La creación de la Universidad Miguel Hernández de Elche implicó arrebatar a la de Alicante su facultad de Medicina, que ahora quiere recuperar. La tradicional sintonía entre el PSPV-PSOE y la entidad hacía prever que sería posible. Sin embargo, todo son escollos
VALÈNCIA.- La provincia de Alicante cuenta en la actualidad con dos universidades públicas: la Universidad de Alicante, nacida en 1979 —heredera del CEU—, y la Universidad Miguel Hernández de Elche, creada en 1996. Ambas ofrecen una amplia oferta formativa en sendos campus separados por apenas una veintena de kilómetros. Sin embargo, el alumbramiento de la segunda vino acompañado de un proceso de segregación muy doloroso para la primera, cuya herida nunca terminó de cerrar: la facultad de Medicina de la UA pasó a pertenecer a la UMH, que veía así cumplidos sus deseos de comenzar su andadura académica con unos estudios de prestigio que respaldaran su proyecto. La polémica decisión salpicó los ámbitos académico y político, y agudizó la distancia territorial de las dos ciudades.
Hace tres años, Alicante expresaba su intención de recuperar la carrera, pero el camino para obtener el visto bueno ha sido accidentado. La compleja naturaleza de estos estudios, dos años más a nivel académico y un proceso formativo de prácticas en hospitales, ha retrasado los plazos administrativos y, a día de hoy, la UA no tiene el aval burocrático necesario para hacerla realidad.
Durante este tiempo, la propuesta no ha pasado desapercibida: ha despertado viejos fantasmas, desempolvado hemerotecas dormidas, y ha sido seguida con ávido interés por los medios de comunicación, en un ejercicio de transparencia informativa propio de la presente era digital. El último capítulo, podríamos decir, entraña un giro inesperado propio de un buen serial. Tras la tensión acumulada de la larga espera ante el silencio administrativo y la incógnita resuelta del engorroso by pass de las elecciones autonómicas, con la balanza a favor de la renovación del Botànic, la nueva consellera de Innovación y Universidades, Carolina Pascual, se reunía el pasado 17 de julio en Alicante con los actores implicados —los rectores y los consejos sociales de ambas universidades—, y en una propuesta salomónica, les instaba a que se pusieran de acuerdo en la impartición del grado de Medicina en la provincia de Alicante. La opción supo a solución sin alternativas cuando un mes después, en pleno descanso estival, la conselleria de Sanidad remitió a la UA un informe desfavorable sobre su programa de prácticas. La propuesta queda en tiempo muerto tras la respuesta de la UA, que no comparte la conclusión del informe y pide explicaciones a Sanidad.
El proceso de recuperación de la titulación comienza en febrero de 2017, cuando el informático especialista en tecnologías del lenguaje humano Manuel Palomar (recién reelegido como rector de la UA) tiene la intención de implantar de nuevo los estudios de Medicina. La propuesta se lanza en un momento cargado de simbolismo, no es baladí la elección del escenario: la entrega de la Medalla de Honor de la Real Academia de Medicina a la Universidad de Alicante por su «labor pionera en la instauración de los estudios de Medicina». En el discurso de agradecimiento, Palomar hace oficial la propuesta.
A mediados de los noventa, el felipismo está dando sus últimos coletazos. Tras una década de bonanza, los felices ochenta, la última del siglo XX entra con desigual pie en nuestro país y tras el subidón de la doble celebración del 92 —las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla—, la primera crisis económica de la democracia hace su aparición en 1993. En el plano político nacional diferentes casos de corrupción salpican la última gestión socialista, y desde el Congreso, las sesiones se animan con la voz de un nuevo líder que entusiasma las filas de la oposición, José María Aznar, portavoz del recién refundado Partido Popular, que sacude la vida política nacional con su célebre «Váyase, Señor González».
