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La luminosa fábula de vertedero de Wes Anderson

La fábula de animación 'Isle of Dogs' inaugura la Berlinale con un mensaje social, medioambiental y político

20/02/2018 - 

VALÈNCIA. Un grupo de perros alfa enfermos, montones apilados de basura, Japón. Pongamos que un director presenta estas tres ideas como punto de partida de una película. Así, sin desarrollar. Pocas puertas financieras se le abrirían. Pero no si eres Wes Anderson, uno de los directores más visionarios y personales del cine contemporáneo. El autor de Los Tenenbaums (2001) y Moonrise Kingdom (2012) pergeñó su novena película hace cuatro años. Antes de la llegada de Donald Trump al poder, antes de la proliferación de las fake news, antes del miedo globalizado al otro. En su fábula animal Isle of Dogs hay tantos guiños a las taras políticas del presente como homenajes al cine de Hayao Miyazaki y Akira Kurosawa.

La segunda película en stop-motion del estadounidense nos ubica en el archipiélago nipón dentro de 20 años. En la prefectura de la ciudad de Megasaki, la saturación canina ha alcanzado proporciones epidémicas y las autoridades propagan información falsa sobre un brote de virus perruno que amenaza con contagiarse a las personas. De modo que todos los chuchos, ya sean de raza o mestizos, son exiliados a una isla vertedero. 

“La inspiración la hallamos en una isla abandonada que hay en Japón, por la que puedes caminar en Google Earth. En este país, la tierra tiene un drama asociado. La volatilidad de su frente costero no tiene nada que ver con cualquier otra. El Golfo de México, por ejemplo, no te hace temer constantemente un tsunami”, compartía Wes Anderson con la prensa durante la presente Berlinale.

Isle of Dogs es la primera cinta de animación que inaugura el festival internacional de cine y es la cuarta ocasión en que el realizador compite por el Oso de Oro.

Sospechosos habituales

Esta propuesta de animación de marionetas fotograma por fotograma es todavía más ambiciosa que su precedente, Fantastic Mr. Fox (2009), en la que Wes Anderson adaptaba el cuento de Roald Dahl El Súper Zorro.

“He contado con el mismo presupuesto, pero el set de Isle of Dogs es dos veces más grande y contamos con tres veces más personajes”, comparaba el director.

Para el doblaje, Wes Anderson ha arriesgado en su planteamiento, dando prioridad a la emoción frente a la fría lectura del subtítulo. Todos los actores japoneses hablan en su lengua materna, salvo ocasionales excepciones en las que se apoya en una traductora y en sobreimpresiones. Los intérpretes angloparlantes se encargan, en cambio, de doblar al inglés los ladridos y aullidos de los perros.

Entre el plantel de voces abundan colaboradores habituales del director: Bill Murray, Harvey Keitel, Jeff Goldblum, Tilda Swinton, Edward Norton y Frances McDormand. Y entre las nuevas incorporaciones al clan destacan Bryan Cranston, Greta Gerwig y Liev Schreiber.

En el desarrollo del guión Anderson ha contado con dos de sus cómplices asiduos, Jason Schwartzmann y Roman Coppola, y ha sumado a Kunichi Nomura, actor en El gran Hotel Budapest (2014), para aportar verosimilitud al contexto.

“Durante el proceso de investigación y documentación es importante tener el teclado adecuado para dar con las cosas”, bromeaba el director.

Japofilia

Gran parte de la inspiración estética remite al trabajo de grabado en madera desarrollado en el siglo XIX por los maestros Utagawa Hiroshige y Katsushika Hokusai.

La influencia estética del periodo Edo se combina con el aspecto polvoriento de las películas urbanas de Kurosawa El ángel ebrio ( El perro rabioso, Escándalo, Los bajos fondos y El infierno, caracterizadas por un entorno viciado donde campan el crimen y la corrupción. La influencia de la leyenda del séptimo arte también se entrevé en la contención expresiva del tirano de la fábula, inspirada en la de Toshiro Mifune.

El cine del Estudio Ghibli se aprecia, en cambio, en el tempo calmado y el silencio de ciertas escenas. “En las películas de Miyazaki la naturaleza está muy presente, y de ahí surgen momentos de paz, un ritmo que no es tan común en la tradición de la animación estadounidense. Hubo momentos de trabajo en la partitura con el compositor Alexandre Desplat que deshicimos porque la película necesitaba estar en silencio. Y eso conecta absolutamente con Miyazaki", explicó Anderson.

Entre los pocos guiños a la animación patria, destaca la simplificación de las peleas en las que participan los perros, que evocan las chifladuras cinéticas de Tex Avery y Chuck Jones.

La superposición de capas de originalidad de la forma no eclipsa el fértil fondo. En este híper detallado, sofisticado, emocionante, concienciado y humanista cuento para adultos el espectador asiste a la épica de la lucha de los marginados contra el opresor, a la nobleza y la lealtad del mejor amigo del hombre y a la urgencia de formar un frente común contra la intolerancia. Los espectadores españoles podrán añadir sus propios adjetivos a la última genialidad de Wes Anderson partir del 20 de abril.

 

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