VALÈNCIA. Es una de las películas más populares de Alfred Hitchcock, y en opinión de una parte de la crítica, también su última obra de verdadera relevancia. De hecho, el paso del tiempo ha convertido Los pájaros (The Birds, 1963) en un clásico, hasta el punto de eclipsar la obra literaria que la originó, publicada por primera vez en 1952. La editorial sevillana El Paseo la ha recuperado recientemente en una edición en castellano que incluye otros cuentos de su autora, Daphne du Maurier, y un prólogo del filósofo esloveno Slavoj Žižek, inédito hasta ahora, ya que según se señala en el libro, la edición original inglesa de Virago Modern Classics lo rechazó por considerarlo “demasiado teórico y ambiguo respecto a Du Maurier”. Un volumen que resulta la excusa perfecta para regresar a un film susceptible de jugosas interpretaciones, cuya gestación está, además, repleta de episodios que permiten conocer mejor a un cineasta tan brillante a la hora de contar historias mediante imágenes como cuestionable en otros aspectos relacionados con su personalidad. Y si alguien quiere establecer paralelismos con Woody Allen, es muy libre de hacerlo.
El argumento básico de Los pájaros es de sobra conocido: Melanie Daniels (Tippi Hedren), una joven rica y snob de la alta sociedad de San Francisco, conoce casualmente en una pajarería al abogado Mitch Brenner (Rod Taylor). Él, que sabe por la prensa de la alocada vida de Melanie, la trata con indiferencia y se va de la tienda dejándola bastante irritada. Ella no está acostumbrada a que la traten de ese modo, así que encarga unos agapornis (en inglés, love birds) y se presenta en la casa de la madre de Mitch (Jessica Tandy), en la localidad pesquera de Bodega Bay. En cuanto llega, toda clase de aves, enloquecidas, empiezan a atacar a los habitantes del lugar, de manera cada vez más salvaje. Hitchcock ya había adaptado a Daphne du Maurier en dos ocasiones anteriores: Posada Jamaica (Jamaica Inn, 1939) y Rebeca (Rebecca, 1940), pero esta vez no iba a tener miramientos con la historia de la autora. Así le contaba cómo la descubrió a François Truffaut en el famoso libro de conversaciones entre ambos: “¡La leí en una de esas antologías que se titulan Alfred Hitchcock presenta! Luego me enteré de que habían intentado adaptarla para la radio y la televisión sin conseguirlo”. Al parecer, no conocía (o fingía no conocerlo) el episodio de la serie estadounidense Danger que lo había llevado a la pequeña pantalla en 1955, con Betty Lou Holland y Michael Strong en los principales papeles. En todo caso, tampoco importa, ya que del relato original apenas queda en la película el hecho de que los pájaros atacan a las personas.
Historias e intenciones
En cincuenta páginas, Du Maurier cuenta, en esencia, el asedio a que se ve sometida una familia por parte de los pájaros. La amenaza de las aves, que atacan en función de las mareas, es global, de tintes claramente apocalípticos, y los aterrados habitantes de la casa se enteran por la radio de que ciudades como Londres están sufriendo el mismo acoso desde el aire. Y aunque no es el objetivo principal de la autora, cuya intención es elaborar una historia de suspense creciente, a lo largo del texto aparecen algunos detalles que indican su voluntad crítica. “Nat agradeció a Dios que su casa fuera un edificio viejo, con ventanas pequeñas y muros gruesos. No como las nuevas casa de protección oficial”, escribe en un momento determinado. En otro pasaje, dice: “Mientras trabajaba, maldijo la incapacidad de las autoridades. –Siempre pasa lo mismo, siempre nos dejan tirados. No hay plan, no hay una organización de verdad. Las gentes de las ciudades son las que importan”. Efectivamente, en el prólogo, Žižek interpreta el relato como “un bosquejo de la dura vida campesina inglesa, un retrato de personajes fuertes que son conscientes de que, en última instancia, solo pueden confiar en sí mismos. En este caso, el ataque de los pájaros sirve para sacar lo mejor de su carácter”. Y a partir de los extractos que hemos destacado, concluye: “Hay indicios dispersos a lo largo de la historia que aclaran que el verdadero objetivo del relato es el estado del bienestar laboral posterior a la Segunda Guerra Mundial: El Estado fracasa y no reacciona adecuadamente a la amenaza de las aves y, al final, deja de funcionar del todo”. Una tesis que no podría importar menos a Hitchcock.
