El adiós de Carolina Herrera como directora creativa de su firma ha marcado el fin de una era. De los diseños pensados para ocasiones especiales a aquellos que se adaptan al día a día de la mujer moderna: viven, trabajan, tienen inquietudes culturales y se dedican a algo más que a ir de compras y almorzar con las amigas. Las firmas de lujo se unen a la cultura y fomentan iniciativas artísticas. Es el momento de la moda 'intelectual'
VALÈNCIA. La retirada definitiva de la diseñadora Carolina Herrera tras casi 40 años dedicada al mundo de la moda supone, no sólo el comienzo de una nueva etapa para la firma que lleva su nombre, sino también el fin de una era en el mundo de la moda. Junto con Oscar de la Renta que se despidió de las pasarelas en 2016, Herrera representa una manera de vestir y una filosofía de vida que sedujo a miles de mujeres de todo el mundo convirtiendo su firma en sinónimo de elegancia y sofisticación. Después llegarían las patentes, el (ab)uso del logo, las falsificaciones y transformarse en la marca favorita de pijas arribistas. Pero eso es otra historia. Sin embargo, Carolina Herrera ha vestido -y viste- a buena parte de las mujeres más poderosas del mundo, ricas herederas, aristócratas e incluso a la realeza como ha quedado patente en más de una ocasión con la Reina doña Letizia.
Un estilismo conservador y clásico donde hay vestidos de día, ropa de cóctel y también de gala. Moda pensada para la ocasión en una vida relajada, dedicada al ocio y sin prisas que solamente unas pocas mujeres pueden disfrutar. Es el caso de las “ladies who lunch” (“mujeres que almuerzan”), anglicismo utilizado para denominar a las mujeres, frecuentemente casadas y sin trabajo conocido, que dedican sus días a quedar con las amigas para almorzar -a ser posible en restaurantes de moda- y acudir a toda clase de eventos sociales. El equivalente del término a este lado del Atlántico sería el de “señoras bien” que viven para ir de compras, viajar y quedar con las amigas.
Oscar de la Renta, Carolina Herrera y Ralph Lauren -el único de esa generación que sigue en activo- son los diseñadores que representan el estilo tan característico de esas “ladies who lunch” que están, cada vez más, en peligro de extinción.
La sociedad cambia y con ella las necesidades de las mujeres por lo que ese modo de vestir vende cada vez menos. La crisis económica, Trump y el #metoo han desbancado a las “señoras bien” de vida contemplativa. Las firmas de lujo se han adaptado a las necesidades del mercado y de la mujer moderna que trabaja y tiene más inquietudes que los eventos sociales.
En los desfiles cada vez se presentan menos vestidos de gala y de cóctel tendiendo a modelos más versátiles que puedan llevarse las 24 horas o para diferentes ocasiones según se combinen. Incluso la moda nupcial se ha visto afectada por esta nueva época proponiendo diseños más allá de los clásicos vestidos de novia e introduciendo siluetas hasta ahora poco frecuentes como trajes-pantalón y vestidos fluidos que permiten a las novias moverse con naturalidad, bailar y disfrutar del día de su boda sin verse limitadas por la moda. Sin ir más lejos, siguiendo esta tendencia está la propuesta de la firma valenciana Savage y sus novias que quieren bailar.
De los diseños pensados para ocasiones especiales a aquellos que se adaptan al día a día de la mujer moderna. Diseños para utilizar a diario durante jornadas completas que combinan vida laboral y ocio. Una moda rápida pero de diseño cuidado, calidad y minimalista que huye de la ostentación y los grandes logos. Las firmas de lujo se unen a la cultura y fomentan iniciativas artísticas. Es el triunfo de la moda 'intelectual'.
Hoy, las “mujeres que almuerzan” lo hacen en almuerzos de negocios y necesitan otro tipo de moda. El nuevo lujo pasa por las prendas que se pueden guardar durante varios años sin tener que consumir como antes con la bulimia de los cambios de temporada, una moda que deja espacio a diferentes combinaciones que nos permiten trasnformar los estilismos para pasar de la reunión de trabajo a una cena informal. Lo que antes era un vestido de día, ahora es una prenda que se puede utilizar de noche. Las colecciones que presentan las marcas cada temporada son cada vez más una progresión del mismo concepto en lugar de un cambio radical entre una y otra.
El lujo sigue existiendo pero ha cambiado la manera de interpretarlo en clave de moda y también de consumirlo. Siempre han existido dos tipos de consumidores muy definidos: aquellos que buscan productos facilmente reconocibles y los que buscan calidad y exclusividad. Las grandes firmas en los últimos años han querido acercarse a este último tipo de consumidor.
Y si está cambiando el concepto de moda hacia una más 'intelectual' también se ha transformado la manera en la que las marcas la comunican en sus campañas, Internet y en las redes sociales donde están cada vez más presentes. En lugar de contratar a una top model o celebridad que protagonice sus campañas, ganan visibilidad inspirándose en el arte. Es el caso, por ejemplo, de Gucci que lleva unas cuantas temporadas colaborando con el artista e ilustrador español Ignasi Monreal para crear sus campañas a partir de sus pinturas de inspiración surrealista que además también se pueden ver en versión mural en algunos edificios de Nueva York y Milán. Céline, por su parte, eligió la pasada temporada como protagonista de su campaña a la escritora Joan Didion, autora de “El año del pensamiento mágico” y “Noches azules”, entre otras.
Prada, es pionera en unir fuerzas con la cultura y desde hace varios años organiza en colaboración con la editorial Feltrinelli un concurso literario. Otra firma con una gran tradición en unir su nombre a iniciativas culturales es Loewe que además de organizar un prestigioso premio internacional de poesía desde 1988, este año ha convocado el Loewe Craft Prize, un concurso que celebra la innovación de la artesanía artística y refuerza el sello cultural de la marca de origen español.
Son solamente algunos ejemplos que demuestran que la moda, sin dejar de hacernos soñar, es cada vez más 'intelectual'.