VALÈNCIA. Queridos Reyes Magos, y si se me permite, también reinas, porque puestos a partir de hechos inciertos, que estos hechos sean lo más de mi agrado posible: el bien y el mal son interpretaciones relativas desde mi punto de vista, por tanto, no recurriré a mi comportamiento de los últimos trescientos cincuenta y pico días, que os resultará difícil de evaluar -seguramente os cueste llegar a un consenso-, como moneda de cambio para que me traigáis todos los libros que quiero que me traigáis. Mejor os los voy a ir mencionando acompañándolos de las razones por las que merecen salir de los anaqueles de las librerías y aterrizar no solo en mi casa, sino también bajo el árbol de otros lectores. Por supuesto, hay lectores de todo tipo, pero también voy a mencionar libros de todo tipo, por lo que creo que la carta será bastante completa. Esta no es una lista de los mejores libros del año, porque no me he leído los casi cien mil que se han publicado solo en España y en caso de haberlo hecho, no creo que hubiese sido capaz de sintetizar un condensado de algo tan ambiguo como “los mejores”, y mucho menos en el espacio que suelen ocupar estos artículos. De todos los libros que ya he hablado a lo largo de dos mil diecisiete no voy a volver a hablar, pero recomendados quedan: por si queréis ideas para regalos, quedan en concreto aquí.
Precisamente por las distancias que debería recorrer cualquiera que decidiese llegar a todos los hogares lo suficientemente favorecidos como para poder celebrar un día consagrado a los regalos, que son muchos, pero muchos más son los que no lo son, pienso en Larga distancia, del periodista y escritor argentino Martín Caparrós. Un título editado con maestría por Malpaso que contiene dieciocho relatos con aroma a wanderlust: de Hong Kong a Bolivia pasando por Moscú, Haití o Madrid; Caparrós nos transportará a bordo de sus crónicas hasta lugares y situaciones que irremediablemente nos harán sentir muy quietos en nuestro sofá. Un libro que cumple veinticinco años de su primera edición pero que conserva intacta la mirada que lo definió entonces y que hace de él un regalo acertado para esas personas que siempre tienen un pie en casa y el otro en el aeropuerto.