En la Comunitat Valenciana la situación política va pareja de la nacional. El lermismo acusa el desgaste del poder que gestiona desde 1983, y desde el sur llegan los ecos de un nuevo político que desde la oposición recuerdan a su líder nacional y que marcará una nueva era: Eduardo Zaplana, joven —apenas llega a la cuarentena—, nacido en Cartagena y licenciado en derecho por la UA. También en la Universidad de Alicante, en ese mismo año 1993, es elegido rector Andrés Pedreño, doctor en Económicas por la UA, en un momento en que la institución alicantina vive una época de expansión con la recién integrada Escuela Politécnica Superior, el estreno de nuevos pabellones y la inauguración y construcción de su emblemático Aulario II. Con apenas quince años de vida, la Universidad de Alicante ha crecido rápidamente, totalmente emancipada de sus orígenes como CEU —Centro de Estudios Universitarios— adscrito a la Universidad de Valencia, y se distingue como único referente académico de la provincia, excepto el campus de Alcoy, dependiente aún hoy de la Universidad Politécnica de Valencia.
A la par del aterrizaje de Pedreño en el Rectorado de la UA, en 1993 Eduardo Zaplana es elegido presidente del Partido Popular de la Comunidad Valenciana en el VI Congreso Regional del Partido —el segundo tras la refundación—, en una fulgurante carrera política aupado desde su alcaldía de Benidorm, localidad oriunda de su familia política, conseguida apenas dos años antes.
Andrés Pedreño:«No fue una buena práctica y así lo confirmaron los rectores de todas las universidades de España de forma unánime. Por tanto, vamos a olvidarla»
El 28 de mayo de 1995 se celebran las quintas elecciones autonómicas y locales, que dan mayoría simple al PP de Eduardo Zaplana. Tras un pacto con Unión Valenciana, los populares toman el poder de la mano de su líder, que apunta una nueva era. Después de doce años de gobierno socialista, la Comunitat se tiñe del azul popular y un año después repetiría el éxito a nivel nacional José María Aznar. También a nivel local, en Alicante, vence el popular Luis Díaz Alperi, expresidente de la Diputación de Alicante en los albores de la democracia.
Durante su primer año de mandato, el aterrizaje del PP en el poder arroja nuevas formas y lanza sus primeros proyectos con el fin de dejar su impronta. Entre ellos, uno que despierta las alarmas en las instituciones académicas: la constitución de una nueva universidad de titularidad pública que de voz y visibilidad a las comarcas del sur de la Comunitat, con sede en la capital del calzado, Elche. La propuesta despierta las alarmas cuando se plantea la segregación de escuelas y facultades consolidadas de la UA para la puesta en marcha de la nueva universidad, y la Facultad de Medicina, joya de la corona, figura como el buque insignia que haga despegar el proyecto.
Las tensiones se disparan entre la UA y la Generalitat y el cénit del enfrentamiento se escenifica en el acto de inauguración del curso académico de 1996, viernes 4 de octubre, cuando Eduardo Zaplana llega al Paraninfo de la Universidad de Alicante y su entonces rector Andrés Pedreño le niega la presidencia amparándose en el principio de autonomía universitaria. El presidente, visiblemente ofendido, abandona el edificio. El incidente copa titulares, tiene alcance nacional y queda en los anales de la historia de ambas instituciones. Las reacciones no se hacen esperar y todos los sectores de la sociedad se manifiestan en apoyo de uno u otro bando. Entre los pronunciamientos académicos, se hacen constar ya los de los rectores de las universidades de Oviedo, Burgos, Almería (en representación de todas las de Andalucía), Valencia, Murcia y Castellón, que disponen de información de primera mano al haber asistido a la ceremonia en calidad de invitados. Andrés Pedreño se cofesó «absolutamente desbordado» ante las llamadas de solidaridad recibidas. Consejeros, diputados y alcaldes arremeten contra el rector por lo que consideran «una afrenta contra la máxima representación de los valencianos». El empresariado se solidariza con Zaplana.
Al margen de la polémica, los pasos para la materialización de la futura segunda universidad pública se ponen en marcha. El Ayuntamiento de Elche hace una inversión sin precedentes en la construcción de las infraestructuras, acompañada de no pocas polémicas a razón de la expropiación de los terrenos necesarios.
En septiembre de 1996 la UMH inaugura su primer curso académico con 3.923 alumnos matriculados y una oferta formativa de 33 titulaciones, que comprende los estudios de Medicina y Estadística, antes ofertados por la UA, y de Ingeniería Agrícola, escindidos de la Universidad Politécnica de Valencia. Jesús Rodríguez Marín, catedrático de Psicología Social, es el encagado de inaugurar el acto como primer rector de la UMH el 7 de octubre de 1997 en el Gran Teatro de Elche, con paseo por las calles del centro incluido. Ostentaría el cargo hasta 2011.
