Las calles estrechas, jalonadas de casas bajas con grandes patios, dan la sensación de estar en un pueblo y no en Campanar, a pocos metros del bullicio de la ciudad y del claxon de los coches. En este rincón es el reloj de la iglesia el que marca las horas y ese olor a paella que hay alrededor del restaurante el Racó de la Paella. Un restaurante en el que Óscar Gil Martínez y Guillermo Gallur han convertido en un punto de encuentro para quienes desean disfrutar de una velada tranquila, en familia y alrededor de una paella valenciana hecha a leña. Eso sí, bajo reserva previa.
Un local que antaño fue una vivienda típica de la zona (data de 1890), con techos altos atravesados por vigas de madera y unas paredes repletas de azulejos de la época (siglo XIX) y alguna instantánea del fotógrafo Manuel Orero. El mobiliario respeta la personalidad del edificio, con mesas de madera decoradas con azulejos y sillas de enea de respaldos altos. Solo dos segundos bastaron para que Óscar se enamorara del local y nueve días para convertirlo en el restaurante de sus sueños. “Adquirimos el local y en nueve días lo tuvimos todo arreglado para emprender esta nueva aventura que ya tiene nueve años”, comenta Óscar recordando aquellos días de “locura”. Lo inauguraron un 15 de marzo de 2013 y hoy es uno de los imprescindibles de la ciudad para tomar paella.