VALÈNCIA. En diciembre, Cindy Wilson publicó su primer disco en solitario. Change es un disco modesto pero maravilloso, completamente ajeno al estilo de B-52’s. Un álbum perfecto para despedir 2017 y una gran excusa para entrevistarla. Uno de los medios con los que colaboro habitualmente aceptó publicarme la entrevista. La realicé tan sólo unos días atrás, pero ya es un recuerdo. Un recuerdo de un pequeño hecho construido a su vez de recuerdos. En marzo, Cindy Wilson actuará en Madrid, Santiago de Compostela y Barcelona.
Marco un número de teléfono. Antes, por curiosidad, he buscado en internet el prefijo de tres cifras del número que me ha facilitado la discográfica. Estoy llamando a Athens, una ciudad al sur de los Estados Unidos, perteneciente al estado de Georgia. Ese nombre no salía en las películas ni en la tele cuando yo era pequeño. Oías Washington. Oías Denver. Oías Houston. Pero por aquí, Athens era algo desconocido aquí hasta que salieron a escena The B-52’s. Suena la señal durante unos segundos y alguien descuelga el auricular en Athens. La voz que habla es femenina. Es la voz de Cindy Wilson, una de las dos mujeres al frente de los B-52’s. Hola, ¿eres Cindy? Sí, soy yo, contesta divertida. Igual la estoy llamando a su casa y todo.
Durante mi adolescencia, cuando nadie parecía saber que existía una ciudad americana llamada Athens, cualquier manera de escapar de la realidad era bienvenida. No era un chico desgraciado y tampoco vivía rodeado de problemas horribles, pero igualmente soñaba con cosas que sucedían en Nueva York, Los Ángeles, Londres. La música era un método infalible para huir de algo que no me interesaba. Más que las series o el cine, casi tanto como los libros. Porque como estos, las canciones y los discos ofrecían una valiosa ventaja, podías volver a ellos una y otra vez. La vida se transformaba durante tres minutos y pico. Cuando terminaba el hechizo no había más que poner la aguja de nuevo en el surco deseado y volver a empezar.
Pero a veces ni siquiera hacía falta escuchar una canción para llegar descubrir algo que me atraía y yo me dejaba engullir, feliz y convencido de que el mundo iba a ser mejor así. Bastaba con ver una foto o una portada de disco en una revista. Le comento esto a Cindy porque, a medida que avanzaba, la entrevista ha ido perdiendo su tono oficial. Pero sobre todo, se lo digo porque ha comentado en un par de ocasiones que, gracias al disco que acaba de sacar, está teniendo la oportunidad de conocer a gente que no deja de decirle lo importantes que fueron los B-52’s en su vida. También lo fueron en la mía, le digo. Fue un flechazo. Ni siquiera tuve que escucharlos para saber que me iba a enamorar de su música. Los vi a los cinco. Los tres chicos con aspecto de dirigirse a una fiesta. Fred Schneider, Ricky Wilson, Keith Strickland. Las dos chicas, Kate Pierson y Cindy, con sus poses estrambóticas y aquellas pelucas que de tanto parecerse al morro de un bombardero acabaron inspirando el nombre del grupo.
La primera vez que vi a los B-52’s fue en las páginas de Star. Una entrevista traducida de alguna publicación extranjera, ilustrada con una foto perteneciente a la sesión de la cual salió la portada de su primer disco. La imagen estaba reproducida en blanco y negro, pero así y todo, estuve mirándola durante días. Poco después apareció en color en Vibraciones y quedé deslumbrado para siempre. El primer disco de B-52’s apareció en verano de 1979. A España llegó algo más tarde, en otoño. El fin de la década estaba cada vez más cerca. No sé por qué les dio por ahí, pero las revistas musicales propagaban tácitamente la idea de que con 1980 comenzaba el futuro. No era algo tan descabellado. El punk se cargo la parte más insoportable del rock. Hubo un regreso a lo esencial. La música pop recuperó su idea primigenia y a la vez se hizo permeable a elementos nuevos. Los sintetizadores, los ritmos de baile. Aparecieron una serie de nombres y sonidos que identificábamos con el futuro. Y no hablo de la música electrónica, que fue lo que vino inmediatamente después, durante el verano de 1980. Hablo de grupos que eran una fantasía de plástico, viejas ideas con nuevos sonidos. Grupos como Devo, Plastics. Como B-52’s.
Cindy me habla de las versiones que ha hecho en Change. Una de ellas es de Oh OK, otra banda de Athens, coetánea de los B-52’s. La canción suena estupenda, muy fiel a la original. Es una forma, dice, de rendirle homenaje a un grupo que formaba parte de aquella escena cuando nosotros empezábamos. En Oh OK estuvo Lynda Stipe, hermana de Michael. Athens tenía muchos grupos chulos en aquellos tiempos. A mí a unos cuantos más nos bastó con el impacto multicolor de B-52’s para no olvidar nunca el nombre de la ciudad. A partir de entonces, cualquier grupo que saliera de allí era digno de atención. Pylon, por ejemplo. Musicalmente eran avasalladores. Cantaba Vanessa Briscoe y era como si estuviese desatando una fuerza oculta de la naturaleza. Cindy me explica que Vanessa ha vuelto a actuar con un grupo creado para recordar Pylon. El grupo dejó de funcionar hace unos años, tras la muerte por infarto de Randall Bewley. Vanessa no quiere que caigan en el olvido. No deberían. Ellos eran parte de aquel futuro que venía dentro de 1980.
Conseguir el primer álbum de B-52’s en València fue una odisea. Estaba agotado y no había manera de que el almacén que trabajaba con Harmony (cuando Harmony era una tienda junto al Mestalla) lo repusiera. Ariola debió prensar las copias justas y estas volarían de las cubetas de las tiendas especializadas de Madrid y Barcelona. Me pasé todas las navidades de 1979 esperando que llegara, pero llegó antes 1980 que el álbum. Todavía conservo aquel vinilo con el que soñaba despierto. La portada amarilla y los cinco miembros del grupo con aquella imagen entre retro y futurista. Kate Pierson con una mano levantada como si fuera un grabado egipcio. Cindy Wilson, su peluca y su pantalón negro con una franja blanca. Ella y Kate aullaban de una manera que recordaba al estilo gutural de Yoko Ono. Yoko estaba muy mal vista entonces, la acusación de haber acabado los Beatles seguía pesando sobre su cabeza, por ser mujer, japonesa y artista conceptual. Reivindicar a Yoko también formaba parte del futuro que tenía que traernos 1980.
Me olvido de preguntarle a Cindy si alguna vez pudieron constatar una historia acerca de John Lennon. Se dice que escuchó el primer disco del grupo por casualidad. Le prestó atención precisamente por eso, porque Kate y Cindy le recordaban a Yoko. Quedó expuesto a la frescura de aquella música y recuperó las ganas de volver a componer y grabar. Ojalá sea cierto. Tan cierto como que los B-52’s fueron todo aquello que esperaba y más el día que al fin pude comprarme su primer disco. Me despido de Cindy. Pasa a saludar si viene a vernos cuando actuemos en España, se despide. Y gracias por tus palabras sobre Change, añade, y por decirme lo importantes que han sido B-52’s para ti. El futuro en realidad, consistía en esto, pienso yo al colgar.