La primera vez que oí hablar de “el internet de las cosas” (the internet of things) fue durante el pasado verano cuando, casualidades de la vida, me encontré asistiendo a la fase final de un programa de aceleración con dicho nombre en Plug and Play en Sunnyvale. Se trata, en pocas palabras, de nuevas formas de utilizar objetos cotidianos y máquinas al interconectarlos a través de internet. El uso de sensores aplicados al mundo físico significa que éste puede ser digitalizado, medido, supervisado y optimizado, lo que ha abierto múltiples líneas de desarrollo buscando aplicaciones útiles que puedan adoptarse de forma generalizada y que, se piensa, pueden tener un altísimo valor.
Tanto en 2014 como en 2015 Gartner situó the internet of things en la cúspide de la curva de las expectativas sobredimensionadas (denominada también hype cycle) sobre tecnologías emergentes, de la misma forma en que big data también lo estuvo hace unos años. Gartner es una empresa de prospección tecnológica que todos los años publica un gráfico donde identifica y sitúa las tecnologías emergentes. Este diagrama relaciona las expectativas suscitadas por dichas tecnologías con las fases de desarrollo de los productos que se derivarían de las mismas y su potencial de adopción generalizada (como puede verse en el gráfico 1).