La vida continúa, a pesar de la pandemia y de los cambios personales que su irrupción nos ha ocasionado a todos nosotros. A lo largo de este año hemos visto cómo fallecían demasiadas personas a nuestro alrededor, circunstancia a la que ya nos hemos tristemente acostumbrado, pues las listas de caídos son kilométricas en todo el mundo. España no es una excepción en este sentido ni Alicante tampoco, como bien saben. Afortunadamente, pero digámoslo con la boca pequeña, la incidencia ha bajado en nuestro país por debajo de los 150 casos por cada 100.000 habitantes y hemos salido de la situación de riesgo alto en que nos hallábamos hasta la fecha, lo que alumbra una esperanza grande de que podamos, en algún momento, dominar esta calamidad. Sin embargo, y no es por ser agorera, la amenaza de las nuevas cepas y diversos problemas con las vacunas no son nada halagüeños. Ignoramos, por otra parte, pero no creo que nadie lo sepa, cuándo cambiarán las cosas hasta poder decirse que hemos superado la dichosa enfermedad, porque se convierta en una dolencia más de las que padecemos los humanos, pero que ya no cause los estragos actuales. Hay quien ha dicho que el 15 de mayo cambiarán definitivamente las cosas. Ojalá así sea.
Mientras todo esto ocurre, hay sectores que han quedado especialmente perjudicados debido a esta crisis. Esta semana despedimos a Quique San Francisco, al que creo que le venía como anillo al dedo el apelativo de comediante y quien declaraba con gran acierto hace poco que el virus era horroroso, pero que la gestión gubernamental tampoco funcionaba, así como decía estar muy decepcionado con los políticos de su país. Es cierto que las personas con más sentido del humor, como el que él siempre transmitía, suelen ser las más inteligentes y capaces de hacer los análisis más certeros, en general. San Francisco también se quejaba de la falta de trabajo, lo que no era de extrañar, dado que la cultura ha sido de las áreas económicas más perjudicadas por la pandemia. En este sentido, es preciso decir que el sector se ha hundido, al ser una actividad considerada no esencial, aunque esta calificación, basada únicamente en criterios economicistas y de carácter práctico, es más que cuestionable. Hay quienes no podemos pasar sin leer un buen libro ni escuchar música en nuestro día a día, como un alimento que no va a parar al aparato digestivo, sino que da de comer a otros órganos de nuestro cuerpo, materiales o inmateriales. Los libros están siendo una compañía muy grata para muchas personas en estos momentos y siempre sirven como refugio mental y espiritual, que nos transporta a otras realidades, en las que podemos inventar, soñar y crear. Y, como son sin duda una manifestación cultural de primer orden, el cuidado de los libros y su exposición al público son de capital interés para la ciudadanía en su conjunto.
En el aspecto de la cultura, no da la impresión de que el Ayuntamiento alicantino tenga un plan claro, lo que se suma a las dificultades que impone per se la pandemia en cuanto a la celebración de eventos con muchas personas. Por mucho que nos quieran vender las bondades de las ferias online, eso es un timo como una catedral y un consuelo al que nos tenemos que resignar de momento, siendo sinceros. Es cierto que el consistorio no lo tiene fácil en estos momentos, pero también considero incomprensible que se haya adjudicado en concurso público la organización de la feria del libro a una empresa que carecía de experiencia previa en este tipo de eventos y que, en consecuencia, desconoce las particularidades del sector. Apostar por el precio más bajo únicamente tiene estas cosas, pero en esta, como en otras cuestiones, no se trata de abaratar costes, sino de hacer las cosas lo mejor posible. Y es una lástima que los voluntariosos organizadores de anteriores ediciones, como es el caso de Marina Vicente, que apostaron por la feria con pocos recursos económicos pero mucha voluntad y corazón, hayan quedado fuera por este motivo tan pedestre y encima por tan escasa diferencia económica. Miraremos con lupa cómo sale la cosa.
Es, por otra parte, sintomática la cifra de catorce candidatos a director del Instituto Gil Albert, lo que demuestra el interés que despierta en muchos la cultura. Debemos conseguir que los distintos gobiernos regionales aúnen esfuerzos y que le den a la cultura el papel y la relevancia que merece, como vehículo de comunicación y de trasmisión del saber humano.