Justo Medrano: «Apoyé el proceso porque creía en el desarrollo que podría generar en la sociedad ilicitana, el mismo que provocó la UA en Alicante»
Justo Medrano fue el primer decano de Medicina de la UMH de Elche y uno de sus principales impulsores. Desde su tranquilo retiro en su casa con amplias vistas hacia Santa Pola, relata las circunstancias en las que se fraguó el nacimiento de la nueva universidad: «La facultad de Medicina de la UA planteaba en los ochenta la necesidad de contar con un hospital clínico universitario, al estilo del de València, donde los alumnos pudieran llevar a cabo sus prácticas. Por su parte, la Diputación de Alicante tenía previsto cerrar el antiguo hospital provincial y así se llegó a un acuerdo entre Diputación, Universidad y conselleria, que empezaron a ver posibles ubicaciones para la construcción del nuevo hospital. Finalmente, se decidió por unos terrenos en Sant Joan, lo que fue un tremendo error, ya que la facultad de medicina se aisló del campus de la UA. Ocupó la mayoría de los espacios y, otros estudios relacionados con la salud y la ciencia, como Enfermería, quedaron en San Vicente. Al poco tiempo, la facultad necesitó crecer y pidió más inversión. Entonces, el gobierno socialista de Joan Lerma señaló su intención de crear un nuevo campus universitario de la UA en Elche, relacionado con el ámbito de la ciencia».
Ese sería germen de la nueva universidad en Elche. En principio, como opción de ampliación del campus de la UA, pero el cambio político de 1995 alteraría los planes. Según Medrano, «se produce un intercambio de ideas entre un grupo de miembros de la facultad de Medicina y Zaplana, fruto del cual el nuevo gobierno decide crear no un nuevo campus de la UA, sino una nueva universidad —explica—. Se plantea su puesta en marcha con los estudios de Medicina como baluarte y se produce una votación en la facultad; gana la segregación».
Justo Medrano es, precisamente, uno de los más entusiastas con la idea y arranca el proyecto. Veintitrés años después, observa el proceso con una mirada desigual y analiza la trayectoria de la UMH. ¿Por qué apostó por la segregación? Justo responde con sinceridad: «A estas alturas de la muerte no me oculto, apoyé el proceso porque creía en el desarrollo y dinamismo que la facultad de Medicina podría generar en la sociedad ilicitana, el mismo que en su día provocó la UA en Alicante, que fue increíble, pero eso no se produjo en Elche. En la actualidad, la universidad vive de espaldas a la ciudad». Visto el conflicto con la perspectiva de los años, Medrano sentencia que «hay una deuda moral con la UA que hay que atender».
Por otra parte, veintitrés años después de la escisión, el que entonces era rector de la UA, Andrés Pedreño, retirado de la docencia y dedicado en la actualidad a la asesoría técnica de proyectos relacionados con la aplicación de las nuevas tecnologías, desde su tranquila oficina situada en la finca Torre Juana, muy cercana al hospital de Sant Joan, sede de la Facultad de Medicina de la UMH, prefiere pasar página y pone la mirada en el futuro: «Lo que pasó en el 96 está documentado, se encuentra en las hemerotecas y en los documentos oficiales, es muy fácil reconstruir esa historia, conocida por todos. Recordarla no va a aportar nada positivo en clave de futuro. No fue una buena práctica y así lo confirmaron los rectores de todas las universidades de España de forma unánime. Por tanto, vamos a olvidarla; no es un buen antecedente para poner en clave de futuro algo que puede ser interesante».
Los años pasan y la UMH sigue con la ampliación de su oferta académica, mientras el caso queda en manos de la justicia. Con la llegada del nuevo siglo, Andrés Pedreño deja su cargo de rector y le sucede el geólogo Salvador Ordóñez hasta 2004, año en que Ignacio Jiménez Raneda, economista, toma las riendas hasta 2012. Durante el traspaso de poderes la UA recibe en 2005 la resolución del Tribunal Constitucional que desestima el recurso interpuesto por los diputados socialistas ocho años antes. El fallo considera que la decisión del gobierno valenciano fue «válida, pero no óptima, ya que quebró el principio de lealtad institucional». La polémica se resuelve a favor de la UMH, que lleva ocho años impartiendo Medicina, y en la UA queda la desazón de una injusticia.
