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el billete / OPINIÓN

El candidato del resto de España

25/04/2021 - 

Dije hace dos semanas que no escribiría más de Díaz Ayuso y la promesa me ha durado menos que a Pedro Sánchez las suyas. En mi descargo, alegaré que esta columna no va de Ayuso, va de las elecciones en Madrid, que son un poco como las de Estados Unidos, que debería votar todo el mundo –en este caso toda España– porque a todos nos concierne. Si votara toda España ganaría Gabilondo, igual que si votara todo el mundo ganarían siempre los demócratas por mucho que Putin –cuanto peor, mejor– maniobrara a favor de los republicanos.

Existe la idea de que cuando gobiernan los republicanos a EEUU le va mejor y al resto del mundo peor, y a la inversa, pero es un tópico. Los datos demuestran con mucha claridad que desde la Segunda Guerra Mundial a EEUU le ha ido económicamente mejor cuando gobernaban los demócratas, aunque la chulería de Reagan, los Bush o Trump hiciera que política y militarmente los norteamericanos fueran más poderosos. Y como EEUU tira del carro, al menos de Occidente, también al mundo le va mejor.

Dicho de otro modo, a los estadounidenses no le sienta tan bien el "America First" –política que no inventó Trump–, y menos aún si se mezcla con políticas neoliberales que acentúan las desigualdades tanto dentro como fuera del país.

Foto: EFE

Salvando las distancias, porque en el mundo no hay un Gobierno por encima y en España sí, lo que pase en Madrid afecta cada vez más al resto de CCAA como consecuencia de 45 años de estado autonómico imperfecto en los que se ha descentralizado el poder político tanto como se ha centralizado el económico.

La capital, como ocurre en todos los países, siempre ha brindado más oportunidades a quienes quieren triunfar y ganar mucho dinero. Los gobiernos miopes desde hace tres siglos cuidaron de que a Madrid, centro político y administrativo del país, no le faltara de nada en cuanto a infraestructuras y comunicaciones, pero a ese centralismo gubernamental se ha sumado en las últimas décadas un nuevo actor, la Comunidad de Madrid, que saltó al ruedo a competir con las demás CCAA por atraer riqueza. Por atraer su riqueza.

A Ayuso le gustaría jugar en una superliga con Londres, París y Fráncfort, pero de momento compite en la liga española en desigualdad de condiciones; eso sí, con las reglas que todos nos hemos dado y que tanto cuesta cambiar. Juega con ventaja porque, como ya expliqué en esta columna, a las privilegiadas comunicaciones pagadas por todos y el atractivo de la cercanía del poder político ha sumado una oferta de capital humano muy competitiva, gracias sobre todo a los sueldos; una política liberal donde no ponen trabas a ninguna inversión, y una atractiva política fiscal que permite ahorrar decenas de miles de euros al año a esos talentos y a empresarios y altos ejecutivos para los que la tentación de trasladar la sede a la capital está siempre ahí. Es casi un milagro, con los millones de euros en impuestos que se ahorrarían cada año en Madrid, que Amancio Ortega y Juan Roig, los más ricos de España, continúen en Arteixo y València, respectivamente, pero no todos tienen ese apego al terruño.

Madrid. Foto: EFE

Podría explayarme sobre el creciente poder de Madrid y los porqués, pero no me saldría mejor que a Manuel López Estornell en esta brillante columna titulada "Madrid se fue sin marcharse".

La culpa, obviamente, no es de Díaz Ayuso. Ya en los años ochenta Madrid, sin ninguna tradición ferial, se construyó Ifema y les levantó unos cuantos certámenes a València y Barcelona aprovechando su centralidad y sus comunicaciones. Ayuso acaba de llegar y lo que ha hecho es aprovechar el imperfecto estado autonómico para barrer para casa. Madrid First. Exactamente igual que el resto de presidentes autonómicos que la señalan por insolidaria.

Cuando en la tropa nadie da un paso al frente es el Gobierno central el que tiene que imponer la 'solidaridad', y aquí nadie da un paso al frente. No hay más que ver lo insolidarios que se muestran los castellanos o los catalanes con el agua que piden Alicante, Murcia y Almería, la guerra por la financiación autonómica, el "Espanya ens roba" o las regalías del Cupo vasco. Si las CCAA fueran solidarias nadie se quejaría de que la mayoría de las inversiones del Estado fueran a Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha en lugar de exigir, sean de izquierdas o de derechas, que se repartan por criterios de población o –pásmense– por criterios de PIB, es decir, que se invierta más donde más riqueza hay.

Isabel Díaz Ayuso. Foto: A. MARTÍNEZ VÉLEZ/EP

Mayor desigualdad no significa necesariamente más pobreza, sino más diferencia entre ricos y pobres, como explica muy bien Pinker con abundancia de pruebas estadísticas. España es más desigual que hace 40 años pero los pobres de ahora viven en mejores condiciones y tienen una cobertura social envidiada en los países verdaderamente pobres. A eso se agarra la doctrina liberal: si crecemos, mejoramos todos.

Si solo nos fijamos en el PIB, la muy probable victoria del PP beneficiará a Madrid macroeconómicamente hablando aunque aumenten las desigualdades internas, siempre contenidas por su amplia clase media funcionarial. Pero ese resultado perjudicará previsiblemente al resto, a los que no votamos, porque la capital continuará aspirando la riqueza de otras CCAA.

En cualquier caso, esto no se arregla solo subiendo los impuestos en Madrid, hace falta una reforma más a fondo del estado autonómico. Además, tampoco es que la inercia vaya a cambiar a corto plazo si gana Gabilondo. De hecho, el candidato socialista ha prometido mantener la "insolidaria" política fiscal de Ayuso hasta 2023, a la espera de que lo arregle el Gobierno de Sánchez con la anunciada gran reforma fiscal que la ministra Montero ha antepuesto –¡sorpresa!– a la del sistema de financiación autonómica caducado el 31 de diciembre de 2013.

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