FESLLOCH 2017

Las cuatro razones que avalan la consolidación del Feslloch

Este fin de semana se celebra la undécima edición del Feslloch, el festival de la música en valencià

6/07/2017 - 

VALÈNCIA. Ellos lo llaman “el primer de l’estiu” y la realidad es que, tanto el estallido de la burbuja de festivales como el cambio climático, ha terminado por convertir la frase en una muletilla más que en un eslogan. El Feslloch se celebra este fin de semana, otra vez, y con este ya hace más de una década que lo hicieron por primera vez. El festival ha consolidado su posición, y más desde que hace algo más de un lustro vincularon definitivamente el festival a la localidad de la comarca de la Plana Alta como sede única. Nadie en Bell-lloc habría pensado que, durante tres días al año, el festival iba a multiplicar hasta por 10 la población del municipio (poco más de 1.000 personas, según datos oficiales de 2016).

La consolidación evidente del Feslloch responde a una serie de factores que, juntos, significan no sólo la supervivencia del proyecto, sino el éxito del mismo. Es cierto que el Feslloch no aspira a convertirse en un festival multitudinario -su línea de programación es la que es-, pero muy pocos festivales valencianos cuentan con más de una década de resistencia en su historial; esto es lo que hace que el festival, organizado por el Ayuntamiento de Benlloch en colaboración con Escola Valenciana i Associació Cultural El Pitxurrull, cuente con unos cimientos mucho más forjados para mantenerse en pie cuando el inmenso castillo de naipes de los festivales empiece a tambalearse en España. 


La diferencia siempre es la clave

Resulta evidente a primera vista que una de las razones principales del éxito del festival reside en su sincera diferenciación del resto de festivales. Tanto los objetivos como la línea editorial del Feslloch se encuentran a años luz de los de cualquier otro festival del circuito veraniego. El festival no busca la rentabilidad en el negocio que deriva de la masificación. Las cifras del Feslloch, si bien no dejan de crecer en los últimos años, invitan a la amabilidad. De los 3.200 asistentes en 2009 han pasado a los 10.000 de la última edición; en menos de una década han pasado de celebrar los tres millares de asistentes del festival a contar con conciertos -como los de Fermín Muguruza o Auxili- que, por sí solos, superaron ese dato con unas 4.000 personas entre el público.

Sería muy naíf pensar que el objetivo principal del Feslloch difiere del de cualquier otro festival: atraer al público. Y, cuanto más, mejor. Sin embargo, su crecimiento escalado y sostenible, unido a los atenuantes de quiénes están detrás del festival (asociaciones culturales, ayuntamientos) y quiénes no lo están (inversores privados, supuestos filántropos, cerveceras omnipresentes) invita a pensar que hay algo más allá de la simple recaudación a través de la venta de entradas y alcohol. Y lo hay. De hecho, en lo que respecta a las entradas otro dato pone de manifiesto la diferencia: el precio, entre los 32 y los 42 euros, les sitúa también fuera del circuito habitual de festivales veraniegos.

Un motor a tres bien engrasado

Y toda esta maquinaria de inferencias surge, en gran parte, por cómo está construido el motor del Feslloch. ¿Quién hay detrás de la organización del festival? A simple vista resulta muy complicado -por no decir imposible- saber quién está detrás de la organización de festivales como Arenal Sound o el Festival de Les Arts; para saberlo hay que mover hilos, preguntar, investigar y, al final, puede que incluso se llegue a un cul-de-sac administrativo. Sin embargo, para saber quiénes son los organizadores del Feslloch basta con un curso básico de ‘Internet en casa’ y estar familiarizado con el término scroll; el pie de la web del festival (el anglicismo homicida de nombre footer) revela el misterio.

Sin duda, la consolidación del festival tiene mucho que ver con que la organización del festival surja de la colaboración entre una entidad pública, una entidad cívica y una asociación cultural. En muchas ocasiones ha quedado demostrada la enorme dificultad a la hora de lidiar con la burocracia de la administración, pero en este caso se pone de manifiesto que el trabajo conjunto entre el Ayuntamiento de Bell-lloc, Escola Valenciana - Federació d’Associacions per la Llengua (FEV) y la Asociación Cultural El Pitxurrull es fundamental a la hora de hacer perdurar en el tiempo una propuesta alejada de la agresiva realidad. La confluencia de las tres realidades provoca cierto cariz humano que tampoco hay que confundir.

Del género a la normalización

El Feslloch ha ido creciendo al ritmo que la música en valenciano insistía en la búsqueda necesaria de la independencia para despojarse de su condición marginal de género. Si bien el festival sigue utilizando la etiqueta de “festival de música en valencià” -porque, al fin y al cabo, lo es- en su comunicación, añade el guiño de “el primer de l’estiu”. Sigue siendo capital, porque forma parte de la filosofía de su fundación, pero el Feslloch debe crecer al mismo tiempo que lo hace la música que le ha granjeado su importante base de seguidores. Un festival de su trascendencia en el universo valenciano no puede replegarse sobre sí mismo.

En su cartel, este año cuenta con grupos que, por fin, han difuminado por completo las fronteras de lo que antes era el gueto de la música en valenciano. Ese que miraba a Cataluña, con su espíritu normalizador, pero que luego vivía cómodo con los pingües beneficios que le proporcionaba la etiqueta de música en valencià como género. Gener, Zoo, Mireia Vives & Borja Penalba o Les Pupil·les son algunos de los grupos que, junto a Manel, dotan al festival de ese enfoque que deja de mirar la música en valenciano como algo que se mira, se queja, pero no se toca. 

La respuesta del público objetivo

Con toda su aparente sencillez, el producto está, en realidad, perfectamente diseñado para atraer a su público objetivo. Sólo así se explica la evolución en las cifras de asistencia desde 2009. Fue entonces cuando el Feslloch dio el salto más complicado, el cambio de chip, el ascenso de rango. De los 3.200 espectadores que se reunieron en Benlloch en 2009 llegaron, sólo un año después, a los 7.000; Obrint Pas, Orxata Sound System y Xavi Castillo, entre otros, fueron los responsables tangibles de la transformación del festival en 2010.

Desde entonces, el Feslloch no ha dejado de crecer al ritmo sostenible que han marcado las cifras de asistencia. Las ediciones de 2012 y 2013 les sirvieron para sobrepasar los 8.000 asistentes, mientras que en 2014 subieron exageradamente hasta los 12.000 con Senior i El Cor Brutal, Txarango, La Gossa Sorda o Els Catarres. Su última cifra, los 10.000 del año pasado, radiografía el estado real de las cosas: en un mercado (sobre)saturado y en un contexto de crisis silenciosa, consolidar el festival significa consolidar a su público base. Con una década de historia a sus espaldas quizá lo más importante para el Feslloch sea, no tanto crecer sin saber cuál es su límite, como conocer los límites que marcan la filosofía de su proyecto y explorarlos.

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