Ambas universidades siguen su camino, con la implantación de nuevos grados y la ampliación de instalaciones. En junio de 2012, el informático especialista en tecnologías del lenguaje humano Manuel Palomar toma el relevo de Jiménez Raneda como rector y es reelegido en 2016. En este segundo mandato al frente de la UA, a principios de febrero de 2017, anuncia la intención de implantar de nuevo los estudios de Medicina. La propuesta se lanza en un momento cargado de simbolismo, no es baladí la elección del escenario: la entrega de la Medalla de Honor de la Real Academia de Medicina a la Universidad de Alicante por su «labor pionera en la instauración de los estudios de Medicina». En el discurso de agradecimiento, Palomar hace oficial la propuesta y comienza a trabajarla con el fin de cumplir con los requerimientos.
En septiembre del mismo año, el plan de estudios del futuro grado se envía a la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), fundación estatal con sede en Madrid que analiza y realiza los informes pertinentes que certifican y acreditan nuevos estudios superiores en todo el territorio nacional. La propuesta es recibida y, en contra de sus aspiraciones, la luz verde de la agencia estatal tarda en encenderse. Hasta en dos ocasiones pide distinta información sobre la planificación de las prácticas, relativa a la organización y las instalaciones a utilizar, principal escollo para el visto bueno.
Palomar justifica el tiento y atención de la ANECA en el proceso, pues «Medicina es una titulación que va por otro camino alternativo a la autorización de títulos habituales que siguen las universidades. El resto obtiene la acreditación más rápidamente, pero Medicina requiere un informe de Sanidad y que haya un acuerdo entre el resto de universidades. En Valencia tienen Medicina en la universidad pública y la privada, en Castellón en la pública Jaume I y en Alicante solo está en la UMH».
María Isabel Moya: «Cada egresado debería tener su plaza MIR. Así se podría decidir sobre el número de facultades que son necesarias a nivel estatal»
Precisamente esta falta de acuerdo es uno de los obstáculos que se encuentra en el camino hacia la instalación de los estudios en su campus, pues los decanos de Medicina del resto de universidades valencianas expresan en septiembre de 2018 su oposición a la implantación de un nuevo grado en la UA en un manifiesto firmado de forma conjunta. Desde la UMH, el decano de Medicina Antonio Compañ pone el acento en el aspecto más complicado de gestionar en los estudios: las prácticas. Anuncia que plantará la batalla necesaria para velar por los intereses de sus alumnos con el fin de que se mantengan sus plazas de prácticas en los hospitales públicos de la provincia, esto es, el Universitario de Sant Joan y el General de Alicante, ambos dotados de las especialidades impartidas en la UMH.
La Universidad de València tampoco acoge con entusiasmo la propuesta y manifiesta su rechazo a la apertura de una nueva facultad de medicina en la Comunitat. Sus argumentos son la falta de recursos del Sistema Universitario Público Valenciano, con la escasez de prácticas en los hospitales públicos y la pobre oferta de puestos MIR en las últimas convocatorias. Tampoco la Universidad Jaume I de Castellón, con su facultad de Medicina a medio construir, apoya de forma entusiasta la propuesta de Palomar: apela a un consenso en la Conferencia de Rectores que, a todas luces, está lejos de producirse. El decano de Medicina de la UV, junto con la Conferencia Nacional de Decanos de las Facultades de Medicina Españolas y el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina, alertan de que hay 47 facultades de Medicina en toda España y que la demanda de plazas MIR, cuya obtención es necesaria para poder ejercer en la sanidad pública, duplica la oferta.
La UA argumenta que la decisión no es un capricho: hay demanda de los estudios de medicina en la provincia. Manuel Palomar se reafirma en su propuesta: «Hay cuatro facultades de Medicina en toda la Comunitat y me consta que hay mucho interés en implantar Medicina en Alicante por otras universidades porque la demanda existe. Alicante es la provincia más poblada entre las diez primeras que tiene tan poca oferta de acceso a Medicina. Es un mercado de absoluto interés».
