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tras su anterior disco 'insólito vergel'

'Días de vino y siembra', el salto de Maronda del indie-pop al folk introspectivo

El dúo formado por Pablo Maronda y Marc Greenwood publicó el pasado 23 de mayo, coincidiendo con su décimo aniversario, el disco más dispar de su trayectoria. Una recolección de canciones con resonancias a cantautores anglosajones de los sesenta como Nick Drake, Tim Hardin o Jackson C. Frank, y a otros españoles como Serrat

27/05/2021 - 

VALÈNCIA. El nuevo disco de Maronda se llama Días de vino y siembra (Autoeditado, 2021) y tiene una canción preciosa a lo Harry Nilsson que habla sobre el reto de permanecer diez días sobrio. Pero no, no es un guiño a la película de Blake Edwards [Días de Vino y Rosas] ni habla de parejas escondiendo botellas de güisqui en invernaderos. Aunque sí es un disco introspectivo, posiblemente más autobiográfico que los demás, y con alguna nota agridulce.

“Es atípico porque rompe con nuestra trayectoria y ofrece a cambio una inmersión en las producciones folk de mediados de los 60 y en la canción de autor española”. Así definen esta nueva colección de canciones, que efectivamente se aleja más que nunca de los parámetros del indie pop que han definido durante diez años la trayectoria del dúo formado por Pablo Maronda Marc Greenwood.

Esta vez no hay guitarras amplificadas ni baterías para vitaminar las melodías pop. Con Insólito Vergel (2020), un disco integrado por descartes y caras B, el grupo cerró una etapa para comenzar otra. Días de vino y siembra -publicado en plataformas digitales el pasado 23 de mayo- está envuelto en la calidez de las guitarras acústicas y los arreglos de cuerda. “Es curioso porque, hasta hace cuatro días, pensaba que yo seguía haciendo música… digamos que moderna -reflexiona Pablo-. Pero me doy cuenta de que el indie está ya un poco obsoleto. El tiempo va pasando sin que te des cuenta y de repente te dices a ti mismo: OK Boomer!”. Lo comenta riendo y quitándole hierro al asunto porque, al fin y al cabo, Maronda no ha sido nunca un proyecto concebido desde un punto de vista comercial. Han hecho en cada momento las canciones que les apetecía hacer, sin más. Y ahora les apetece mirar todavía más al pasado y nutrirse del sonido de una época plagada de canciones atemporales.

Maronda

Pablo compuso las canciones de este sexto trabajo discográfico entre 2002 y la actualidad. Un repertorio que fue acumulándose porque no encajaba en el proyecto de Maronda. “Siempre he tenido mucha debilidad por el folk de Nick Drake, John Martyn, Cat Stevens, Jackson C. Frank… De hecho, al principio del todo, yo quería que el grupo se enfocara hacia ese sonido, aunque Marc me convenció de que fuese más indie. Después de todos estos años, ahora sentimos que sí era el momento de hacer algo con estas canciones. Además, los programas informáticos actuales permiten hacer arreglos increíbles. Antes los arreglos de cuerda sintéticos te hacían sonar como las canciones de la Jurado (ríe). Por otra parte, Marc estaba ahora más preparado para producir cosas más delicadas.”

Un poema de Dylan Thomas

En el subtexto de las letras más recientes del disco está la huella de los problemas de salud que ha atravesado Pablo durante los últimos años -sufrió dos infartos cerebrales a finales de 2017, de los que ya está recuperado-, y también hay alguna referencia a un breve periodo de desencanto con la música, que también considera superado. Pero, matiza Pablo, “no es un disco tan triste como podría parecer. Al revés, es una celebración de la vida. De ahí la referencia a la cosecha en el título”.

Las referencias que maneja Maronda en este disco apuntan a esa vertiente de los cantautores folk norteamericanos y británicos que en lugar de volcarse en la canción protesta miraban hacia sus entrañas. Canciones solipsistas para almas atormentadas, en muchos casos. También Pablo se ha servido de este subgénero para procesar situaciones personales. Como en la canción Este pan que yo parto, adaptación del poema de Dylan Thomas que él describe con estas palabras: “Tras sobrevivir a un ictus en vísperas de las Navidades de 2017, estuve un año de baja bastante desmotivado con la música. Un día recibí una llamada de mi antiguo trabajo para recoger el contenido de mi taquilla. Allí encontré un viejo libro de poemas de Dylan Thomas que solía leer en los ratos libres. Hojeándolo me reencontré con esta letra y algo en mi interior hizo «click»: comencé a escuchar la música del poema que tenía delante de mis ojos. Al instante comencé a adaptarlo. Así que llegó la última al disco y misteriosamente parece que es la que más tiene que ver con el título. Es además la única canción de Maronda hasta la fecha que canta Marc Greenwood”.

“Antes escuchaba mucha psicodelia; es un género que siempre me ha gustado mucho -explica-. Pero considero la canción folk-pop de los sesenta como otra forma de psicodelia. No tiene la misma voluptuosidad sonora, pero sí tiene algo de viaje. De viaje al interior de uno mismo”.

El placer de las cosas pequeñas

Maronda siempre ha sido un proyecto musical “indie”, pero no al uso. Pablo y Marc son músicos con mucho talento, personalidad y experiencia, pero no tienen demasiadas ganas de meterse en el barullo de la industria. Para eso, Marc Greenwood ya tiene a La Habitación Roja. Y Pablo siempre ha contado con un trabajo estable en un sector ajeno a la música, lo que no deja de ser una herramienta muy útil para la libertad creativa en un sector del que viven cuatro gatos. El caso es que siempre han optado por editarse a ellos mismos, por componer sus discos sin urgencias -y en la distancia- y por tocar en directo solo de vez en cuando.

Con este disco, sin embargo, estuvieron a punto de firmar con una discográfica. Al final, la petición por parte del sello de convertirlo en un disco de colaboraciones, mudando el nombre de Maronda por el de Biarritz, quedó en punto muerto. “Al principio nos hizo ilusión, e incluso empezamos a pensar en posibles nombres de artistas. Pero lo descartamos porque pensábamos que las canciones estaban bien como estaban; no sentíamos que les faltara nada, y no queríamos complicarnos la vida. Hay géneros en los que tiene más sentido tirar de colaboraciones. Está bien si eres C. Tangana, pero en nuestro caso es un poco raro”.

Después de estos años, me he dado cuenta de que me gusta hacer las cosas pequeñas. Y si sale, bien. Y si no, no pasa nada. A veces ha sido frustrante ver que nuestros discos no tenían la repercusión que esperábamos, pero también es verdad que Maronda se ha convertido en un grupo, no sé si de culto, pero sí muy querido para un grupo de fans pequeño, pero muy fiel. Y eso nos gusta mucho. Además, el mundo de la música es una lotería. A veces pones todo el empeño en algo y apenas tiene repercusión. Y otras no te esfuerzas demasiado y sale de puta madre”.

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