EL ANAQUEL DE LAS LECTURAS SUBVERSIVAS

'Doctor Portuondo', el homenaje de un neurótico a un psicoanalista que está loco de atar

2/03/2017 - 

VALÈNCIA. Carlo Padial asegura que es incapaz de memorizar su DNI, pero recuerda muy bien el día en que empezó su psicoanálisis con el doctor Portuondo. Llegó a su consulta con entusiasmo. Llevaba años escuchando y memorizando con fascinación unas cintas de casete en las que el prestigioso galeno cubano desplegaba sus teorías
acerca del psicoanálisis directo y las aplicaciones terapéuticas del psicodrama. Las alocuciones del doctor se habían convertido en su particular faro de Alejandría: estaban preñadas de intuición y un conocimiento filosófico orlado con una actitud vehemente y arrebatadora. El joven había depositado en esta anhelada terapia las esperanzas de superar un caso clásico de complejo de Edipo, así como muchos otros traumas infantiles y manías.

 Corría el año 2000, y Padial guardaba su turno en la sala de espera de la Clínica Internacional de Psicoanálisis de Barcelona, cuando escuchó por primera vez en directo la voz de su maestro, dirigiéndose al paciente de las siete: “¡¡¡Estás cagado cabrón!!! ¡¡¡Estás cagado!!! ¡¡¡Aquí huele a mierda!!!”. Ése fue el preámbulo de una terapia más bien intensita y llena de momentos a la par angustiosos e hilarantes, que solo llegó a término cinco años después cuando Portuondo falleció inesperadamente. “Me sabe un poco mal, pero la verdad es que mi primer sentimiento cuando recibí la noticia fue de alivio. Llevaba tiempo queriendo interrumpir la terapia, pero no me atrevía a decírselo. Para mí, él era una autoridad”, nos explica por teléfono el autor.


Portuondo era un psicoanalista peculiar, tanto en las formas como en el contenido. En el libro que esta misma semana acaba de publicar la editorial Blackie Books, Padial le describe como un tipo “redondo y más bien desgarbado”, que vestía trajes que “no le quedaban bien” y tenía el pelo “completamente blanco y despeinado, disparado en punta hacia el techo” (“un poco como Barry White, en versión cubano-esquizo”). Además fumaba en pipa sin descanso y pasaba consulta acompañado de un inseparable vaso de whisky que bebía “con grandísima parsimonia” en la silla que ocupaba detrás del diván de los pacientes.

El caso es que este insólito personaje –cuyas terapias incluían a menudo gritos, expulsiones de la consulta “por hablar de dinero” e incluso combates pugilísticos- tenía un currículum impresionante. Poseía, entre otros, el título de doctor en Medicina, en Filosofía y Letras y en Psicología. Obtuvo en Estados Unidos su diploma como psicoanalista directo de manos del prestigioso John Nathalien Rosen. Ya en España, fundó el Centro Internacional de Psicodiagnóstico y Psicoterapia –que llegó a tener sede también en Madrid y Valencia-, y publicó 27 libros.

“Por él siento todavía admiración máxima cuenta Padial-. Es una de las tres o cuatro personas más brillantes y extraordinarias que he conocido nunca, y eso que tengo amigos muy especiales como Miguel Noguera. Portuondo consiguió traducir a Freud al lenguaje latino y convertir sus teorías en fórmulas muy sencillas. Sus Sesiones estaban llenas de momentos de representación; combinaba el freudianismo estricto con los arranques de teatro pánico. Te escuchaba con atención flotante, como medio bebido, y de repente te soltaba una ostia increíble. Muchas veces acertaba de lleno. Planteaba la terapia como una investigación policiaca en la que no hay culpables, sino que el único responsable de todo eres tú”.

Matar al padre

En Doctor Portuondo, el escritor barcelonés hilvana sus recuerdos con la ayuda de algunas situaciones y personajes que no son estrictamente reales, sino una condensación de varias. Licencias literarias que le permiten amoldarse a la estructura de una novela escrita en clave humorística, pero surcada por verdaderos ríos de angustia vital. El histriónico doctor de La Habana –exiliado tras oponerse al régimen de Castro -protagoniza en el libro episodios tan surrealistas que una no puede sino atribuirlos a la ficción literaria. Como aquella que relata el momento en que los padres de Padial ceden a la insistencia de su hijo –promovida a su vez por su terapeuta- para que acudan un día juntos a la consulta ¿Han oído aquello de matar (simbólicamente) al padre? Pues eso es lo que hizo Portuondo, a bocajarro y con sangre fría, con los progenitores de su paciente: “¿Sabes cuál es tu problema, viejo? Que no te has realizado”. “Aquello cambió definitivamente la relación con mis padres -apunta Padial-. Era cierto que el gran problema de mi padre es que nunca se ha realizado, lo que explica su necesidad de parlotear y fantasear. Portuondo me hizo un trasplante de superyó para ayudarme a cortar mi vínculo infantil. Todos lo necesitamos, por eso es importante ponerse en manos de un buen terapeuta. Es la única manera de no acudir permanentemente a tu herencia familiar”.

Las facetas cómicas de la neurosis


La neurosis es un campo extremadamente fértil para el humor. Probablemente el que más partido ha sacado a este trastorno es Woody Allen, convertido ya en el arquetipo universal de persona hipocondriaca y maniática, permanentemente estresada e inestable emocionalmente.

De alguna manera, el humor de Padial entronca con el del director neoyorquino y con el de otros representantes de la comedia americana de tradición judía, como Shalom Auslander (Esperanza: Una tragedia, Lamentaciones de un prepucio), o el guionista, productor y actor Larry David (Seinfeld, Curb your enthusiasm). “Negar la influencia de Woody Allen o Larry David sería una tontería –responde el escritor-, pero los autores que me han llevado a querer escribir son europeos locos como Arrabal, Beckett, Céline, Strindberg… a todos les recorre un hilo de desesperación muy consciente, con la que me identifico mucho. Ese espíritu destilado es el que intento llevar también a los espectáculos de stand-up comedy que hago en teatros”.

Como muchos otros creadores (neuróticos), Padial cultiva sentimientos contradictorios. Sigue siendo prisionero de sus obsesiones, pero al mismo tiempo ahora es consciente de que éstas son una gran cantera de ideas literarias. “Portuondo decía que el psicoanálisis no es para todo el mundo, porque aunque te hace más fuerte psicológicamente para enfrentarte al exterior, pero también puede arruinarte la vida. O las dos cosas al mismo tiempo. Te ayuda a saber qué quieres y qué no quieres. Yo ahora mismo sería un desgraciado de no haber pasado por su consulta”.

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