Finalmente, en julio de 2018 la ANECA da su autorización a la implantación de los estudios de Medicina en la UA, cuyo proyecto debe pasar a continuación el filtro de las administraciones autonómicas para su puesta en marcha definitiva. La conselleria de Educación de Vicent Marzà señala que adoptará su decisión en base al informe preceptivo de la conselleria de Sanidad, encargada de autorizar las prácticas en los hospitales de la provincia propuestos por la UA: el Vithas Medimar de Alicante, el del Vinalopó y el de Vega Baja Torrevieja. La UA cumple con los trámites y envía toda la documentación e informes de la ANECA en septiembre de 2018 a València, confiada en que la resolución favorable llegue a tiempo para comenzar el curso académico 2019-2020. Una vez más, no es el caso y la UA debe esperar un año a que Sanidad se pronuncie, con periodo electoral incluido.
Por su parte, en la esfera política, el president de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, declara en la inauguración del curso académico 2018-2019 que la decisión de la Generalitat no atenderá a razones políticas sino más bien económicas: «Es una cuestión que se hará como siempre, desde una perspectiva no arbitraria, no discrecional, sino en función del interés general y de los recursos disponibles», declaró. En este terreno, Manuel Palomar hace una advertencia con sabor a tiempos pasados: «Yo soy de otra política, no soy tan intervencionista, soy más de autonomía. Esa es la diferencia. El gobierno de una universidad se debe a la rendición de cuentas a la sociedad a través de la Generalitat, pero la intervención no puede ser de la Generalitat para rendir cuentas a los intereses políticos».
Puede ser que el factor económico sea un argumento a la hora de dar el visto bueno a la implantación de los estudios de medicina en la UA. La crisis económica mundial que comenzó en 2008 tuvo en nuestro país unas consecuencias de tipo económico, político y social sin precedentes en toda la democracia. Los índices de crecimiento se desplomaron, los bancos cerraron los créditos y las cifras del paro aumentaron hasta el 27% de la población activa en el primer trimestre de 2013. Dos años antes, la presión social abocó al presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero a unas elecciones anticipadas, que ganó el PP de Mariano Rajoy. Las medidas de recortes salariales en el funcionariado público, así como en los gastos de Sanidad y Educación, congelaron las asignaciones anuales a las universidades púbicas. De esta forma, instituciones académicas como la UA y la UMH han seguido funcionando con el mismo presupuesto desde 2012.
En este punto, cabe sopesar el peso real de este factor y analizar el coste que supondría. No hay duda de que la inversión es superior a la media del resto de carreras, dado el cariz práctico y el tiempo de formación invertido: seis años, dos más que en el resto de grados, sin contar la especialización MIR. En la Comunitat, los alumnos que estudian en las universidades públicas asumen entre el 15% y el 20% del coste real de la matrícula, que en la Universitat de València, la UMH y la Jaume I de Castellón, se estima en 1.270 euros. Si contamos con que es el 17% del coste, la Generalitat asume 6.200 euros de los 7.270 euros que cuesta cada curso por alumno.
Al final de su formación académica como médicos, cada alumno cuesta a la Generalitat unos 45.000 euros, suponiendo que han aprobado todos los créditos a la primera convocatoria, y ello sin contar con la especialidad MIR, a la que habría que sumar unos 103.000 euros, cálculo efectuado por el Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada. Si tenemos en cuenta que la intención de la UA es ofrecer 75 plazas el primer año, el coste de inversión al finalizar los estudios generales supondría a las arcas públicas unos 3.375.000 euros en seis años, más su formación MIR que añadiría otros 7.725.000 euros al montante. En total, barajamos un presupuesto de unos 11.100.000 euros en la formación de los 75 nuevos médicos especialistas que propone el proyecto de la UA.
Una inversión nada desdeñable que después cabría recuperar con la incorporación de los nuevos médicos al sistema público de Salud, con el fin de mejorar la asistencia a los ciudadanos que, indirectamente, han pagado esos estudios con sus impuestos.
Uno de los argumentos del Consejo de Universidades de Medicina de España para oponerse a la implantación del nuevo grado en la UA es el que señala que no hay suficientes plazas MIR para la cantidad de egresados que finalizan sus estudios. Según el Estudio sobre Demografía Médica, elaborado por el Consejo General de Colegios de Médicos, publicado en 2018, cada año salen de las 44 facultades de Medicina de las universidades españolas siete mil egresados de Medicina, una cifra que ha aumentado en un 48% de 2001 a 2015. Según los datos de un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), España es el segundo país del mundo en número de facultades de Medicina por número de habitantes, superada por Corea del Sur, con trece graduados por cada cien mil habitantes.
