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Juanjo Braulio se reafirma como maestro de la novela negra con 'Sucios y malvados', su nuevo thriller

El autor de 'El silencio del pantano' regresa con una nueva historia criminal ambientada en Valencia, en la que la violencia contra la mujer y la posibilidad de que la justicia sea justa son los ejes principales

6/03/2017 - 

VALENCIA. El Gordo ha dejado un buen pellizco de dinero en el puerto de Valencia y se suceden las escenas por todos conocidas, esas que uno piensa que nunca protagonizará: se habla de tapar agujeros, de cancelar hipotecas, de ayudar a los hijos, de vacaciones antes imposibles. Los medios de comunicación ya han cumplido con su deber recogiendo el descorche de varias botellas de champán mezclándose con las lágrimas de los afortunados y se han marchado. La tarde es fría, en especial allí, junto al mar, y también en el pecho de un estibador alejado de los demás, que habla por teléfono nervioso, reiterándole a su mujer al otro lado del aparato lo mucho que la quiere. Nadie le ve escabullirse entre la mercancía, encaramarse al techo de un contenedor y encogerse en posición fetal sobre él hasta que ya es demasiado tarde para impedir que las veintiséis toneladas de otro cajón gigantesco fabriquen una nueva viuda. En otra parte de la ciudad y en otro momento, un marido eyacula dentro de una mujer africana en un descampado cerca de la playa, y en un edificio abandonado, Ókpasuri descubre atado de pies y manos un horror que todavía no había conocido en su éxodo de cinco mil kilómetros hasta el sueño europeo: existen mujeres terribles, demoníacas, piensa con las palmas de las manos en llamas. 

Juanjo Braulio (Valencia, 1972) es uno de esos casos que llenan de gozo al lector ávido de nuevas firmas: su carta de presentación fue El silencio del pantano, un fantástico debut en la novela -negra, para más señas- del que ya hablamos por aquí, al que ahora sigue un thriller monumental, como bien apunta la portada del libro, que a modo de excepción en el mundo del marketing literario, ni miente ni exagera: Sucios y malvados es una historia colosal, tanto por su volumen, como por su brillante construcción, como por su retorcida trama, que no discurre ni en Estados Unidos ni en un frío paraje escandinavo, sino en Valencia, capaz de ser tan oscura como cualquier otra urbe. Respecto a cuáles son sus -nuestros- pecados capitales, a la pregunta de si es Valencia criminal, el mismo Braulio responde: “Valencia es criminal en los crímenes que cometemos, que son por todos conocidos: corrupción, prostitución... Los asesinatos son raros. En la Comunidad Valenciana se cometen aproximadamente entre veinte y treinta homicidios al año, la mitad de ellos son por violencia de género, y la parte restante suelen ser consecuencia de un arrebato. Los homicidios por ajustes de cuentas criminales, las venganzas elaboradas, son casi inexistentes. El caso de la viuda del presidente de la CAM es anormal por muchos motivos y el principal motivo es que fue planeado. Eso pasa una vez cada treinta años. ¿Es Valencia criminal? Sí, pero como lo es Madrid, lo es Barcelona o lo es Tombuctú. Donde hay gente, hay mala gente, y donde hay mala gente, tarde o temprano habrá un crimen”. 

Si en su primera novela el fango y el cañaveral eran omnipresentes, en Sucios y malvados es la zona portuaria de la ciudad la que tiene un peso fundamental en la historia. El porqué de este cambio de escenario lo explica así el autor: “Uno de los puntos más interesantes de la ciudad literariamente hablando es el puerto. Puerto es puerta, y es puerta de lo bueno y de lo malo. Soy del Cabanyal y el puerto ejerce una atracción irresistible sobre mí. El puerto de Valencia mueve unos dos mil contenedores cada día, de los cuales la Guardia Civil puede inspeccionar solo algunos. El volumen es tal que por ahí pasa de todo, lo cual no quiere decir que el puerto sea un nido de delincuentes ni nada por el estilo, pero evidentemente, ese asunto está ahí”. ¿Qué otros rincones de la ciudad son susceptibles de ser carne de novela negra a su juicio? “En cuanto a las zonas más degradadas, son de sobra conocidas: la prostitución está perfectamente localizada y señalizada. Ir a la calle Viana, por ejemplo, parece más un viaje en el tiempo que un viaje por la ciudad. En el Cabanyal tenemos aquello a lo que llamamos "la zona de guerra" y en Nazaret se encuentran los búnkeres de los señores de la droga, lo sabe todo el mundo; no ponen un cartel en la puerta porque no hace falta”.

La degradación y las tinieblas son casi palpables a lo largo de las más de seiscientas páginas de este thriller, en el que conviviremos con un grupo de prostitutas justicieras que rezan a la Virgen de las Rameras, con un músico sinestésico capaz de percibir la “afinación” de los demás -y con ella sus más terribles secretos- que no ha superado el secuestro que sufrió cuando era niño, con un notario depravado o con una inspectora que será la encargada de atar todos los cabos sueltos para dar sentido a unos sucesos en apariencia inconexos. Como en su anterior trabajo, Braulio posa su mano sobre nuestra cabeza y nos obliga a mirar allí donde nunca querríamos tener siquiera que echar un vistazo, a preguntarnos aquello para lo que no tenemos respuestas políticamente correctas: “Hay varias maneras de descender al infierno. La novela negra es una de ellas: aquí lo bueno es que vas bajando los escalones y cuando está muy oscuro, puedes encender la luz y ver que todo es cartón piedra. Esa es la magia de este género, el poder asomarte”. 

Pero uno puede asomar la cabeza un poco, o seguir el rastro del azufre hasta su origen: “Ahora descendamos un poco más: elige al político corrupto que más te guste, del partido que quieras. Lo hemos cogido, lo hemos procesado, lo hemos encerrado. La pena privativa de libertad en España tiene tres objetivos: el primero es apartar a la persona peligrosa de la sociedad para luego reinsertarlo, el segundo es que sea ejemplarizante, el tercero tiene que ver con el resarcimiento. En este caso del político corrupto, imaginemos que con la pena de cárcel que cumplirá, seremos resarcidos. ¿Qué hacemos con Iñaki de Juana Chaos? Como jefe del Comando Madrid fue el responsable directo del asesinato de veinticinco personas. En este caso ya estamos bajando un escalón más hacia el infierno auténtico. Aquí está más oscuro, la línea comienza a borrarse”. 

Sigue Braulio con su descenso alegórico: “Bajemos otro escalón más, hasta el episodio más negro de la crónica negra valenciana: el asesinato de las niñas de Alcàsser. Miguel Ricart, el único responsable que se  pudo atrapar, pasó dieciséis años en la cárcel. En dieciséis años, ¿se habrá reinsertado? Pongamos que sí. Alguien que tenga la misma idea que tuvo él, ¿cambiará de idea al ver su ejemplo? Es posible. Los padres de las niñas, ¿se sentirán resarcidos cuando se levanten cada mañana y revivan aquel horror? Ahora estamos mirando al demonio a los ojos, y eso es lo que pretendo con esta novela, no ofrecer un tratado moral ni respuestas absolutas, pero sí plantear una pregunta: ¿cuándo es justa la justicia?”. ¿Darán con ella -con la justicia- esas mujeres que en el libro se hacen llamar dones de cadira en alusión a las prostitutas que tras el cierre del famoso burdel de Valencia, se sentaban en una silla a la espera de que llegasen los clientes? ¿Logrará la inspectora Roma Besalduch sacar de las sombras a los habitantes más sucios y malvados de la ciudad? Sea como sea, disfrutaremos descubriéndolo. 

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