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Anna Albaladejo: "La tensión hace que surjan reflexiones artísticas maravillosas"

13/09/2020 - 

VALÈNCIA. Pese a que uno de los últimos proyectos de Anna Albaladejo se llame Tempus Interruptus, la creadora e investigadora valenciana no para. Presentó el pasado jueves, junto a Isabel Caballero, esta pieza audiovisual centrada en el tiempo. Una pieza compuesta por varios monólogos y un documental que recoge el proceso de los participantes del taller de teatro que capitanean juntas cuanto este se tuvo que transformar, pantalla de por medio, debido a la pandemia. La proyección se realizó bajo el marco de Cabanyal Íntim que, como otros eventos, se ha enfrentado al mes de septiembre y al extraño 2020 con un potente arsenal creativo.

Albaladejo ultima, casi paralelamente, los preparativos para recalar en la sala Ultramar el próximo 17 de septiembre. Lo hará con Odet y las otras, una representación teatral enmarcada bajo Obs-cenus, su proyecto de investigación sobre el amor, el placer y lo erótico. Y, en el horizonte de futuro y tras su retraso, Pobles en peu d’art, del que también es cofundadora. Los siguientes meses se antojan, desde luego, movidos. Entre unas cosas y otras, le robamos unos minutos para preguntarle sobre un teatro que, aunque se va sacudiendo el confinamiento de encima, todavía tiene retos por delante.

-Todo ha cambiado drásticamente en los últimos meses. ¿Qué oportunidades, narrativas o de formato, le puede aportar al teatro todo lo que ha sucedido? Dicho de otro modo, ¿qué se ha ganado y qué se ha perdido?
-No creo que tengamos la suficiente distancia ni el suficiente recorrido en esta 'nueva realidad' como para saberlo. Desde luego, sí veo ciertas herramientas que ya se utilizaban antes –especialmente en el teatro de nuevos lenguajes, pero también cada vez más en un teatro de forma dramático–, que nos hemos visto obligados a explorar todavía más. Por ejemplo, qué pasa con la cámara.

Jorge Dubatti, crítico teatral y pedagogo argentino, decía en el confinamiento que la convivio teatral –la convivio es, fundamentalmente, teatro, porque se comparte un espacio y una experiencia público/artista– es el gran reto que tenemos por delante. Cómo en concreto, ante estas circunstancias, podemos seguir manteniendo la energía de la convivio. Él hablaba de que ahora estamos explorando la convivio virtual; no ya el audiovisual como algo casi escenográfico, sino el papel del vídeo en directo. Yo lo utilizo en mis piezas en Obs-cenus –y, como yo, otras personas–. No es nada nuevo. Pero todo lo que ha pasado nos está obligando a mirarlo con otros ojos.

Hay que transformar las grandes pérdidas en grandes retos. También están los nuevos protocolos del espacio. No lo he vivido todavía desde arriba del escenario, pero sí desde abajo: llegar a un teatro todos con mascarillas. La mascarilla limita el canal. Tiene velos. ¿Eso qué va a provocar? ¿Qué otras gestualidades o signos se van a impulsar para compensar la pérdida de la expresión?

Otra cosa que hay que reflexionar: ha vuelto la cuarta pared. No al 100% la cuarta pared tradicional del teatro naturalista del siglo XX, pero hay un protocolo que impide que los actores y actrices podamos cruzar «fuera», y que el espectador pueda hacerlo a la inversa. Hay un condicionante espacial que no teníamos. No sé qué pasará, por ejemplo, con los trabajos de la escena expandida.

-O conceptos precisamente como el del Cabanyal Íntim.
-Claro. Y estoy segura de que nos las vamos a ingeniar de alguna manera, pero insisto, todavía no ha habido suficiente tiempo. Estamos muy en shock. Profesionalmente, hemos estado muy castigados en este sector y hemos tenido que pelear para que se reconociera nuestra peculiaridad a nivel profesional. Pese a la buena voluntad de políticos y políticas de no suspender la cultura, sí se están suspendiendo muchos eventos. ¿Hasta qué punto el colapso personal, el shock social, bloqueará o no la creatividad? No lo sé. También a la larga la espoleará, imagino; la tensión, la dificultad, hace que surjan reflexiones artísticas maravillosas.

Queremos siempre controlarlo todo. Y esto tiene tal complejidad, y tantos agentes en relación… que ya veremos dónde nos lleva este baile. Pero hay que seguir bailando.