Manuel Palomar: «Hay cuatro facultades en toda la Comunitat y hay mucho interés en implantarla en Alicante. Es un mercado de absoluto interés»
Sin embargo, este aumento no ha sido proporcional a un incremento de plazas MIR —periodo de formación necesario para poder ejercer medicina en el sistema público— provocando una situación de embudo. Según el Estudio sobre Demografía Médica, la última convocatoria de plazas MIR se saldó con un remanente de 2.837 aspirantes que superaron los exámenes pero no pudieron optar a una de las 6.513 plazas. Por tanto, hablamos de una bolsa de casi tres mil médicos que, aun habiendo aprobado, no tuvieron acceso a especialización, lo que les aboca a ejercer en la sanidad privada o bien esperar a repetir la prueba en la siguiente convocatoria. Situación que suma otro inconveniente en el camino hacia su incorporación en el mundo laboral, después de invertir seis años de su vida en prepararse. En el caso de obtener la plaza MIR, dedicarán cuatro o cinco años más para terminar su residencia, ya como especialistas; en total, diez años.
Ante esta situación, desde el Colegio de Médicos de Alicante, su presidenta, María Isabel Moya, apunta que «lo sensato sería equilibrar el número de plazas a los egresados, incluso a los aspirantes. Como mínimo, el egresado que salga debería tener su plaza, por lo que todos los agentes implicados deberían coordinarse y decidir el tipo y número de especialistas que se necesiten en un plazo de tiempo en función de las necesidades de la población. De este modo, se podría decidir sobre el número de facultades necesarias a nivel estatal».
Este desajuste de la oferta y la demanda es uno de los argumentos que esgrime Palomar, si bien difiere del planteamiento de Moya: «Los estudios señalan que en Alicante estamos por debajo de las plazas que corresponderían a una provincia con casi dos millones de habitantes. Lo curioso es que se relacionan las plazas MIR con la oferta de egresados, y esa no es la cuestión, sino que se debe adecuar a la propia población de la provincia, que tiene unas necesidades que no están cubiertas. Y estas necesidades se pueden cubrir con más egresados o con homologaciones de otras plazas, por lo que tanto la Generalitat como el Gobierno español lo deben delimitar».
De esta forma, el rector de la UA insta a los poderes públicos a que respondan ante las necesidades reales y se alcance un pacto que equilibre las necesidades con la oferta, sin intervenir el principio de autonomía universitaria: «Si fuera dirigente político le diría a las universidades que deben rendir cuentas en base a un plan de financiación sostenible. Si los títulos no tienen los egresados necesarios, le voy a proponer cerrar títulos; bajo su responsabilidad de autonomía universitaria deberán hacer lo que consideren, y si luego no cumplen, cerraremos el título. Esto es autonomía universitaria; lo contrario, no tiene sentido. La universidad del futuro debe tener una autonomía universitaria que responda a las necesidades reales de la sociedad».
Por su parte, el Colegio de Médicos de Alicante aborda la polémica desde una dimensión más global. Su presidenta María Isabel Moya denuncia falta de coordinación entre los agentes implicados —Administraciones Públicas, Universidades y colectivo médico— y puntualiza: «Implantar una nueva facultad de Medicina es controvertido porque no tiene una dimensión local que implica solo a la UA y la UMH. Nosotros solicitamos responsabilidad y generosidad por parte de todos. No hay una planificación global que garantice a los egresados y especialistas un acceso al mundo laboral con las garantías de un puesto de trabajo digno. No es viable una visión individual sin una trazabilidad del proceso; se debe responder a una corresponsabilidad que garantice el equilibrio».