Al pícaro de Hitch le interesaba construir una historia diferente, y para ello contrató al neoyorquino Evan Hunter, un novelista con cierto prestigio por sus libros policíacos sobre la comisaría del Distrito 87 (firmados con el seudónimo de Ed McBain) y por La jungla de pizarra, que había sido llevada al cine como Semilla de maldad (Blackboard Jungle, Richard Brooks, 1955). Como casi todo el que se cruzó con el genio británico, Hunter también ha plasmado en papel su experiencia personal con él. En Hitch y yo, aparecido en 1997, le traiciona la memoria al asegurar que “el relato de Du Maurier no tenía ni una sola línea de diálogo”, pero seguramente hay que creerle cuando afirma que, ya en su primera reunión, Hitchcock le dijo: “Olvídate por completo de la historia. Los únicos elementos que vamos a utilizar son el título y la idea de los pájaros atacando a seres humanos. Aparte de eso, vamos a empezar de cero y a crear una historia completamente nueva”. Y así lo hicieron, aunque es inevitable pensar que algunas imágenes de la película están inspiradas por las palabras del original literario. Por ejemplo: “Los pájaros esperaban observando. Nat los vio, en los setos, en los cultivos, agrupados en los árboles, allá fuera, repartidos por todo el campo: filas y filas de pájaros, todos inmóviles, sin hacer nada”.
Pero Hitchcock no está interesado en el apocalipsis, aunque uno de sus personajes se empeñé en gritar que llega el fin del mundo. Él prefiere centrarse en el conflicto doméstico que desata la llegada de Melanie Daniels a Bodega Bay, donde además se encontrará con Annie Hayworth (Suzanne Pleshette), profesora de la escuela local y antigua novia de Mitch, que además sigue enamorada de él. Una rubia y una morena, dos mujeres interesadas por el mismo hombre. Y una madre que no está dispuesta a dejar que ninguna se lo lleve. El guion lo firma Hunter, pero ya hemos entrado en puro territorio Hitchcock. De hecho, el propio Žižek ya se detuvo en la película en su célebre documental Manual de cine para pervertidos (The Pervert’s Guide to Cinema, Sophie Fiennes, 2006), donde ofrecía la interpretación más clara de la historia: “En Los pájaros tenemos el típico embrollo edípico de tensión incestuosa entre madre e hijo, con el hijo dividido entre la madre posesiva y la joven intrusa. La gran pregunta sobre Los pájaros es la más estúpida y obvia: ¿Por qué atacan? No basta con decir que los pájaros son parte del escenario natural de la realidad. Se trata más bien de la invasión súbita de una dimensión externa que, literalmente, rasga en pedazos la realidad. Cuando nuestro lugar dentro de un espacio simbólico es perturbado, la realidad se desintegra. Entonces, para proponer una formulación psicoanalítica, el violento ataque de los pájaros representa obviamente la irrupción explosiva del Superyó materno, de la figura materna decidida a evitar o a intentar evitar la relación sexual. Es decir, los pájaros son energía incestuosa en estado puro”. Blanco y en botella.
Un tipo retorcido
Por el contrario, Evan Hunter, que no ofrece un retrato muy favorecedor de Hitchcock en su libro, asegura: “Mientras trabajamos en el guion nunca hablamos de simbolismos”. Según el escritor, “todo lo que ocurre antes de que la primera gaviota golpee a Melanie en la cabeza es puro relleno”. Lo curioso es que él mismo admite que esa presentación inicial de los personajes según códigos de comedia fue idea suya, ya que pretendía partir de un planteamiento de screwball comedy para después sorprender al espectador e introducirlo en un universo de pesadilla. En todo caso, subraya que a Hitchcock le interesaba obtener respetabilidad, después de haber sido nominado cinco veces al Oscar y no haberlo conseguido en ninguna ocasión. En esa misma línea, también se muestra molesto porque Hitchcock no filmó el final previsto. “No rodó la escena porque entonces habría hecho una película con un final inquietante y lleno de suspense. Y eso no era lo que quería. Lo que quería era hacer arte puro”. Una aspiración legítima que parece molestar a Hunter, en tanto en cuanto significaría, supuestamente, menospreciar el cine de género.
