La amiga de mi amiga: cómo convertirse en referente lésbico sin apenas tenerlos
La amiga de mi amiga: cómo convertirse en referente lésbico sin apenas tenerlos
La directora de Castellón coescribe, dirige y protagoniza La amiga de mi amiga, valorada en el Festival de Róterdam como “uno de los mayores descubrimientos de 2022”. La película podrá verse, del 3 al 9 de febrero, en los cines MN4 y ABC Park (València), en L'Altet (Alicante) y en los cines ABC de Elche y Gandía
VALÈNCIA. La madre de Zaida Carmona (Castelló de la Plana, 1986) siempre ha querido que estudiara oposiciones. Así se lo ha reiterado durante años y así lo ha recogido su hija en un cameo de su ópera prima, La amiga de mi amiga. Pero esta semana, en el Festival de Róterdam, donde acudió a la presentación de la película, seleccionada en las sección Spotlight, matizó la que ha sido la banda sonora en la casa familiar. Le hubiera gustado que Zaida fuera maestra, pero no va a insistirle más. La actriz, guionista y directora ha firmado una propuesta “cuya elegancia casual”, según elogia el equipo de programación de la cita cultural holandesa, “la ha convertido en uno de los mayores descubrimientos de 2022”. Este cuento moral y cinéfilo en tributo a Eric Rohmer es una inmersión en las noches queer de Barcelona con guiños a La buena boda (1982), El rayo verde (1986) y El amigo de mi amiga (1987). El cineasta Carlos Vermut la ha destacado como uno de sus largometrajes favoritos del año, porque “hay películas en las que uno se podría quedar a vivir para siempre, porque le llevan a un lugar en el que todo es mejor”.
- ¿Qué ha significado para ti ser seleccionada en este festival caracterizado por la juventud, la experimentación y el riesgo?
- Estoy muy impresionada. Cuando nos avisaron de la selección no dábamos crédito. Esta película ha ido rompiendo todas las expectativas que nos habíamos creado. Confiábamos en estar en el D'A de Barcelona, porque es un festival muy querido, pero todo lo que ha ido pasando después ha sido muy bestia y lo de Róterdam lo supera todo, porque es una cita cultural donde hay mucha autoría joven haciendo nuevas propuestas. Al pase vino parte del equipo y lloramos de pura alegría y emoción.
- Defines tu película como una comedia dramático-romántica-bollera, ¿has acuñado un nuevo género?
- No creo, porque ya está todo inventado y hay ejemplos mucho mejores que mi película. La amiga de mi amiga es un poco difícil de describir, porque es una comedia, pero también drama, romántica y antirromántica, queer... Cada vez añado un adjetivo más a la descripción (risas).
- Firmas el guion con el director de cine de guerrilla Marc Ferrer, ¿qué has aprendido de él en términos de sacar adelante un proyecto con pocos recursos?
- Conocer a Marc tan de cerca y haber leído sus guiones y participado como actriz, amiga y apoyo emocional en sus películas ha sido lo que me ha impulsado a rodar la mía, porque junto a él comprobé que el cine puede dejar de ser algo elitista al que solo puedan acceder algunos o que no hace falta estar tres años pasando por laboratorios y financiación para hacer películas. Hay proyectos que nacen como un impulso y así se han de rodar. Así que estar cerca de Marc y tenerlo como coguionista ha sido la palanca para grabar desde desde los márgenes de la industria. Trabajamos de una manera punk: literalmente íbamos con tres focos tanto por presupuesto como para poder movernos de una localización a otra.
- Marc es el único hombre en la película y también hay apariciones de Diana Aller como terapeuta, Christina Rosenvinge como ella misma y la autora del libro Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, de Brigitte Vasallo. ¿Te gusta el uso de cameos en el cine?
- Me flipan. Me gusta mucho verlos como espectadora. Soy una fan girl. En este caso han sido homenajes a personas que son referentes. Me parecía que la comedia era un lugar donde poder explotar estos cameos de una manera natural y realista, encajándolos con el tono de la película. También creo que he querido meterlo todo porque era mi ópera prima (risas). Me apetecía mucho darles ese espacio. En el caso de Brigitte Vasallo, en ciertos entornos hemos estado dos años hablando de ese libro. Le pedí salir y accedió pero quería leer el guion. Yo pensaba que me iba a mandar a la mierda, pero me dio las gracias, porque después de que su libro le haya supuesto un golpe metafórico, nosotras en la película la golpeamos de manera literal. Son guiños muy pop y le dan a la película espacios por los que salir un poco de sí misma, ya que es muy enredada por las neurosis, obsesiones y endogamias de los personajes. Los cameos han sido como respiritos.
- En agradecimientos nombras a varios de tus compañeros de trabajo en Filmin, como Jaume Ripoll, Elodie Mellado y Joan Sala. ¿De qué manera ha alimentado la plataforma tu cinefilia y la confianza en este proyecto?