Al respecto, Moya incide en la realidad del día a día en los hospitales públicos valencianos: «Los servicios de urgencias están saturados y el personal médico desesperado. Ya no es una situación puntual, sino que se ha convertido en algo crónico. A ello añadimos la precariedad del personal de urgencias, con contratos por días. Es urgente un pacto de Estado». La situación se agudiza si se tiene en cuenta la edad media del personal médico, que en un plazo de quince años alcanzará la jubilación. Y en esta franja de edad estará el grueso de la población activa actual. Palomar sostiene este factor como argumento que respalda su proyecto, junto con el hecho de que Alicante es destino de turismo médico al que viajan ciudadanos de todo el mundo en busca de tratamiento o intervención en especialidades asociadas al envejecimiento, como oftalmología o geriatría, complementarias a la oferta actual de la UMH Elche: «Alicante se está convirtiendo en una zona geográfica donde la salud va a ser imperante: el centro de envejecimiento en visión ocular que se propone desde la UA es porque hay una demanda importante en temas de investigación y cada vez más la población aumentará en esperanza de vida. Todo lo relacionado con la vista es clave en el envejecimiento y vamos a trabajar en ello».
En la primavera de 2019 se producen las elecciones autonómicas y locales, cuyos resultados renuevan el pacto del Botànic con el socialista Ximo Puig como presidente, al margen de las incertidumbres nacionales. Tras la resaca electoral, el Consell envía un mensaje a ambas universidades a través de la conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia e Innovación Digital, cuya máxima responsable es Carolina Pascual. Convoca en julio una reunión con los rectores de la UMH y la UA, donde traslada la propuesta de gestionar el grado entre ambas. La idea cae como un jarro de agua fría a las aspiraciones de la UA, todavía a la espera de que la conselleria de Sanidad se manifieste respecto a las prácticas, requisito imprescindible interpuesto por Marzà para el visto bueno.
Recién aterrizado en el cargo, el flamante rector de la UMH, Juan José Ruiz, ve lógica esta propuesta bajo términos económicos: «Lo que está claro es que la conselleria, en estos tiempos de crisis económica, no ve factible poner dos facultades de Medicina, que son las más caras. Quiere que colaboremos y lo que estamos buscando son fórmulas». En esta línea, estima que «lo lógico es aprovechar los recursos colaborando todos, más aún con los más cercanos, sobre todo en Medicina, tan especial y sensible».
Sin fecha para establecer una reunión que aborde la propuesta, Ruiz hace una estimación de cómo podrían establecerse estos puentes de colaboración: «La UA tiene la titulación de Ingeniería biomédica, que son aplicaciones de la tecnología a la praxis médica, y en este sentido podemos colaborar, porque nosotros también tenemos grupos de investigación muy buenos en robótica. Hay muchas cosas que se pueden hacer conjuntamente. Quizás una de las formas sea colaborar en grupos de investigación, que ya las hay espontáneas, pero a través del Vicerrectorado se quiere ahondar en estas colaboraciones. La consellería también lo quiere hacer, pues me ha llegado el rumor de que su intención es sacar convocatorias en las que tengamos que colaborar, y me parece muy bien». Respecto al número de plazas que habría disponibles para cursar los estudios de Medicina, el rector señala que es «una posibilidad, independientemente de que lleguemos a un acuerdo o no. Si hacen falta más médicos de formación, se puede plantear aumentar las plazas».
Por su parte, Manuel Palomar, conocedor de los trámites administrativos necesarios para la puesta en marcha de una facultad de Medicina, se muestra más escéptico: «Es un poco complicado, pues no quedó claro el tipo de acuerdo que proponía la consellera: si se trata de un doble grado, lo cual no puede ser al no tener nosotros el grado, y uno conjunto habría que de nuevo renovarlo por la ANECA, con lo cual no se puede desarrollar. Por tanto, es difícil que haya un acuerdo en materia de tenerlo conjunto, pues no hay un marco coherente para llegar a un acuerdo de estas características. Nuestra voluntad sería total si hubiera una posición de igualdad». Sin embargo, sí admite puntos de encuentro entre ambas instituciones en el terreno de las especialidades que contempla su propuesta, pues no existen en Elche. No obstante, Manuel Palomar deja claro que «serían dos títulos de dos universidades públicas cercanas, una competencia que puede mejorar la oferta, situación que ya existe con dos títulos de ADE, dos títulos de informática o dos de derecho, que ha provocado una mejora en las condiciones».