Los pájaros pasará también a la historia como un eslabón más en la cadena de películas que marcaron la tortuosa relación de Hitchcock con sus actrices. La protagonista debía ser inicialmente Grace Kelly, pero se había retirado del cine en 1956 para casarse con Rainiero de Mónaco. En su búsqueda de una nueva rubia, Hitch descubrió a la modelo Tippi Hedren en un anuncio televisivo, y pensó que podría encajar en el personaje. Le hizo firmar un contrato de exclusividad y, literalmente, tomó posesión de su vida. Le encargó un vestuario completo (como ya había hecho antes con la propia Grace Kelly y con Vera Miles), encargó a los empleados del estudio que la vigilaran cuando salía del trabajo, fiscalizó sus amistades y se mostró muy exigente en el rodaje. Su manera de justificarse resulta hoy intolerable: “Siempre he tratado de seguir el consejo del dramaturgo francés Sardou. ‘¡Tortura a la mujer!’ El problema hoy en día es que no torturamos suficientemente a las mujeres”. Ya se sabe que Hitch era un bromista, pero si atendemos a las declaraciones de Tippi Hedren sobre los días en que rodaron el último ataque que sufre, las palabras del cineasta adquieren una dimensión terrorífica. “La semana fue absolutamente horrible, realmente la peor de mi vida. Cada día pensaba, y me decían, ‘solo una hora más, una única toma’. El jueves, la encargada del guardarropa me llevó a mi camerino, donde me envolvieron todo el cuerpo con bandas elásticas, con unos hilos de nailon que salían por pequeños agujeros practicados en mi vestido. Pronto comprendí el motivo de todo aquello. Una pata de cada pájaro fue atada a cada hilo, de modo que cuando yo cayera al suelo no pudieran alejarse volando, sino que siguieran revoloteando colgados de mí”. Lo cuenta con detalle en el documental All about ‘The Birds’ (Laurent Bouzereau, 2000).
Tippi Hedren visitó València en 1995 para participar en la inauguración de la Mostra de Cinema del Mediterrani. Entonces tuve ocasión de entrevistarla para Cartelera Turia. “Pienso que Hitch creía que yo era creación suya”, decía. Al menos, sí pensaba que era de su propiedad, y se lo demostraría solo unos meses después, en su segunda y última película juntos, Marnie, la ladrona (Marnie, 1964). Un film muy conflictivo, que empezó a escribir Evan Hunter hasta que el director decidió prescindir de sus servicios, y en cuyo rodaje un Hitchcock de 64 años dio el paso definitivo y propuso mantener relaciones sexuales a Hedren, que entonces contaba 33. La negativa de ella fue su sentencia de muerte como actriz. “Dijo que arruinaría mi carrera, y lo hizo”, recordaba a su paso por València. “Después de Marnie, me impidió trabajar con otros directores diciendo que no estaba disponible. Me tenía bajo contrato, yo no podía hacer nada. Nunca intenté romper el trato porque, de alguna manera, él me había abierto las puertas del cine, y yo albergaba sentimientos contradictorios. Solo hice otra película importante después, La condesa de Hong Kong (A Countess from Hong Kong, Charles Chaplin, 1967), y creo que Chaplin me contrató únicamente como afrenta hacia Hitchcock”.
Pajaritos y pajarracos
La historia no termina del todo aquí. Como sucede con toda película de éxito en Hollywood, y la de Hitchcock lo fue, tarde o temprano a alguien se le ocurre la idea de rodar una secuela. Y Los pájaros no fue una excepción. Llegó tarde, pero llegó. Los pájaros 2: El fin del mundo (The Birds II: Land’s End, 1994) sí explotaba la alegoría apocalíptica del relato de Daphne du Maurier, aunque se trata de un film sin interés alguno. Rodado directamente para la televisión por Rick Rosenthal, que debutó con Halloween II (1981), baste decir que lo firmó con el seudónimo de Alan Smithee, utilizado durante años por aquellos directores que renegaban del resultado final de su trabajo. Tippi Hedren interpretó uno de los papeles (en el colmo del absurdo, ni siquiera retomaba el de la película original) y posteriormente declaró sentirse avergonzada de haber participado en el desaguisado.
Por supuesto, también hace años que la industria lleva barajando la idea de realizar un remake. En 2009 se anunció que sería en tres dimensiones y estaría protagonizado por George Clooney y Naomi Watts. Producía Michael Bay y se decía que el director con más posibilidades de ponerse tras la cámara era Martin Campbell, responsable de Casino Royale (2006), entre otras. Pero nunca más se supo. En 2013 circuló un tráiler que anunciaba incluso fecha de estreno de un nuevo remake, pero tampoco hubo más noticias sobre el proyecto. Y al año siguiente se confirmaba en los medios el rodaje de otra versión de la historia de Daphne du Maurier, esta vez escrita por Jonathan Herman, producida por Universal Pictures, Platinum Dunes y Mandalay Pictures y dirigida por el holandés Diederik van Rooijen. ¿Ustedes la han visto? Nosotros tampoco. Y quizá sea mejor así. Como decía uno de los comentarios en internet al tráiler de 2013: “Don’t Fuck with Hitchcock’s Movies!”