que la integran no están grabados cronológicamente y se nutren tanto del archivo de RTVE, con piezas que pueden remitir al lenguaje periodístico, como de videos de YouTube, con querencia cinematográfica. De Hillary Clinton a las manos blancas en repulsa por la muerte de Miguel Ángel Blanco, del anuncio de la muerte de dictador a cargo de Arias Navarro a una rueda de prensa de a Carlos Fabra.
La COVID no está presente en este mosaico de memoria colectiva, pero se le han hecho dos guiños en la coreografía, uno explícito, que pasa porque los bailarines van a bailar con mascarilla, y otro implícito, “en estos momentos de restricciones sociales, vamos a ser 12 sobre el escenario, y esto va a crear una tensión”.
La pieza juega a darle la vuelta a los lugares comunes asociados a Macarena, no sólo al obvio matiz de fiesta, sino también al tiempo en que más se escuchó esta canción, muy enmarcada en el año 1993. “Funciona como una conclusión, señala donde habíamos acabado como país tras años de modernización: el ingreso en Europa, la apertura cultural y el progreso cristalizan en dos eventos importantísimos, la expo de Sevilla y los Juegos Olímpico. Ese momento de bonanza y esa cosa de Viva España se traducen culturalmente en canciones como Macarena, pero además se convierte en un hit que trasciende fronteras, como curiosamente está volviendo a pasar con artistas como Rosalía en nuestro contexto”, se explaya el bailarín y coreógrafo, cuya propuesta procura lo contrario, “encontrar las sutilezas en lo coreográfico y tergiversarlo y deformarlo para que nos lleve hacia otros lugares y así conectar con ideas diferentes, ligadas a la memoria colectiva de la España que va de 1993 hasta hoy”.
La pieza es un recorrido por los tópicos de nuestro país con la coreografía de Macarena, que no la música, en primer plano. En la puesta en escena no suena aquel tema que en 1996 estuvo encaramado 14 semanas en el número uno de la lista Billboard, sonó en la Superbowl y Bill Clinton acometió en su campaña de reelección, del que hay más de 4.700 versiones y hace escasos días fue la banda sonora de los simpatizantes de Joe Biden en Nueva York para celebrar la victoria del Partido Demócrata. El dale a tu cuerpo alegría no se escucha, pero los presentes reproducen la letra en sus cabezas mientras ven la icónica coreografía. En la decisión ha pesado los problemas que los derechos de autor iban a procurarle a Hedrosa, quien se ha cuidado muy mucho de comprobar que el bailecito asociado no estuviera registrado.
En Russafa Escènica nadie se levantó a cantarla. Tras 10 meses de contención forzada por la pandemia, quién sabe si la cosa cambia.