- Cuando empecé a trabajar en Filmin hace seis años, había abandonado la idea de hacer una película por idealista y romántica. Con toda mi pena, renuncié, porque estaba convencida de que no iba a suceder, pero el hecho de trabajar en esta plataforma, con todo lo que supone estar tan cerca de gente que ama, sabe tanto de cine y está en contacto con lo que sucede, me hizo volver a tener este impulso e imaginar que podía narrar una historia. En los casos de Elodie y Jaume Ripoll me ayudaron muchísimo con el proceso, viendo primeros cortes, dándome un feedback súper valioso, porque son personas que están en contacto constante con los nuevos autores y las nuevas audiencias. También me ha permitido aprender la parte de atrás: la distribución, la comunidad de una película. Cuando en julio presentamos la película en el festival Atlántida fue maravilloso poder estar disociada en mis dos vidas.
- ¿Crees que se puede hacer activismo desde la autoparodia?
- Mi manera de enfrentarme a mis traumas y mis miedos también han sido el humor y la parodia, así que, efectivamente, es mi forma de hacer activismo. Entre los hombres gais sí se ha usado muchas veces un humor muy ácido, pero me da la sensación de que de las bolleras se espera que seamos unas señora serias, enfadadas y tristes. Pero en los últimos años estoy viendo a tías muy potentes, heteros y lesbianas, que están utilizando el humor para reivindicar y para molestar.
- Hablando de molestar y reinvindicar, en un plano más frívolo, tu película insiste en la combinación del rosa con el rojo.
- ¡Es que me encanta! La gente se ríe mucho de mi combinación de colores y luego está esta cosa muy artie de las que van de negro, pero yo los mezclo con alegría.
- ¿La tranquilidad es el nuevo sexo?
- Fue una frase que surgió en una improvisación de Rocío, pero empatizo regulín: está muy bien la tranquilidad, pero no tanto.
- ¿Hay que reivindicar la intensidad?
- Por supuesto. La intensidad se ha denostado muchísimo porque ha estado asociada a lo femenino, lo femenino a lo emocional y lo emocional a la debilidad. Terrible. Yo la reivindico desde la alegría y vivir todo a tope, no desde la intensidad que nos oscurece y empequeñece. En la vida, muchas veces, me han llamado intensa.
- ¿Qué puntos tienen en común un referente de la nouvelle vague con la escena lésbica de Barcelona?
- Descubrí a Rohmer en la universidad, como todo el mundo que ha estudiado audiovisuales, pero no le hice mucho caso. Al cabo de los años volví a ver películas suyas y me flipó. Me pareció divertidísimo que hiciera comedia romántica en la nouvelle vague. Lo que más relacioné con la escena lésbica fue el pavo que tienen las protagonistas. No paran de tener conversaciones neuróticas y obsesivas sobre el amor. El momento definitivo en el que se nos ocurrió hacer La amiga de mi amiga fue viendo el juego de dobles parejas de El amigo de mi amiga, porque es tal cual un grupo de bolleras. Te presentan a una amiga, te gusta, pero ya está liada y tiene novia. Y este lío y esta ligereza con que se cuenta y cómo va sucediendo todo en diferentes escenarios de la ciudad me recordó mucho a lo que podría suceder en una semana agitada en la Barcelona bollera.
- ¿Están Éric Rohmer y Christina Rosenvinge en el mismo nivel de tu panteón de dioses?
- Me encantan las películas de Rohmer, pero el otro día estuve leyendo que era un machistazo... Nos pasa a muchas con los cineastas que admiramos. Uno de los que más me interesan es Woody Allen. Qué mal... Y Christina Rosenvinge me parece una súper icono pop. Admiro lo que ha supuesto una tía como ella en la música. Si ahora hay machismo en lo musical, hace 10 o 15 años seguro que era una locura. Pero ella estaba ahí haciendo lo que quería, ejerciendo un feminismo desde el estar, sin ser una tía canónica, sometida a una mirada masculina, pero tampoco una punk. En los últimos años ya se le está apreciando y valorando. Además, en los artistas que nos gustan siempre hay algo emocional y he pasado todas mis rupturas con la banda sonora de Rosenvinge.
- En una entrevista a Culturplaza, Céline Sciamma compartía que se había pasado la vida adorando películas que la odiaban. ¿Tú también sientes que el universo imaginario en el que te has criado ha estado dominado por una visión heterosexual masculina?
- Totalmente. Todas hemos crecido con unos referentes heteropatriarcales que hemos visto como universales. Nosotras sí que podíamos sentirnos identificadas con el señor cineasta o el tipo protagonista, pero ellos nunca con nosotras. Cuando ves que tus referentes cinematográficos responden a ese patrón, piensas en buscar más y yo tuve un momento de revelación en el que descubrí que en los años sesenta y setenta también estaban pasando Chantal Akerman, Barbara Hammer... Sucedieron muchísimas cosas, pero ni desde la academia ni desde lo mainstream hemos podido llegar a ellas. Ahora se está haciendo una labor de volver a poner el foco en otras autoras. Por ejemplo, Alba Cros, que es la directora de foto y una de las actrices de la peli, me contaba que se en la universidad se puso muy punky y solo veía películas dirigidas por tías. Lo que decías tú, iba a crearse su panteón de diosas. Pero es fuerte que hayamos tenido una visión del mundo tan sesgada.
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