Palomar apela a la ley de la oferta y la demanda señalando que «debemos hacernos mayores en cuanto a las demandas existentes. Hemos demostrado que todos los títulos que hemos puesto en marcha son todo un éxito y es nuestra responsabilidad identificar su necesidad y demanda. Lo coherente en este momento es que hubiera un grado más alternativo a lo que proponen en Elche, lo cual suma una propuesta mayor para una provincia que necesita demandas de distintas índole. Ahora es la parte política la que debe tomar la decisión de si Alicante se merece un título de medicina adicional».
Desde una perspectiva más imparcial y ya alejado de la gestión académica, Andrés Pedreño acoge la propuesta de la conselleria con entusiasmo y señala que «ojalá tengamos la capacidad colectiva de sumar porque vivimos en un mundo en el que sumando y agregando se consigue ser alguien. Esa es la línea de un mundo global. Separando y fragmentando nos hacemos cada vez más insignificantes». Por ello, hace notar que «un proyecto como este sentaría un magnífico precedente porque permite cooperar a un conjunto de científicos de primer orden en la misma estructura. Hay una magnífica facultad de ciencias en Alicante con investigadores de primera línea como el candidato a Premio Nobel Francis Mújica, cuyo trabajo tiene mucha relación con la actividad de la facultad de Medicina, a Ángela Nieto, investigadora de élite, y a muchos más en el Instituto de Neurociencias. Con todos ellos tendríamos una de las mejores facultades de Medicina de España y probablemente de Europa».
También Justo Medrano aplaude la solución del Consell y aconseja que «una sociedad inteligente como la alicantina debe ser competente para conseguir un título doble capaz de hacer confluir los intereses de ambas universidades para seguir creciendo. Para ello, sugiero que se forme un grupo de trabajo y que durante un año se centre en la consecución de este nuevo grado conjunto».
La propuesta de la consellera no parece un buen augurio para las aspiraciones de la UA y las sospechas se confirman cuando, en pleno descanso estival, apenas un mes despúes de la reunión de la consellera con los rectores, un 27 de agosto el jefe de servicio de Autorización, Acreditación y Registro de Centros, Servicios y Establecimientos Sanitarios, de la Escola Valenciana d’Estudis de la Salut, firma un escueto informe de apenas dos páginas en el que se cuestiona que los centros de prácticas propuestos por la UA sean idóneos para la formación práctica de los alumnos de Medicina. El informe expone que la Clínica Vistahermosa Grupo HLA no reúne los requisitos para poder desarrollar la docencia, el Hospital Universitario de Torrevieja no tiene autorizadas las actividades de las especialidades propuestas por la UA, y que existen errores de forma en cuanto a los convenios necesarios entre la UA y los centros sanitarios propuestos. Concluye así: «Este servicio considera insuficiente la documentación remitida por la Universidad de Alicante acerca de los centros e instituciones sanitarias asociadas a dicha universidad para la instauración del Grado de Medicina y el cumplimiento de los requisitos que debe reunir dichos centros e instituciones sanitarias, para ser objeto de concierto para desarrollar la docencia, por lo que se informa desfavorablemente su solicitud, en tanto no se aporte justificación documental de dicho cumplimiento».
El Rectorado de la UA da a conocer su opinión al respecto y Manuel Palomar señala que «ese informe no se ajusta a las prácticas de Medicina que se vienen realizando en los hospitales». El Rector de la UA contradice las conclusiones del informe y señala que «los hospitales universitarios a los que nos referimos ya tienen alumnos de otras facultades de Medicina, por lo que le corresponde a la conselleria de Sanidad dar una explicación al respecto». De este modo, el asunto queda de nuevo a la espera de lo que se decida en València, si bien la UA dispone de un periodo para subsanar las conclusiones del informe. Mientras tanto, comienza un nuevo curso que se presenta agitado en lo que a trámites burocráticos se refiere con la firme actitud de Manuel Palomar y su equipo de seguir adelante con su propuesta en el último año de su segundo mandato al frente de la UA. Ellos lo tienen claro, no hay marcha atrás ni soluciones a medias, un segundo grado de Medicina en la provincia de Alicante es factible y necesario: «No cabe ninguna duda, tarde o temprano habrá nuevo grado de Medicina en la provincia de Alicante. Si no por la UA, por otra universidad, pública o privada. Si nos dicen ‘no’, tendremos que ver por qué es no. La historia pondrá a cada uno en su sitio».
* Este artículo se publicó originalmente número de 32 de la edición de Alicante de la revista Plaza