VALÈNCIA. Kiko Veneno vuelve a València este viernes para estrenar el escenario del ciclo A la llum de la lluna en Sant Miquel del Reis. No tarda mucho en visitar la ciudad entre concierto y concierto, pero el repertorio y la actitud que desprende el artista son aval suficiente para que no se agote nunca. En esta ocasión, presenta su disco Sombrero Roto en un formato diferente y presentará algunas canciones de las que será su nuevo trabajo, Hambre, con referencias -cómo no- al confinamiento.
- Se te han acumulado las entrevistas. ¿Cómo llevas estas mañanas de promoción y de no parar de contestar a los medios?
- Estupendamente, la verdad. En España hay muy poca gente que pueda hablar sin miedo a la tiren de su trabajo por lo que piense. Yo ya tengo una edad, aunque no tenga nietos, y creo que las personas tienen derecho a saber mi opinión política o sobre la cultura, más allá de mi vida y mi música. Yo me siento un privilegiado por poder decir cosas que otras personas no podrían.
- ¿Te gustaría que te preguntaran menos de política y más sobre tu música?
- Yo no soy muy amigo de las entrevistas. Las hago con cariño y dedicación, pero no deja de ser un trabajo paralelo al de la música. A mi lo que me gusta es la música. Pero me halaga que los periodistas me llaméis y nunca os diría lo que me tenéis que preguntar o no. Estamos aquí para contestar.
- Pues hablemos de música. Has sido una de las personas que más veces ha podido actuar en España a lo largo de este verano. ¿Cómo ha ido?
- Pues imagínate, ¡un privilegio más! La suerte me sigue acompañando y no parar de hacer música no puede provocarme otra cosa que felicidad. En general, todo ha sido siempre muy ordenado y la gente respetando la distancia. Las organizaciones lo están planteando todo muy bien. Es un poco raro ver al público así, pero eso es trabajo del artista. También es un palo no poder hablar con la gente que venía a saludarte al camerino o tomarse unas cervezas con el público. Pero bueno, todo pasará.
- El año pasado ponías a casi una decena de personas sobre el escenario y mañana vienes a València en formato dúo. ¿Cómo le sienta este formato a las canciones de tu último disco, Sombrero Roto, que son canciones muy acompañadas y con poco protagonismo de la guitarra?
- Yo nunca he dejado de combinar el hacer conciertos en auditorios y grandes escenarios y bolos en salas pequeñas y cosas más íntimas, así que estoy bien acostumbrado a las dos cosas. En este caso, había que adaptarse a las circunstancias e iré a València solo con un acompañante. Es verdad que no podré tocar todas las canciones del disco, pero, por ejemplo, Sombrero Roto, que es una canción de rock techno, lo he podido adaptar. Lo importante es que el público participe y tenga actitud rock 'n' roll, y eso es lo que está ocurriendo.
- Después de décadas de carrera y una discografía tan extensa, lo cómodo sería estancarse y no producir tanta música nueva. No se te ve muy por la labor...
- A mí siempre me han llamado para actuar, nunca han dejado de hacerlo, así que nunca he llegado a ese punto de necesitarlo. Además, para renovar la cercanía y el show con el público, no puedo parar de hacer canciones. Es lo que la gente espera de mí.
- Preparas un disco nuevo, ¿cómo te lo planteas?
- Yo tuve de joven un pálpito de que yo podía dedicar mi vida a esto y así es: mi vida consiste en hacer canciones. Poner en contacto las emociones de la gente, la poesía popular, la música, el ritmo la melodía... Me gusta mucho hacer bailar y reir a la gente (de hecho, ahora que soy más mayor soy un poco más payaso y hago más el tonto).
- ¿Tienes un momento idóneo para ponerte con la guitarra y componer?
- No, de ninguna manera. Casi por definición, la música aparece en el momento más inesperado, y la mía siempre lo hace de fiesta. Ya puedo estar días y días dándole vueltas a una letra, pero mi música sale después de estar de fiesta, y tomarme unas copas con mis amigos, y te sientes libre y empiezas a tocar la guitarra (lo que sabes) y cantas. Ahí se fragua la música.
