La mantequilla es un pequeño milagro científico-culinario formado aproximadamente por un 80% de grasa de leche y un 15% de agua. Al agitar con brío la nata, los glóbulos de grasa ‘explotan’ y la grasa se segrega, hasta que se arrejunta por una parte, dejando el agua por un lado y los cristales por otro. Estos tres elementos forman parte de la estructura de la mantequilla, una masa que si está fría, presenta un aspecto sólido debido a los cristales correctamente ordenados y que si se calienta, se vuelve maleable gracias a la grasa libre. Con una batidora, un vaso, nata líquida y un poco de tiempo, te montas un Cheminova.
El (buen) aceite de oliva como grasa mainstream no se popularizó hasta el siglo pasado, cuando se produjo una mejora en las clases humildes
Dejando de un lado las cuestiones químicas, vayamos a las espirituales propias de la intensa actividad litúrgica a la que nos acercaremos después de superar Carnavales y los cirros de aceite refinado reusado de las churrerías falleras (INCISO EN EL CUERPO DE ARTÍCULO: aprovecho este espacio público para lanzar el enésimo berrido contra el nauseabundo olor a sebo carbonizado que emana de la cantidad extralimitada de puestos ambulantes de porras, buñuelos y otras frutas de sartén. Dicho lo cual, voy a lavarme el pelo por tercera vez en el día). Como iba diciendo, que tras los eventos paganos llega la Semana Santa, fiestas de guardar y de recordar que antes todo lo que humeaba en la sartén era de origen animal y no vegetal. El (buen) aceite de oliva como grasa mainstream no se popularizó hasta el siglo pasado, cuando se produjo una mejora en las clases humildes y, décadas después, cuando irrumpió la dieta mediterránea.