-Muchos teatros, de hecho, de cara a otoño van a mantener los formatos virtuales. El Teatro de La Abadía mantendrá directos por Zoom, aunque todavía no ha anunciado los títulos; también hay proyectos transmedia…
-Desde luego, eso se queda. Los formatos en Zoom se quedarán y seguro que se mejorarán. Los expertos en comunicación y tecnología desarrollarán mejor las plataformas, y no solo en el ámbito del teatro. Y todo eso sumará riqueza cultural.

-Lo que pasa es que ahora todas las disciplinas culturales que antes se disfrutaban en vivo y en directo pasan por una pantalla. Todo se desdibuja cada vez más.
-Hay muchas más actividades que necesitan de lo presencial y que están ahora mismo en la cuerda floja. No le quiero quitar importancia, pero sí quiero colocar las cosas en su justa medida: el teatro no se va a acabar por esto. Mientras haya niños que juegan, crecen; comunicación; y humor… el espíritu del teatro perdurará.

Algo que creo que no se está aprovechando lo suficiente es el espacio que hay, precisamente, fuera del teatro. ¿Qué entendemos por 'teatro'? ¿Una sala cerrada? ¿Y qué pasa con los teatros de calle? Y no hablo de cosas experimentales ni de nuevos lenguajes, sino del teatro de calle tradicional, al aire libre, que tiene mucho menos riesgo. Eso no se está incentivando. A veces quizá no hay tanto que inventar. Y si esto es una oportunidad para que los centros de poder del teatro –digamos institucional– se desplacen o se abran a otros formatos… bienvenida sea.

-Hablemos del proyecto Obs-cenus, que explora la relación con lo erótico, el amor, el placer… Dentro de poco recuperas Odet y las otras en la sala Ultramar, una de las piezas enmarcadas en este proyecto. ¿Por qué hablar de un tema así? ¿Qué retos tiene?
-El proyecto Obs-cenus, como suele sucederme con los proyectos de exploración artística –por eso siempre surgen varias piezas–, parte de una necesidad vital. Llegué a un momento de mi vida en el que necesitaba saber quién era yo, quién podría ser, quién me había negado a ser, quién me había obligado a ser… en mis relaciones eróticas sexoafectivas.

Por otro, a nivel más teórico y conceptual, tenía mucho interés en deconstruir los discursos sociales, mayoritarios, incluso políticos, sobre la sexualidad. No hace falta ni que lo diga: vivimos en una sociedad reprimida sexualmente, donde la erótica y la afectividad sólo se pueden vivir bajo unos modelos muy concretos encuadrados en la monogamia heteronormativa. Además, en mi pequeño mundo artístico/escénico, tenía la sensación de que de amor –idealizado, poetizado– se hablaba mucho, pero de sexo solo para reírse o deformarlo. En torno a la sexualidad hay muchos mitos. Y me parecía que algo había detrás de todo esto.

Con este proyecto, conseguí una doble residencia: con el Ayuntamiento de València y con la Red de Teatros Alternativos. Durante 2018, investigué todo esto: mi autosexografía, que da lugar a la pieza SLIT –estrenada en febrero–; lo que llamo "la autosexografía del cuerpo común" –qué construcciones hacemos sobre la sexualidad a nivel relacional–; y luego un tema que siempre me había interesado mucho: el trabajo sexual. De esto último habla Odet y las otras.

-¿Cómo afrontas, lidias o gestionas la enorme incertidumbre que hay ahora mismo en el sector? Dicho de otra forma, ¿cómo te planteas el futuro?
-Actualmente, con mucha incertidumbre y sentimiento de responsabilidad –sobre todo, por los equipos con los que trabajo en diferentes proyectos–. Y pensando en los próximos meses. Igual que el 90% de la profesión –me atrevería a decir no solo la valenciana, sino en todo el Estado–, tengo una concentración de trabajo enorme en el último trimestre y primeros del año que viene. Como desde las instituciones la decisión fue reprogramar, ahora tengo que trabajar en cuatro meses lo que hubiera trabajado en ocho. Eso me genera cierto estrés, aunque estoy muy emocionada de volver a trabajar. El parón ha hecho que valore mucho mi profesión y que me dé cuenta de lo que amo mi trabajo y la suerte que tengo de tenerlo.

También estoy intentando, en cada una de mis actividades, diseñar planes para los diferentes escenarios que puedan surgir. Un plan B por si no puede haber espectadores y hay que hacer algo por streaming; un plan C por si no puedo viajar… Lo de negociar planes me está costando especialmente con las instituciones. Creo que su reto en este contexto es conseguir algo más de flexibilidad para poder responder desde sus mecanismos burocráticos de manera más ágil. Los artistas solemos tener incluso hasta plan Z porque estamos acostumbrados a lidiar con la precariedad desde antes de la pandemia. Pero las instituciones tienen un reto en flexibilizar eso.

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