- En Hambre vas a hablar del confinamiento, ¿cuánto crees que permanecerá en el tiempo el impulso de crear y las propias creaciones relacionadas con este shock mundial?
- No sé, la verdad. Yo siempre he intentado hablar de lo que me pasa a mí y lo que pasa en el mundo. La música, en particular, me da la capacidad de traducir a un ritmo y a una melodía aquellas cosas que suceden. De una guerra no podría haber salido, por ejemplo, el Volando Voy. Si tuviera en el año 42 y estuviera en Alemania, no haría música festiva. Mi música no son ocurrencias, es producto de lo que el mundo nos cuenta y nosotros podemos desarrollar.
Hambre va a ser una colección de canciones y yo me lo planteo como una segunda parte de Sombrero Roto. Hay gente, la canción que ya publiqué, habla de esa gente que mantiene los servicios y la vida, esas personas que viven ahora confinadas en el sur de Madrid. Los días raros también hablará del encierro y le he intentado buscar una música bonita. El resto de canciones no tienen tanto que ver con esto.
- El coronavirus ha dinamitado todos los debates y parches de la industria musical y ha puesto de relieve la gran fragilidad a la que están expuestas las trabajadoras y trabajadores del sector. Supongo que ahora toca buscar alternativas en esto nuevo contexto industrial, o diría incluso postindustrial.
- Por supuesto, como en la economía o el medio ambiente, todo tiene una alternativa. En el caso de la música, yo me planteo, por ejemplo, el robo organizado que supone para el artista las plataformas online. Robo como las telefónicas, como los bancos o las petroleras. Someten a la población y les roba. Si yo te dijera lo que gano al mes por todas las escuchas online de mi música, te daría vergüenza. Lo que yo gano en lo digital no llegaría a medio sueldo de una familia humilde, es verdaderamente una miseria. El problema es que, como los músicos nos ganábamos la vida en la carretera, no nos importaba que lo que generaran las plataformas fuera tan ridículo. Ahora que todo ha cambiado, tenemos que plantear cómo hacer que las compañías de internet nos roben menos y así tener unos sueldos dignos sin necesitar 100 millones de escuchas mensuales. Hay que posicionarnos para que la música sea rentable, no solo para las plataformas, sino a las personas que hacer las canciones.
- Ahora que hay tanta gente animada a mezclar el pop con el flamenco (dicen que para renovar los dos grandes géneros), ¿hace falta más divulgación del flamenco?
- La divulgación del flamenco, y de la música popular, hasta ahora se hecho de manera muy natural: entre generaciones, cuando sonaba en la radio... Ahora mismo lo que pasa es que hay guetos musicales muy pueriles y muy impermeables: Rels B es un artista español que tiene millones de personas que le escuchan cada mes, pero no sale prácticamente en la radio y no es muy conocido en esos circuitos que considerábamos "oficiales".
Hablando del flamenco, es una música popular de una trascendencia incalculable. Tiene siglos de historia (no muchos, pero los tiene), y es un fenómeno mundial. En todas las ciudades importantes del mundo hay academias de flamenco o de sevillanas. Pero para poder trabajar en esa evolución del género hay que empaparse mucho y haberlo estudiado mucho. No creo yo que un chaval de 20 años de Barcelona, por escuchar alguna canción, se vea capaz de hacer vanguardia con el flamenco. Para hacerlo evolucionar hay que conocerlo muchísimo. Y ahora hay mucha gente que lo está haciendo muy bien.
Por otra parte, es una música con tanta personalidad y tanta fuerza que... Mira, la música indie, con 30 años de historia, no se recordará prácticamente, porque es generacional y valiosa pero mucha de ella es muy impersonal y no tiene raíces. Cuando la música moderna se agarra a la música tradicional es cuando surge el fermento: y de ahí surge Rosalía, Rodrigo Cuevas o Marcelo Dobode. La condena del indie español es haber estado tan separado de las raíces culturales propias. Sin embargo, el flamenco siempre te da un punto de partido muy rico y muy profundo.