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A tota virolla

'AP-7 Road trip': por qué la autopista más mediterránea nos recuerda a dónde íbamos

La nueva obra de Maria Aucejo recorre la AP-7 como símbolo de un mito original: un viaje a la modernidad de la España de los 70s a través de iconos arquitectónicos a medio camino

11/01/2025 - 

VALÈNCIA. Una infraestructura no es solo una infraestructura. Conecta -o desconecta- territorios, pero opera en muchos más campos. Suele contarnos de dónde venimos. O mejor: a dónde queríamos ir. Esa idea es el nuevo punto de partida de la obra -es un libro, pero es diferente a un libro- de la arquitecta valenciana Maria Aucejo (editado por Handshake). Si en su anterior publicación, Late to the party, recorría edificios excéntricos de la València de los sesenta a los ochenta, en AP-7 Road Trip, transita, el sentido simbólico de un eje que, desde 1969, tuvo el superpoder de facilitar el tránsito de la costa Mediterránea, consigo misma y con Europa. Pero, además, fabricó un imaginario ambicioso que, visto desde los ojos de ahora, resulta exótico y hasta cierto punto incomprensible.

Con la voluntad de desencriptar ese sentido, y sin demasiada nostalgia, Aucejo salta de sur a norte a través de artefactos que, en mitad de la autopista, tienen el efecto de los edificios no identificados. Son ubicaciones que en su momento aspiraban a ser lugares relevantes, donde la España mediterránea y el turismo europeo abrieran un campo base. Uno de ellos, un quiosco de naranjas en La Jonquera, fue el activador del proyecto. “Una naranja gigante donde vendían zumo, como un icono muy representativo de las vacaciones de España. Antes de irte, te hacías un zumo. A partir de ahí comencé a pensar que era interesante tomar la autopista como hilo conductor”, dice Aucejo. El quiosco, obra del Grupo Abierto de Diseño, ya no existe, como muestra de un proyecto integral de futuro que en gran parte ha sido consumido por el tiempo, dejando sus premisas en fuera de juego. 

La AP-7 tuvo “un nacimiento moderno, como símbolo de progreso y eficacia, y como inicio de la sociedad de consumo impulsada por ideales de optimismo y modernidad”, por eso la autora encuentra a lo largo de todo su ‘viaje’ una sucesión de hitos arquitectónicos que buscaban, ante todo, ser vistos. “Son edificios que tienen un uso muy concreto: hacer que te pares a distancias muy largas y a velocidad altas. Tienen la necesidad de ser un icono”, comenta la arquitecta Maria Aucejo.

Incluso, trascender al propio entorno. Lo intentó un salón, a la altura del tramo de Maçanet de la Selva, concebido para que fuera un restaurante de lujo. No una parada en el camino, sino un destino a propósito.

Esos objetivos constructivos se entienden mejor si se retrocede algo más: la idea estadounidense del recorrido en el territorio. Superficies bastas, centros urbanos muy distantes y desconectados, por tanto la necesidad de que el camino sea parte de esa experiencia de viaje. Sin embargo el Mediterráneo encaja poco con esa premisa. En su obra (que en realidad puede parecer una exposición hecha papel), la autora demuestra hasta qué punto un eje vial puede impactar en la cultura territorial. Cita a los autores Kevin Lynch, John R. Myer y Donald Appleyard, quienes en The View from the Road hablarán del diseño de las carreteras como “el precio a pagar por la civilización” (los primeros diseñadores de carreteras, anota Aucejo, fueron ferroviarios y tradicionalmente solo el maquinista era quien veía el paisaje). Cita a Mario Gaviria al despuntar por el paisaje alicantino: “denunció cómo el trazado por el litoral que en teoría acercaría los turistas a la Costa Blanca condenaba los mismos recursos naturales que actúan como reclamo”. Cita a Reyner Banham, que en su artículo Autopia “define la autopista de Los Ángeles como un limbo existencial donde el hombre se propone cada día la búsqueda del individualismo occidental”.

La AP-7 ha carecido de literatura, posiblemente por el mismo motivo por el que aquel restaurante de lujo de Maçanet no funcionó: la recorremos como espacios de paso que no configuran lugar alguno. Pero en cambio, y ahí es donde Aucejo construye el ideario, la AP-7 cuenta a la perfección de dónde venimos. La autopista y el coche eran la puerta de entrada al futuro.  

Postal La Marina (Arxiu Maria Aucejo Mollà)
A la altura del kilómetro 655, en término de la Vila Joiosa, “encontramos un puente de chapa acanalada metálica. Destaca el color azul que conecta los dos edificios a lado y lado de la carretera y permite a los usuarios atravesar elevados los cuatro carriles. Se puede sacar la cabeza por las ventanas, más típicas de cabañas alpinas que del paisaje árido que nos rodea”, certifica la autora. Tramos como éste eran promocionados con ímpetu por el NO-DO. “Una zona de servicio que consta de restorán, bar, boutique y por supuesto, combustibles”, se celebra en 1976. Parte de esa narrativa recuerda a los motivos que animaban a atravesar con viales el viejo cauce del Túria, como una daga. 

La importancia de la AP-7 para el desarrollo turístico de la costa es relevante hasta el punto de tratarse de un preámbulo setentero de Ryanair. No tanto porque el turismo llegara con la autopista (el destino ya estaba creado), sino porque fue la puerta abierta que multiplicó las oportunidades para el modelo que dominaría las siguientes décadas. Así lo sintetiza la autora de AP-7 Road trip: 

“…nació como una iniciativa del Banco Mundial, que recomendaba la conexión entre países para fomentar la economía y el intercambio. La administración franquista de los años sesenta no contaba con suficientes fondos públicos para construirla, y se financió con un crédito del Banco Mundial. Es decir, con capital extranjero. La construcción, explotación y gestión de los peajes cayó en manos de empresas privadas, hasta que gran parte de estos se eliminaron cincuenta y dos años después, veinte más tarde de los que se consideraban necesarios para amortizar la inversión.

La realidad es que la autopista fue una de las puertas abiertas a la fuerza por las presiones exteriores ante la autarquía franquista. El país, bajo una dictadura desgastada y una economía que temblaba, no tuvo más remedio que dejar pasar el turismo europeo, dando paso al desarrollismo y su fomento de la explotación de la costa y el turismo masificado como motor económico. Aun así, el turismo en España no fue consciente de esta infraestructura, sino que ya en los cincuenta los visitantes del norte de Europa y Gran Bretaña llegaban a las costas españolas por medio de packs ofrecidos por los turoperadores y vuelos chárter”.

En el kilómetro 570 la obra se detiene en el área de servicio de La Safor, en Xeraco: “proyectada en 1977 y construida finalmente en 1985, parece que juega a simular una conexión con la arquitectura tradicional de los campos de naranjos que empiezan a poblar el territorio”. Pero solo era eso, una simulación. Se trataba de circular y circular, circular hacia el futuro.

AP-7 Road trip, que se despliega como un mapa de carreteras, es una muestra sobre dónde venimos, pero sobre todo a dónde queríamos ir. 

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